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Ataques a Hiroshima y Nagasaki: un horror aún inexplicable 75 años después

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Postal de Hiroshima después de sufrir el bombadeo atómico. Foto: Wikipedia

CONMEMORACIÓN

Las bombas sobre las ciudades japonesas en 1945 han sido las únicas nucleares usadas contra civiles

Han pasado 75 años desde que los bombarderos estadounidenses Enola Gay y Bockscar arrojaran sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki las primeras, y hasta ahora únicas bombas nucleares usadas contra civiles, un recuerdo que continúa atormentando a miles de sobrevivientes que siguen clamando por la abolición de las armas atómicas.

La bomba Little Boy que cayó sobre Hiroshima causó más de 100.000 muertos, mientras que en Nagasaki Fat Man terminó con la vida de unas 75.000 personas.

“No podemos repetir jamás las tragedias de Hiroshima y Nagasaki”, afirmó el primer ministro nipón, Shinzo Abe, cuando confirmó que estaría presente en los actos para recordar estos ataques.

El aniversario, sin embargo, se conmemora sin que haya entrado aún en vigor el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares, que firmaron 122 países el 7 de julio de 2017 pero que necesita ser ratificado por al menos 50 y hasta ahora solo hay 40.

Vista de la ciudad de Hiroshima. Foto: Wikimedia Commons
Hiroshima en la actualidad.

Los bombardeos.

El Enola Gay fue el avión que el 6 de agosto de 1945 soltó sobre la ciudad de Hiroshima la primera bomba nuclear utilizada en combate real.

La aeronave, pilotada por el coronel Paul Tibbets y con otros 11 tripulantes, estuvo acompañada en la misión por otros cuatro aparatos, dos de reconocimiento y dos que volaron junto a ella con instrumental de medición y labores fotográficas, The Great Artiste y un aeroplano sin nombre posteriormente renombrado Necessary Evil.

El Enola Gay también participaría en la operación de Nagasaki (pilotado por George W. Marquardt), como avión de reconocimiento del objetivo primario del bombardeo, Kokura, que actualmente forma parte de la ciudad de Kitakyushu (sudoeste).

El bombardero que el 9 de agosto de 1945 soltó a Fat Man sobre Nagasaki fue Bockscar. En la aeronave viajaban 13 tripulantes, comandados y pilotados por Charles W. Sweeney, que ya había participado en el ataque a Hiroshima a los mandos de la aeronave que se le asignaba habitualmente, The Great Artiste.

Cuando el Bockscar llegó a Kokura, la ciudad estaba cubierta de nubes y humo por los incendios tras el bombardeo el día previo en la cercana Yahata, hoy también parte de Kitakyushu. El avión puso entonces rumbo a su objetivo secundario, Nagasaki, acompañado por The Great Artiste y The Big Stink.

Tanto el Enola Gay como el Bockscar eran bombarderos modelo Boeing B-29 Superfortress y parte de los Silverplate, nombre en clave de unas aeronaves con la bodega modificada para lanzar bombas atómicas.

Ambos aviones salieron de la base aérea North Field en Tinián (Islas Marianas del Norte), bajo soberanía estadounidense tras su conquista en la Segunda Guerra Mundial y desde donde partieron la mayoría de los aviones que bombardearon Japón durante el conflicto.

Los habitantes de Hiroshima evocaron a las víctimas del ataque nuclear. Foto. EFE
Habitantes de Hiroshima recuerdan a las víctimas.

Las bombas.

Little Boy explotó a las 8:15 AM a unos 600 metros de altura. La detonación provocó una explosión equivalente a 16 kilotones de TNT y se calcula que destruyó cerca del 70% de la ciudad.

La bomba Fat Man arrojada sobre Nagasaki explotó a las 11:02 AM a unos 470 metros de altura, con una detonación equivalente a 21 kilotones de TNT. Más del 40% de la ciudad fue destruida.

Las víctimas.

Cuando la bomba cayó en Hiroshima, lo primero que vio la gente fue una “intensa bola de fuego”, según el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Se calcula que la temperatura en el epicentro de la explosión alcanzó los 7.000ºC, que causó quemaduras fatales en un radio de unos tres kilómetros. Los expertos del CICR afirman que se registraron casos de ceguera permanente o temporal a causa de la intensa luz que despidió la explosión. El torbellino de calor generado por la explosión prendió fuego a varios kilómetros cuadrados de la ciudad. La tormenta de fuego consumió todo el oxígeno y causó muchas muertes por asfixia.

La explosión provocó una enorme onda expansiva que, en algunas casos, incluso arrastró a personas, literalmente. Otros murieron en el derrumbe de edificios o por culpa de escombros volantes.

La bomba de Hiroshima acabó de forma inmediata con la vida de unas 80.000 personas, cerca del 30% de la población de entonces. A finales de 1945 el balance se elevaba a unas 140.000 y en los años posteriores las víctimas por los efectos de la radiación sumaron más del doble.

Consecuencias de la radiación.

Los supervivientes, conocidos como “hibakusha”, experimentaron alto riesgo de padecer cáncer de tiroides y leucemia. Tanto en Hiroshima como en Nagasaki se han detectado elevados ratios de cáncer. De las 50.000 víctimas de la radiación de ambas ciudades que fueron examinadas por la Fundación japonesa-estadounidense para la investigación de los efectos de la radiación, unas 100 murieron de leucemia y 850 padecieron cáncer.

En el momento del bombardeo, Hiroshima era una base menor de abastecimiento y logística para el ejército imperial japonés, aunque en los alrededores había algunos campamentos y dos importantes enclaves de la división que comandaba la defensa del sur del país.

Nagasaki ha sido durante siglos uno de los puertos más importantes del sur de Japón y tuvo gran importancia durante la Segunda Guerra Mundial por su actividad comercial.

Unas 40.000 personas murieron en el momento del bombardeo atómico y la cifra se elevaría a más de 70.000 en los meses siguientes.

Se calcula que ambos bombardeos son responsables de la muerte de cerca de 400.000 personas hasta la actualidad.

Tomihisa Taue Tomihisa Taue, alcalde de Nagasaki, afirmó que el tema de las armas nucleares no debe considerarse como algo del pasado, que afectó solo a Hiroshima y Nagasaki, sino que es una amenaza “del presente y del futuro”.

Todavía quedan con vida decenas de miles de personas que sobrevivieron a las bombas atómicas, con una edad promedio de 83 años.

Gracias a sus recuerdos y a las historias que cuentan a menudo, como sostiene Taue, “no ha habido una tercera bomba que haya destruido una ciudad en estos 75 años”.

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