San Pablo volvió a ser rehén de la violencia mafiosa: 5 muertos

| Pese al ofrecimiento de ayuda del gobierno central, autoridades locales aseguran que situación está controlada

SAN PABLO | AFP, AP Y EFE

Dos meses después de una ofensiva delictiva que se extendió por siete días y mató al menos 170 personas, la ciudad de San Pablo, la mayor de Brasil, volvió a vivir una madrugada de terror.

Cinco personas muertas y 16 ómnibus incendiados fue el saldo de la violencia que se extendió desde la noche del martes a la madrugada de ayer. Supuestamente ordenados por el crimen organizado, bandas de delincuentes atacaron a balazos a más de 50 edificios, incluyendo dependencias policiales, bancos, supermercados y domicilios particulares.

En algunos de los lugares atacados, aparecieron papeles manuscritos en los que se atribuía la violencia a la "opresión carcelaria".

Algunos puntos en común tienen aquellas jornadas de mayo con esta última madrugada. Se adjudica a organizaciones que actúan en los penales, en especial el peligroso Primer Comando de la Capital (PCC), la orden de los ataques.

Como en esa oportunidad, el traslado de prisioneros a cárceles de mayor seguridad habría sido el detonante. Versiones en esta dirección habían sido publicadas por los medios de prensa en los últimos días.

El secretario de Seguridad Pública de San Pablo, Saulo de Castro, quien atribuyó al PCC la responsabilidad de los ataques, aseguró ayer que estas versiones de traslado son falsas. Muchos creen que esta afirmación es un intento de descomprimir la situación.

Sin calma. Pero las cárceles de San Pablo, un centenar de las cuales sufrieron rebeliones en marzo, nunca recobraron totalmente la tranquilidad desde entonces.

En las últimas dos semanas, unos 14 guardias penitenciarios fueron asesinados; al menos cinco estando fuera de servicio.

De los muertos en la última madrugada, son vigilantes privados, policías y el familiar de uno de ellos.

Pese a lo ocurrido, y a diferencia de los acontecimientos de mayo, la actividad paulista transcurría sin mayores novedades, sin que se percibieran irregularidades en el sistema de transporte público.

Los temores resurgen durante las noches, cuando 130 mil efectivos policiales en todo el estado se encuentran en situación de alerta. Es ahí cuando se producen la mayoría de los tiroteos o ataques con cócteles molotov.

A pesar de la jornada violenta, las autoridades estaduales aseguran que el gobierno local está en condiciones de combatir a los criminales.

Esto puede significar una respuesta velada al presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, quien afirmó ayer que San Pablo está siendo "aterrorizado" por los delincuentes, pero que no podía hacer nada, a menos que lo solicitaran los gobernadores estatales. A continuación, ofreció el envío de refuerzos policiales y militares desde el gobierno federal.

En Brasil, los asuntos de seguridad están a cargo de los gobiernos de los estados y no del federal, que sólo puede intervenir a pedido de las autoridades regionales.

Está prevista para hoy una reunión entre el ministro de Justicia, Marcio Thomas Bastos, y el gobernador de San Pablo, Claudio Lembo, para discutir la situación. Este último ya adelantó la respuesta: "El refuerzo policial no es oportuno ni necesario".

Acción

Más de 50 locales fueron atacados; 16 ómnibus fueron prendidos fuego en la madrugada

Recuerdo reciente de siete días sumidos en el terror

El viernes 12 de mayo de este año, un día después del traslado intercarcelario de cabecillas del PCC, entre ellos Marcos "Marcola" Camacho, San Pablo comenzó a vivir una semana de pesadilla.

Miembros de esa organización delictiva ordenaron una serie de motines dentro de las cárceles; fuera de ellas, se sucedieron uno tras otro los ataques callejeros entre delincuentes y fuerzas.

Los siete días que transcurrieron hasta el 19, distorsionaron completamente la dinámica de la ciudad. El caótico tránsito habitual dejó su lugar a una urbe fantasma, sin vehículos en las calles ni oficinas públicas o privadas funcionando normalmente.

El saldo final de esas jornadas arrojó 170 muertos. Entre ellos, 79 presuntos delincuentes, 41 policías y cuatro civiles. El resto de las víctimas, originalmente considerados como miembros de organizaciones criminales, aún no fueron "rotulados" ya que durante esos días actuaron versiones de los "escuadrones de la muerte".

El PCC surgió en 1993 dentro de una prisión de San Pablo. Hoy es la organización delictiva más grande de Brasil. AGENCIAS

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