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"Muchos viven privados de derechos"

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El terremoto de enero de 2010 representó un golpe durísimo para Haití.

Cinco años después del trágico terremoto de enero de 2010, los haitianos han asumido la necesidad de salir adelante, pero necesitan una presencia más activa del Estado, afirma este profesor universitario haitiano que se involucró en trabajos solidarios a través del voluntariado.

Si bien la situación ha mejorado, todavía tres cuartas partes de la población están bajo la línea de pobreza y la mitad en situación de pobreza extrema. Son particularmente fuertes las necesidades en materia de educación y salud. Sin embargo, asegura que el terremoto también representó una “sacudida” para la comunidad internacional sobre la realidad de este país caribeño.

—¿Cuál es hoy la situación de la población de Haití afectada por el terremoto de hace cinco años?

—El pueblo haitiano ha asumido la necesidad de salir adelante. Esta necesidad de ser protagonistas la vemos reflejada en pequeños cambios en la vida de los desplazados. Por ejemplo, en la voluntad para trabajar en la construcción de sus propias viviendas. Son cambios que impactan en la comunidad en la que viven. Sin embargo, pese a esta energía que existe y el trabajo que los habitantes de las comunidades han realizado apoyándose en redes como nosotros, aún hay muchas personas que siguen en situación de vulnerabilidad extrema, al no acceder a servicios básicos como el agua, saneamiento, electricidad, educación. Es clave la participación más activa del Estado, para apoyar a la población que hoy vive privada de sus derechos.

—¿Cuáles son las principales necesidades de esa gente?

—Muchas familias siguen viviendo en situación de desplazadas. Muchas continúan viviendo en carpas o en viviendas de material ligero, construidas sin supervisión, sin terminar o sin procesos constructivos que aseguren la solidez de las estructuras. A esto se le suma la necesidad de tener un acceso efectivo al campo laboral. Muchas de estas personas desplazadas han estado en algún tipo de actividad generadora de ingresos antes de la tragedia y como tuvieron que desplazarse perdieron sus empleos, porque muchas empresas se vieron afectadas por el terremoto.

—¿Qué pasa con la educación?

—Es hoy una gran deuda al interior de las comunidades. En Haití desde antes de la tragedia casi un 90% de las escuelas son privadas, lo que quiere decir que hay que pagar para tener acceso. Al no contar con empleos, las familias no tienen cómo pagar la escuelas para los hijos. Iniciativas como las escuelas comunitarias han permitido entregar una base a los niños y niñas de las comunidades, pero no garantiza que su desarrollo sea el máximo posible.

—¿Y la salud?

—No todos acceden a la salud. Hay lugares que ni siquiera cuentan con centros médicos comunitarios, lo que aumenta el riesgo al no poder recibir los tratamientos adecuados.

—¿Cuántas personas están en esa situación?

—Es importante recordar que esta realidad trasciende a las consecuencias del terremoto del 2010, y habla de causas más estructurales, vinculadas a crisis políticas y otras dificultades internas del país. Por lo tanto, esta situación afecta a casi toda la población haitiana debido a la falta de políticas públicas bien establecidas a favor de un desarrollo real. Las cifras más recientes hablan de un 74,6% de la población en situación de pobreza y un 54% en extrema pobreza. Las personas afectadas por el terremoto vieron agravada su situación.

—¿Las consecuencias del terremoto se extendieron a temas como la inseguridad, la mortalidad infantil, la propagación de enfermedades, el desempleo?

—El terremoto agravó una situación que ya existía, como fue el caso del cólera y su propagación. El desplazamiento de muchas familias a terrenos irregulares también propició más situaciones de violencia. Esto por mencionar algunos ejemplos. En este sentido, el terremoto también significó una "sacudida" al mundo acerca de la realidad haitiana.

—Me gustaría saber de alguna experiencia concreta de supervivencia y rehabilitación, individual o familiar.

—La población haitiana en general tiene un gran potencial y mucha fuerza, por eso existen distintos ejemplos. Como los varios proyectos concretados con Techo a través del trabajo de referentes comunitarios y jóvenes voluntarios haitianos. En ese proceso vamos conociendo más historias de lucha, como la de Ciliene Joseph, una señora haitiana, de la comunidad de Onaville (asentamiento también conformado a partir del terremoto, a 20 km de Puerto Príncipe), que con mucho esfuerzo ha montado una escuela comunitaria para poder facilitar el acceso a la educación a la población infantil del lugar.

El esfuerzo de miles de voluntarios locales

El 12 de enero de 2010, un terremoto sacudió Haití, con el terrible saldo de 316.000 muertos, una cifra similar de heridos e incalculables pérdidas materiales. La tragedia llevó a Jean Donald Dorleus a involucrarse en tareas solidarias hacia sus compatriotas más afectados por la catástrofe. Hoy es subdirector de la organización Techo en Haití, al frente de un equipo de casi 200 voluntarios, que a su vez movilizaron cerca de 7.000 voluntarios locales. En estos cinco años, Techo construyó junto con 2.345 familias su vivienda de emergencia. También concretaron 10 proyectos de infraestructura comunitaria y lleva adelante capacitaciones en oficios, en las que se han graduado más de 350 personas.

"Hacemos un llamado al Estado y a la cooperación internacional para repensar el modelo de colaboración, para apuntar a uno que involucre o requiera más la participación de las personas destinatarias", enfatiza este profesor universitario del idioma creole.

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El terremoto de enero de 2010 representó un golpe durísimo para Haití.

DONALD DORLEUS

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