CIUDAD DEL VATICANO | AP y efe
Un río humano incontenible se volcaba sobre Roma, en la más ilustre convocatoria en la historia mundial de celebridades religiosas, figuras de la realeza, jefes de estado y de gobierno y simples peregrinos. Inundaban las avenidas, fluían por las antiguas callejuelas empedradas para darse cita junto al cuerpo de Juan Pablo II.
En una celebración espontánea más jubilosa que fúnebre, más de un millón de personas aguardaba pacíficamente ayer durante hasta 24 horas para atisbar por un momento los restos de Juan Pablo, un Papa que llevó su mensaje de paz a casi todo rincón del planeta.
Según fuentes policiales romanas, un millón de personas se encontraban ayer en los alrededores de la Basílica de San Pedro, antes de que se cortara totalmente la fila a las 23.00.
A partir de esa hora, con retraso según lo anunciado, no fue posible ponerse en cola desde la margen izquierda del río Tevere, a la altura del Puente Umberto I, mientras que a las 22 había ocurrido lo mismo con la margen derecha. Según estimaciones, la cola ya existente deberá terminar hoy a la noche, cuando el templo será cerrado para preparar el funeral.
El promedio de peregrinos que pasaban frente al cuerpo del Pontífice se mantuvo entre 13.000 y 15.000 por hora, precisó una fuente policial, mientras se lanzó un llamado a los comerciantes y residentes de la zona que les dieran cobijo.
Las previsiones de los organizadores se están quedando cortas y ya se habla de que se superarán con creces los dos millones de visitantes calculados inicialmente, hasta el punto de que el prefecto de Roma, Achille Serra, ha apuntado la cifra de cuatro millones de peregrinos.
Las multitudes llenaban las calles detrás de las barricadas, acompañándose en el canto con guitarras, ondeando banderas para lucir los nombres de sus países o pueblos y protegiéndose del sol con sombrillas. Cantaban rítmicamente "¡Giovanni Paolo!" Algunos se abrazaban y otros lloraban.
Entretanto, hay gente que no puede más y abandona la cola; hay gente que se marea porque es mucho el calor que se pasa a mitad de la tarde y a pleno sol; hay niños que no pueden más y sufren ataques de pánico o de ansiedad.
También hay gente que llama por el celular y le va narrando a su interlocutor dónde y cómo se encuentra. Así, no falta aquel que justo a la misma entrada del Portón de Bronce, por donde se accede a la Basílica, hace una foto, a la Plaza de San Pedro.
Una vez dentro, todo transcurre con rapidez: los parlantes repiten el Rosario; la gente avanza en relativo silencio. Se contempla, escoltado por un piquete de la Guardia Suiza, el cadáver del Papa, que pese al tratamiento paliativo que haya podido recibir en todos estos días para poder ser expuesto al público, muestras las huellas de un hondo sufrimiento, que obliga a la compasión.
La catarata humana que se volcaba sobre Roma se comparaba con algunas de las mayores convocatorias religiosas de la historia. La peregrinación anual musulmana en Arabia Saudita congregó este año un récord de 2.560.000 personas. En 2001, unos 32 millones de peregrinos hindúes en la India participaron en el día más sagrado del festival Kumbh.
Pero la concurrencia al servicio fúnebre de Juan Pablo era espontánea e imprevista, lo que significa que los peregrinos sólo tuvieron pocos días para hacer sus planes.
Ayer, por lo menos 35 presidentes, 24 primeros ministros y seis reyes y reinas habían confirmado sus planes de asistir al funeral.
Pero ayer era la despedida del pueblo, la oportunidad de cualquiera que llegase a Roma de rendir su último homenaje al Papa.
Bush fue el primer presidente en llegar
El presidente estadounidense, George W. Bush, se convirtió en el primer gobernante extranjero en acercarse al féretro de Juan Pablo II. Junto a su esposa, Laura, permaneció absorto rezando entre tres y cuatro minutos.
A la derecha de la primera dama estaba el ex presidente George H.W. Bush y junto a ellos también oraron el ex presidente, Bill Clinton, la actual secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Andrew Card. Todos los delegados estadounidenses a su turno estrecharon la mano del secretario particular de Juan Pablo II.
La delegación encabezada por Bush dejó la Basílica de San Pedro menos de diez minutos después.
Bush arribó esta noche a Roma a bordo del Air Force One, que aterrizó en la pista del aeropuerto de Fiumicino, en las afueras de Roma. ANSA