Uruguay ya ha dado señales de que está preparado para liderar iniciativas de financiamiento verde con la emisión de su primer bono soberano cuyo precio está vinculado a la sostenibilidad. Ahora es el momento para que el sector privado uruguayo también dé un paso al frente y avance en la emisión de instrumentos financieros novedosos que ayuden a mitigar el cambio climático como por ejemplo los bonos azules.
En América Latina y el Caribe, muchas economías están firmemente ligadas a las vías fluviales y los mares, y Uruguay no es una excepción. Con más de 660 kilómetros de costa y una economía donde la pesca y el turismo juegan un papel clave, el país enfrenta los mismos desafíos que otros países de la región: sus mares están amenazados por una combinación tóxica de sobrepesca, cambio climático y contaminación.
Es por esto que los bonos azules son especialmente relevantes para Uruguay. Estos instrumentos financieros innovadores recaudan fondos para proyectos que salvaguarden el acceso al agua limpia, protejan los entornos submarinos e inviertan en una economía sostenible, incluyendo la restauración de ecosistemas marinos, el transporte marítimo sostenible, la reducción de la contaminación plástica del océano, el turismo ecológico y la energía renovable en alta mar. El agua es fundamental para la producción de alimentos, la obtención de minerales, como fuente de energía, de recreación, de biodiversidad y para el secuestro de carbono. En conjunto el agua es crucial para la subsistencia de más de 3.000 millones de personas.
A través de la emisión de bonos y préstamos azules, se pueden financiar proyectos clave para la protección de los recursos hídricos de Uruguay, como la gestión sostenible de la pesca y la protección de la biodiversidad costera.
A pesar de que aún no existe una práctica establecida por parte de las instituciones financieras del sector privado para emitir deuda azul en América Latina, se espera que esto cambie pronto.
Algunos países ya están tomando medidas. En Ecuador, por ejemplo, Banco Internacional lanzó, con el apoyo de IFC, la institución del Grupo Banco Mundial que financia proyectos privados para fomentar el desarrollo económico sostenible, un bono azul para apoyar proyectos que contribuyan a una economía azul sostenible y a la preservación de los recursos de agua limpia, incluida la gestión sostenible de la cadena de valor de la acuacultura y la pesca. Iniciativas como ésta son clave para evitar la pérdida generalizada de hábitats oceánicos, los que, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), son encargados de absorber hasta el 30% del CO2 que emitimos en la atmósfera.
¿Qué puede hacer el sector privado uruguayo? Dado que la economía azul involucra actividades multisectoriales, las instituciones financieras uruguayas están bien posicionadas para desarrollar productos especializados que permitan dirigir recursos hacia actividades económicas azules, así como medir y reportar el impacto ambiental de las mismas. Las taxonomías, las certificaciones y los estándares bien definidos para las finanzas azules son herramientas cruciales para asegurar que estos instrumentos tengan el impacto esperado.
En Uruguay, al igual que en el resto de América Latina y el Caribe, catalizar el capital privado para apoyar sectores azules que utilizan prácticas sostenibles y modelos de negocios ecológicos podría acelerar la transición hacia un futuro más sostenible y a la vez crear un nuevo mercado con un potencial enorme.
De hecho, ya lo hemos visto en el pasado reciente: El mercado de bonos verdes ha despegado en América Latina y el Caribe y ahora alcanza la suma de US$ 30.200 millones. Si bien las finanzas azules están un par de años más atrás, tienen el mismo gran potencial. IFC ya ha financiado más de US$ 1.000 millones en actividades azules hasta el momento y, dada la necesidad de mitigar los riesgos relacionados con la contaminación de nuestras fuentes hídricas, debemos continuar haciendo todo lo posible para acelerar el crecimiento decisivo de las finanzas azules en Uruguay y en la región.