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Derrotado el ISIS, ¿quién juzgará sus barbaridades?

Las ejecuciones de prisioneros divulgadas por ISIS en las redes sociales eran una forma de desatar el miedo y conseguir adeptos. Foto: Archivo El País

EL COMBATE AL TERRORISMO

Debaten si la Corte Penal Internacional tiene competencia.

Hombres decapitados, quemados vivos en jaulas, torturados hasta la muerte; mujeres y niñas vendidas como esclavas sexuales; niños adiestrados para ser sanguinarios asesinos del "califato": algunos de los más horribles crímenes de la historia pueden quedar impunes porque el mundo es incapaz de juzgar al Estado Islámico (ISIS).

"Vivimos en el siglo XXI, pero tenemos un sistema político básicamente definido en el siglo XVIII, basado en estados nacionales", explica el argentino Luis Moreno Ocampo, el primer fiscal jefe de la Corte Penal Internacional (CPI).

Y son los más poderosos los que deciden, anteponiendo sus intereses particulares, en la justicia internacional, que se ha quedado obsoleta ante el terrorismo global.

En casi cinco años de tiránico "califato" en Siria e Irak, la barbarie ha superado todos los límites, pero los gobiernos aún son reticentes a compartir, por ejemplo, información para cortar su financiación o acabar con su influencia en internet.

"Tenemos que inventar algo nuevo, que incluya una justicia más inteligente", dice Moreno Ocampo, convencido de que éste es un momento clave para lograrlo: "la frustración por el ISIS es la ocasión para repensar nuevas instituciones que nos permitan salir de esto". Y, además, la justicia es siempre la mejor manera "de acabar con el ciclo de violencia", agrega la exesclava sexual yazidíes, la Nobel de la Paz Nadia Murad.

El "califato" ya ha caído, pero todos los expertos coinciden en que, lejos de ser el final del ISIS, es el comienzo del "califato global": células durmientes, lobos solitarios y llamamientos al martirio en las redes sociales. La forma de afrontar esta batalla será decisiva: "no podemos caer en el error de usar la guerra contra el terror", asegura Ocampo.

Es lo que el general Stanley McChrystal, excomandante en jefe de la fuerzas internacionales en Afganistán, denominó "la matemática de la insurgencia": si hay 10 terroristas y matamos 2, ¿cuántos quedan? 20, porque la familia y los amigos se convierten en terroristas.

"La decisión de dejar de usar la justicia contra el terrorismo global se tomó el 11 de septiembre de 2001 sin ninguna reflexión. Al presidente (George W.) Bush le pareció que la guerra era más contundente que la justicia, pero no es así", aclara McChrystal. Para él, la clave contra el nuevo terrorismo globalizado está muy clara: cortar sus fuentes de financiación.

Si fuera capturado vivo el líder del ISIS, Abu Bakr al Bagdadi, ¿quién le juzgaría, dónde, por qué delitos? ¿Quién va a enjuiciar a los miles de miembros del ISIS que se han entregado durante el asedio y la caída de su último reducto en Siria?.

La CPI, con potestad para perseguir delitos de genocidio, lesa humanidad y crímenes de guerra, parece el tribunal más indicado.

Pero no es tan fácil: como ni Irak ni Siria son firmantes del Estatuto de Roma, por el que se creó la CPI en 1998, ésta no puede intervenir, salvo que lo pida el Consejo de Seguridad de la ONU y eso no parece probable. "La CPI no tiene alcance universal" y "lamentablemente no va a recibir el mandato de investigar lo que pasó en Siria porque se juzgaría a todas las partes por igual y eso ni Estados Unidos ni Rusia, que actuaron en el terreno, lo van a permitir", explica Ocampo.

Lo que sí puede hacer la CPI es investigar a los combatientes de los estados parte, una solución para Europa, porque los países europeos son miembros, además de Jordania y Túnez.

En cualquier caso Al Bagdadi, que es iraquí, no podría ser juzgado más que en su país o donde cometió sus crímenes.

Pero hay "una solución táctica" para sentar al líder del ISIS ante la CPI: el genocidio yazidí reconocido por la ONU.

En agosto de 2014, más de 6.000 miembros de esa minoría religiosa fueron secuestrados y unos 5.000 asesinados en las montañas de Sinyar, su hogar durante siglos en el norte de Irak. Casi cinco años después y derrumbado el "califato", unos 3.000, la mayoría mujeres y niñas, siguen desaparecidos.

Nadia Murad, narrando al mundo una y otra vez el horror yihadista, lucha para que se escuche a los yazidíes en los tribunales. Su madre y 6 hermanos fueron asesinados por los extremistas.

"La comunidad internacional tiene la responsabilidad legal de detener el genocidio", insiste la última Nobel de la Paz.

En este momento existen dos mecanismos de la ONU muy útiles en ese camino: uno de investigación en Irak solo para delitos del ISIS impulsado por el Consejo de Seguridad y el creado en Siria por la Asamblea General, explica Ocampo.

"Dijimos nunca más después del Holocausto, de Srebrenica, de Ruanda, de Darfur, de los yazidíes, de los roihinyás... pero hay un fallo de diseño que todavía debemos solucionar", concluye.

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