PABLO LINDE EL PAÍS DE MADRID
El Mediterráneo tiene la mayor concentración de hidrocarburos y residuos plásticos de todos los mares del planeta. Gran parte de la contaminación que llega a las aguas procede de actividades que se hacen en tierra firme, en los grandes puertos.
Quienes se bañan en estos días del verano europeo en una playa mediterránea tienen muchas posibilidades de encontrar basura en el agua. En concreto, podrían ver 33 unidades de residuos por cada metro cuadrado de agua. Es el promedio de suciedad de las costas españolas, según un informe sobre el estado de los mares del mundo publicado por Greenpeace. Además, hay otra contaminación que no se ve: hasta 10 gramos de hidrocarburos por litro, según un estudio de la organización "Oceana". Con esos indicadores, el mar Mediterráneo es el más sucio del mundo.
Vertidos ilegales, descuidos humanos, causas naturales y transporte masivo de mercancías hacen que casi todo lo que está vivo en el mar al que le cantó Juan Manuel Serrat, corra peligro de contaminarse o incluso de desaparecer.
A bordo del Rainbow Warrior, los activistas de la asociación Greenpeace llevan dos meses recorriendo este mar y denunciando los riesgos que sufre. El responsable de la campaña de océanos de esta organización ecologista, Sebastián Losada, explica que sólo basta con asomarse mientras navega para ver basura. Y si bucease hasta los fondos, podría contemplar la mayor cantidad de residuos por kilómetro cuadrado de los lechos oceánicos de todo el planeta: 1.935.
Los plásticos son "la basura más común y los responsables de la mayor parte de los problemas que sufren los animales y las aves marinas", afirma el documento. Representan el 75% de los residuos de las playas. Las zonas más sucias están en España, Italia y Francia, y en coincidencia con los puertos (ver nota aparte).
PERSPECTIVAS. Las soluciones a este problema son tan variadas como difíciles de poner en marcha. Sebastián Losada, de Greenpeace, dice que van desde "una disminución en el consumo, hasta una labor educativa y pedagógica adecuada".
La reforma de la legislación que afecta a este tema es otra de las grandes batallas de las asociaciones ecologistas. Oceana ha hecho durante años presión para conseguir que se consideren criminales los vertidos de hidrocarburos a los mares. Pero esto no es suficiente. En opinión de Ricardo Aguilar, director de proyectos de investigación de Oceana, es necesario extremar las medidas de control a los buques que transitan por el mar.
El problema, en opinión Joandomènec Ros, catedrático de Ecología de la Universidad de Barcelona, es que "nadie quiere saber que el pescado y marisco que comemos tiene contaminantes, que todo lo que usamos en tierra termina en el mar, y que la solución no está al final del proceso, sino al inicio".
Cuatrocientas mil toneladas de hidrocarburos vertidas por año
Tan preocupantes como los residuos sólidos son los líquidos. Cada año se vierten ilegalmente al Mediterráneo 400 mil toneladas de hidrocarburos de forma irregular, según los estudios de Greenpeace. Por ello las zonas más contaminadas coinciden con los grandes puertos.
Este tipo de contaminación tiene varias explicaciones. En el Mediterráneo navegan el 30% de mercantes de todo el mundo y el 20% de los petroleros, lo que supone 12.000 buques cada año. De aquí viene parte de la suciedad. Sin embargo, la Unión Europea asegura que un 80% de esta procede de diversas actividades en tierra firme.
Las fuentes de contaminación más directas son los ríos y los sistemas de drenaje pluvial. Además, en torno al Mediterráneo viven alrededor de 150 millones de personas y llegan cada año unos 200 millones de visitantes. Turismo costero y aguas residuales son otras dos grandes fuentes de residuos. EL PAÍS DE MADRID
Y entre los ríos, el Plata
En un listado del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por la sigla en inglés), el Río de la Plata ocupa el tercer lugar entre los cauces fluviales más amenazados del mundo. Las represas de sus afluentes, la infraestructura portuaria y la navegación lo ubican en ese ranking, cuyo primer puesto corresponde al asiático Salween, que va del Tibet a China.