Emilio cazala
Los cruceros de hoy nos traen a la memoria los grandes transatlánticos de antaño que fueron asiduos visitantes de nuestro puerto trayendo inmigrantes o transportando pasajeros de un punto a otro o excepcionalmente algunos de ellos haciendo viajes alrededor del mundo de 110 días. Los de la posguerra fueron bien conocidos entre nosotros y aún perduran sus nombres hasta nuestros días, como el Giulio Cesare, Augustos, los Highlands, Conte Grande, Andes, Alcantara, Provence, Eugenio C, Federico C. Entre los otros recordamos al Nieuw Amsterdam, el viejo Rotterdam, el Achille Lauro, bien conocido por aquella película y otros.
Más espectaculares sin embargo fueron los arribos a nuestra capital de aquellos gigantes de los mares que fueron un símbolo de prestigio para grandes empresas navieras alemanas, inglesas, italianas y francesas. Entre los destacables sucesos que quedaron marcados para la historia del puerto, hoy rescatamos de los archivos el arribo a Montevideo en viaje inaugural del flamante transatlántico francés "L’Atlantique", que aquel 13 de octubre de 1931 conmocionó a la pequeña capital uruguaya con apenas 750 mil habitantes. Por aquel entonces era el objeto flotante más espectacular que se conocía y lo mejor que se podía conseguir por 10 millones de dólares, que traducidos al valor de hoy serían más de 400 millones: una cifra realmente impensable para una nave de aquellos tiempos.
El "L’Atlantique" fue un barco de pasajeros de una magnificencia sin par, resultado de la tecnología más avanzada de aquella época, a la que se sumaba el factor calidad pues los hacían para que perdurara a través del tiempo, cosa muy frecuente por entonces. Ese barco, por dentro y por fuera, a lo largo y a lo ancho, respondía al orgullo y genio de la Francia creadora en un tiempo único y exclusivo que le perteneció, que fue el umbral mismo de los años 30. Era el tiempo que sus grandes barcos competían con los ingleses por la Cinta Azul.
Pues bien, el "L’Atlantique, visitó Montevideo 10 veces desde Europa y otras tantas desde Buenos Aires rumbo al norte, o sea que nos visitó durante 14 meses. Pero luego, un día muy triste para la navegación, dejó de venir porque un gran incendio ocurrido a bordo el 4 de enero de 1933 sin pasajeros y próximo a la costa inglesa lo puso fuera de servicio convirtiéndolo finalmente en chatarra por la que se pagó años más tarde un poco más de lo que valía un auto Rolls Royce.
EL ELEGIDO. No era un barco desconocido para los uruguayos, por el contrario, era el preferido por la clase uruguaya alta, media y baja para sus viajes a Europa o hasta Río de Janeiro, que entonces sí que significaba un viaje emocionante, muchas veces regalo de bodas de los padrinos. En la clase de lujo alojaba 160 pasajeros, en la 1ra. 302, en la en la 2da. 82 y en la 3ra clase 664 pasajeros debidamente separados con las otras como se acostumbraba en aquellos tiempos.
El "L’Atlantique" fue un barco de 42 mil toneladas (superado años más tarde por los ingleses Queens) y casi tres cuadras de largo, totalmente remachado. Por sus dimensiones exteriores, y por su tecnología y confort en 1931 estaba más allá de todo lo imaginable. Su velocidad parecía ser insuperable, y ciertamente lo era, ya que sobrepasaba los 23 nudos.
TRES CHIMENEAS. Estaba dotado de tres gigantescas chimeneas que, cuando amarró en los muelles del puerto, se alzaban por encima de la infraestructura portuaria para mostrarse soberbias ante la ciudad de Montevideo. Años más tarde se supo que una de esas chimeneas era falsa, a sabiendas de sus constructores, para responder a las exigencias del público de aquellos tiempos, que no concedía prestigio a ningún buque que tuviera menos de tres chimeneas; por eso hubo muchos de cuatro. El "L’Atlantique" era un exclusivo palacio flotante, una mole impactante que nos visitó en 20 oportunidades. Tenía capacidad para transportar en sus tres clases y una de lujo, un total de 1.208 pasajeros y cerca de 650 tripulantes.
