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Afganistán, un país atrapado por el caos, la muerte y el miedo

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Personas luchan por cruzar los muros del aeropuerto en Kabul. Foto: EFE
Kabul (Afghanistan), 16/08/2021.- People struggle to cross the boundary wall of Hamid Karzai International Airport to flee the country after rumors that foreign countries are evacuating people even without visas, after Taliban took control of Kabul, Afghanistan, 16 August 2021. Taliban co-founder Abdul Ghani Baradar Monday declared victory and end to the decades-long war in Afghanistan, a day after the insurgents entered Kabul to take control of the country. Baradar, who heads the Taliban political office in Qatar, released a short video message after President Ashraf Ghani fled and conceded that the insurgents had won the 20-year war. (Afganistán, Catar) EFE/EPA/STRINGER
STRINGER/EFE

CRISIS

Se vivieron escenas de pánico en el aeropuerto al morir 7 personas que estaban colgadas de un avión; mientras tanto, los talibanes patrullan la ciudad de Kabul.

El pánico por la llegada de los talibanes ha desatado el caos en Kabul, la capital de Afganistán. Miles de ciudadanos temerosos de quedar atrapados bajo la férula de los extremistas islámicos han acudido al aeropuerto en la mañana de ayer lunes con la vana esperanza de poder salir del país. En una escena que refleja la desesperación de muchos, decenas de jóvenes han tratado de agarrarse al fuselaje de un avión militar estadounidense que iba a despegar. Al menos siete personas han muerto en varios incidentes. Mientras, los talibanes han reiterado a sus combatientes que deben respetar la propiedad ajena, e insistido en que el país está en calma.

Con los vuelos comerciales suspendidos y el aeródromo tomado por los 6.000 soldados enviados por Estados Unuidos para asegurar la salida de sus nacionales, no ha hecho falta ni siquiera el rumor (falso) de que no se exigía visado para subir a un avión con rumbo a Canadá para que los desesperados afganos se lanzaran hacia las pistas en tromba. Un grupo ha tratado de forzar su entrada en un avión trepando por el exterior de la pasarela de acceso. En un vídeo difundido por la cadena ToloNews se veía a decenas de afganos que intentaban aferrarse a un aparato militar. Algunos lo han logrado, para caer según iniciaba el descenso.

No está claro si han muerto, pero con anterioridad cinco personas fallecieron al parecer en una avalancha y los soldados han matado a dos hombres que iban armados, según un vocero militar estadounidense citado por Reuters. Estos incidentes han obligado a suspender las tareas de evacuación durante varias horas, mientras el personal de las embajadas extranjeras (la mayoría ha cerrado) se iba concentrando a la espera de que llegaran los aviones para devolverlos a sus países.

Control total.

Las escenas de caos en el aeropuerto contrastan con la calma que los talibanes aseguran prevalece en la ciudad y en el resto del país. “La situación en Kabul está bajo control. Se detiene a quienes cometen delitos. Nadie está autorizado a entrar en las casas de funcionarios (de la anterior Administración), requisar sus coches o amenazarles”, ha reiterado el vocero de la milicia, Zabibullah Mujahid.

El activista social Modaser Islami corroboraba que la tranquilidad ha regresado a la capital. “La gente ha vuelto a las calles. Los talibanes patrullan con regularidad. No está sucediendo nada extraño. La gente, sin embargo, está preocupada porque nada está claro aún”.

Mohammad Naim, el vocero de la oficina política de la milicia en Doha (Catar), ha dado por terminada la guerra en el país, en declaraciones a la cadena catarí Al Jazeera. Sin embargo, aún no está claro cuáles son sus planes. Ante sí tienen la apabullante tarea de pasar de ser una guerrilla que se apoya en fuerzas locales (sobre todo rurales) a convertirse en una autoridad que controle y gestione todo un país (incluidos los núcleos urbanos, mucho más complejos).

Sus 60.000 milicianos (según estimaciones del Centro para el Combate del Terrorismo de West Point, Estados Unidos) han logrado extenderse por el 90% del territorio gracias sobre todo a la retirada de las fuerzas armadas afganas, la mayoría de cuyos 300.000 miembros ha preferido entregar las armas y retirarse antes que luchar. Pero tanto los desplazamientos internos de civiles como los intentos de muchos de estos de abandonar el país indican que los talibanes no gozan de un apoyo generalizado.

Prueba.

El número dos del movimiento, el clérigo Abulghani Baradar, lo reconocía en un video. Tras calificar la rápida victoria sobre el Gobierno afgano de “logro sin parangón”, señalaba que la verdadera prueba empezaba ahora. “Se trata de cómo servimos y damos seguridad a nuestra gente, y aseguramos su futuro lo mejor posible”, dijo rodeado por otros dirigentes talibanes, todos hombres, todos pastunes. Esa homogeneidad casa mal con la pluralidad de la sociedad afgana y está en la raíz de la desconfianza que genera el grupo.

Afganos trepados a bordo de un avión comercial en el aeropuerto de Kabul. Foto: AFP
Afganos trepados a bordo de un avión comercial en el aeropuerto de Kabul. Foto: AFP

De momento, envalentonados por la rapidez de su avance (en poco más de una semana se han hecho con el país) parecen haber descartado formar un Gobierno de transición. El expresidente Hamid Karzai ha anunciado en su Facebook la formación de un Consejo de Coordinación para gestionar el traspaso de poderes, después de que su sucesor, Ashraf Ghani, abandonara el país.

No está claro qué tipo de contactos mantienen con los talibanes. En la entrevista con Al Jazeera, Naim dijo que la forma del nuevo régimen estaría clara pronto, dando a entender que tratan de formar Gobierno. “No queremos vivir aislados”, dijo antes de defender unas relaciones internacionales pacíficas.

Recuerdo de crueldad.

Pero el recuerdo de su dictadura (1996-2001) hace que muchos afganos recelen. Entonces, los islamistas lograron frenar la guerra civil, pero impusieron un código moral que condenó a los afganos al aislamiento. Su mandato fue especialmente cruel con las mujeres (confinadas al hogar y obligadas a esconder su cuerpo bajo el burka las escasas veces que podían salir de casa) y las minorías. A pesar del intento de sus dirigentes por proyectar ahora una imagen más moderada, las noticias que se filtran de las primeras ciudades que claudicaron ante ellos, como Herat o Kandahar, son desalentadoras: mujeres a las que se impide acudir a sus trabajos o asistir a clase en la universidad.

Tampoco los países occidentales se fían de los talibanes. Solo Rusia y China han respondido positivamente al llamamiento talibán y mantienen sus embajadas abiertas. La mayoría de los gobiernos gestiona la salida de sus ciudadanos. Suecia ya la ha completado. A la vez que aceleran la evacuación, 60 países, entre ellos Estados Unidos y los europeos, han emitido un comunicado en el que aseguran que los afganos “merecen vivir seguros y con dignidad” y piden a los nuevos gobernantes que permitan salir del país a quien desee hacerlo. Sin embargo, no está claro dónde podrán dirigirse, ya que pocos pueden conseguir visas.

Muchos de los desplazados desde el inicio de la ofensiva talibán han recalado en Kabul, donde sobreviven de forma precaria en casas de familiares y parques. La agencia humanitaria de Naciones Unidas tiene identificados a 17.600 que necesitan asistencia, 2.000 de ellos registrados en un solo día.

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