LOS ANGELES n Un mexicano fue demandado por acoso sexual cuando sólo tocaba cariñosamente la espalda de una colega, un chino citado por la justicia por vender pollos vivos: miles de inmigrantes en Estados Unidos siguen sus tradiciones culturales, aunque no siempre tienen la ley de su lado.
"Cosas como tocar o besar a un niño pueden ser un gesto cariñoso en América Latina; aquí es mirado con muy malos ojos o como un caso de abuso sexual", opinó Alison Renteln, profesora de ciencias políticas de la Universidad del Sur de California.
"Para los inmigrantes, vivir en Estados Unidos es una prueba de equilibrio constante (y) querrán mantener las costumbres de su país, pero a la vez cumplir con la ley del país que los recibe", dijo la experta, que durante diez años analizó casos de extranjeros que cometieron delitos por seguir sus tradiciones y los reunió en el libro "Defensa cultural", recientemente publicado.
Según el libro, son en primer lugar los asiáticos, seguidos de los latinoamericanos, los que más problemas tienen con la ley en Estados Unidos por preservar algunas de sus tradiciones culturales o religiosas.
Centenares de ejemplos aparecen en el libro de Renteln sobre inmigrantes que se sorprenden ante la "rigidez y contradicciones" de la ley.
POLLOS. "Un chino —dueño de una avícola— no entiende por qué fue citado a declarar por vender pollos vivos, mientras que el italiano del restaurante hierve vivas a decenas de langostas cada día sin que nadie le diga nada", cuenta Renteln.
La lista es infinita en un país que se jacta de ser uno de los que mejor resolvió el polémico tema de la inmigración.
Uno de los casos más publicitados —narra Renteln— fue el de un hindú, que demandó a Taco Bell, cadena de restaurantes de comida rápida mexicana en Estados Unidos, por haberle hecho comer un "burrito de carne" en lugar de un "burrito de frijoles" como el había pedido. En su demanda el hombre alegaba que Taco Bell debía pagar por los traumas que había sufrido por comer un animal, alimento que su religión prohíbe tajantemente.
Un uruguayo que organiza riñas de gallos, una actividad que sabe que es ilegal pero que, según él, continúa haciendo por la fascinación que provoca entre los latinos.
"Yo sé que es ilegal, pero, ¿cómo le voy a negar a centenares de amigos que se reúnan a apostar como lo solían hacer en sus países", dijo. AFP