UNA CALLE CENTRAL. Este impresionante navío, que muchos uruguayos tuvieron la oportunidad de ver en Montevideo, de visitar, y aún disfrutar de sus colosales comodidades en un viaje a Europa o de regreso a la patria, medía 226 metros de largo, en un tiempo que un barco de carga de los grandes no pasaba de los 155 metros como el Tacoma. Y lo que más llamaba la atención en todos los ámbitos turísticos del mundo, era su calle central, la famosa "Rue de la Paix", que tenía 140 metros de largo, casi 6 metros de ancho y más de 8 metros de altura. A ambos lados de esta avenida espectacular estaban instaladas las sucursales de las más prestigiosas tiendas del mundo, y no faltaban por supuesto las florerías, boutiques, librerías, bazares, e incluso -como lo muestra un grabado de la época- salones del automóvil donde su exhibían, obviamente, los mejores modelos de autos franceses. Por esta insólita e increíble avenida pasearon muchos uruguayos y sus pequeños hijos, que seguramente algunos aún hoy la recuerdan como un espectáculo único y fastuoso.
CON UN VIAJERO. Hace varios años vivimos la afortunada circunstancia de conocer a alguien que viajó en esa nave cuando tenía 14 años de edad, y aún recordaba, 35 años más tarde, el instante en que accedió a bordo luego de subir la escalera: quedó deslumbrado ante el espectáculo de luces y grandiosidad del hall de entrada y de la famosa avenida central que fue un fenómeno único en su tiempo. Aquel adolescente, sus tíos con los que viajó, y seguramente todos los uruguayos que conocieron este barco por dentro, recordarían para siempre aquella primera impresión a bordo del "L’Atlantique".
SU ULTIMA VISITA. El 17 de diciembre de 1932 sería su última escala en Montevideo, pues el 4 de enero de 1933, cuando se dirigía hacia El Havre para entrar a dique a los efectos de limpiar el casco, se declaró un incendio de tal magnitud que el barco se dio por perdido definitivamente. En el salvamento de los tripulantes y en el remolque del barco ya herido de muerte, intervino una docena de naves de todas las banderas, que acudieron al lugar del siniestro ante las llamadas de S.O.S. La deriva que sufrió el barco fue tal que llegó incluso hasta la costa inglesa. Luego fue remolcado hasta Cherburgo, donde se terminó de consumir frente a su rada.
El "L’Atlantique" había llegado a Montevideo desde Europa el 13 de diciembre de 1932, y volvió desde Buenos Aires cuatro días más tarde en viaje hacia el norte y hacia su fin.
EL VIAJE INAUGURAL. En el viaje inaugural del "L’Atlantique, que como dijimos arribó a Montevideo el 13 de octubre de 1931, llegaron entre otros los siguientes pasajeros uruguayos: el Dr.. Eduardo Rodríguez Larreta, director y fundador de nuestro diario, que años más tarde sería prestigioso senador y luego canciller del Uruguay; el Dr.. Pedro Manini Ríos; la Sra.. Celia Alvarez Mouliá de Amézaga, 40 años; la Srta.. Celia Amézaga Alvarez, 18 años; el Dr.. Agustín Sanguinetti, 40 años; José A. Lapido, propietario de La Tribuna Popular; Vicente Costa, Juan Eduardo Hughes, Ricardo Barrendeguy, Manuel Fernández Helguera 21 años, Matilde Helguera Fernández, Juan Bautista Benquet y Sra.., Alfredo Guido, Adela Alvarez de Ortiz 26 años y Guillermo Federico Ortiz 9 años, y el ciudadano francés Bernard Pinet, comprador de lanas, cuyo domicilio en la lista de pasajeros figuraba en Rondeau 2298.
VIAJeros URUGUAYOS. Entre los uruguayos que habían viajado en el barco desde Europa a Montevideo, y llegaron el 13 de diciembre de 1932, figuraban Carlos Biraben Muñoz, José Pelufo, Antonio Jardim Mattos, Honorina Martins de Machado, Pampilia Silveira Reilly, Bertha Ayala de Silveira, Pablo Enrique Silveira de un año de edad, María Luisa Pouquette, Manuel García Couto de 8 años que viajaba con sus padres, la familia Tenembaum, y otros. En el barco venían además otros viajeros de distintas nacionalidades, muchos de los cuales, según la lista de pasajeros, residían en el Hotel Florida, en el Hotel Lanata y otros hoteles no menos importantes que esos dos.
Damos estos nombres de viajeros uruguayos para recordar dos tiempos importantes de la corta existencia del L’Atlantique, ya que se perdió apenas 14 meses después de llegar por vez primera a Montevideo. Sin duda, el hecho puso una nota de tristeza en muchos compatriotas, y en particular en aquellos que habían tenido la oportunidad de viajar alguna vez en él. Y fueron más de dos mil uruguayos. Había sido el mayor barco construido hasta la fecha.