EFE, AFP
Río de Janeiro vivió ayer martes un nuevo secuestro de un autobús de pasajeros después de que un asaltante tomara al menos a 17 rehenes, en un suceso que se suma a los ocurridos en 2019 y 2000. “El secuestrador se entregó a la policía militar, está detenido, todos los rehenes fueron liberados, están a salvo”, dijo a periodistas el coronel de la Policía Militar Marco Andrade en el exterior de la terminal Novo Río, en el centro de la ciudad.

El secuestro comenzó hacia las 14.30 hora, cuando, tras un tiroteo en la plataforma, el secuestrador ingresó armado a un autobús de la empresa Viação Sampaio que partiría a la ciudad de Juiz de Fora, en el estado de Minas Gerais, y que aún estaba parado en el estacionamiento, pero con sus pasajeros a bordo

Según la Policía Militar, el sospechoso, que actuó solo, hirió a dos personas, una de las cuales está en estado grave.

Entre los rehenes había menores y ancianos.

El asaltante se entregó a las autoridades brasileñas unas tres horas después y todos los rehenes fueron rescatados sin sufrir daños.

De acuerdo con informaciones de fuentes policiales citadas por la emisora Globonews, el autor del secuestro es un asaltante procedente de Rocinha, la mayor favela de Río de Janeiro, que estaba intentando huir hacia otra ciudad.

El secuestro de este ómnibus tiene dos antecedentes en las últimas décadas y cuyos autores, a diferencia del suceso de ayer, acabaron muertos.

El 12 de junio de 2000, un hombre secuestró un autobús de la línea 174 de Río de Janeiro. El hecho movilizó a cientos de policías y periodistas, adquirió una fuerza mediática desconocida hasta ese momento y fue transmitido en directo por todos los canales.

Acabó tras seis horas de tensión con la muerte de una rehén a manos de la Policía, cuando el secuestrador parecía dispuesto a entregarse.

El autor del hecho, Sandro de Nascimento, murió en circunstancias poco claras cuando era trasladado herido hacia un hospital.

Luego se supo que era sobreviviente de la llamada “matanza de La Candelaria”, ocurrida en 1993, cuando ocho niños que vivían en la calle fueron asesinados por grupos parapoliciales en Río de Janeiro.

El otro antecedentes es de un año antes que el anterior. Un hombre secuestró un autobús con 37 pasajeros en la mañana del 20 de agosto de 2019 en mitad del puente de 13 kilómetros, la mayoría suspendidos sobre el agua, que conecta las ciudades de Río y Niterói.

El incidente generó igualmente una gran expectación y movilizó a un número elevado de agentes policiales.

El secuestro acabó cerca de cuatro horas después, cuando un francotirador de élite de la Policía Militar abatió al asaltante: un joven de 20 años que sufría depresión.

El joven amenazó con incendiar el vehículo con un bidón de gasolina. También cargaba un cuchillo grande y un teser (arma de choque eléctrico), además de un revólver de juguete. Su motivación, según testigos, “era entrar en la historia”.

El desenlace y la muerte del secuestrador fue celebrada en las redes sociales por el entonces presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quien durante su mandato defendió mano dura contra el crimen y que la Policía disparara contra cualquier sospechoso sin consecuencias judiciales ante posibles abusos de poder.