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Los luthiers del ritmo uruguayo

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Joan Fernández trabaja en un tambor en su taller. Foto: Faustina Bartaburu

DESFILE DE LLAMADAS 2019

El ritual en torno al tambor comienza mucho antes de calentar las lonjas; en el taller de los fabricantes. Dos de los mejores creadores del país explican el proceso.

En la cabeza de Juan Olmedo siempre suena un tambor. Suena un golpe, un corte, una variante. Es que para Olmedo, jefe de cuerdas de La Tangó, el instrumento tiene un valor sentimental que va más allá de la función que cumple. Dice que al tambor se lo mima, se lo cuida, no se le hace daño. El tambor no se presta.

El tambor de Olmedo nació con los mismos cuidados, en lo de Álvaro Rabasquiño, un fabricante de tambores que cree que lo suyo es artesanía pura. Faltan tres días para las Llamadas y en el taller de Rabasquiño la carga se siente, según cuenta, u201cla meca del tamborilero es poder tocar en esa ocasiónu201d.

Rabasquiño comenzó a construir tambores hace 22 años y su primer tambor fue sin mucha información, más bien a acierto y error. En aquel momento, creyó que el crecimiento de las comparsas se trataba de una moda pasajera. Pero no fue así, y su taller creció cada vez más. No sabe con exactitud cuántos tambores lleva hechos, pero imagina que cerca de 4.000.

u201cLa venta se ha masificado mucho porque el candombe pasó de ser un evento puramente tradicional, cultural, a convertirse en un evento social. Se ha perdido bastante la tradiciónu201d, sentencia Rabasquiño, con las manos apoyadas sobre un tambor.

Joan Fernández trabaja en un tambor en su taller. Foto: Faustina Bartaburu
Las maderas utilizadas suelen ser roble, fresno y pino Brasil. Foto: Faustina Bartaburu
Álvaro Rabasquiño es uno de los mejores luthiers de tambores en Uruguay. Foto: Faustina Bartaburu
El proceso de creación de un tambor puede llevar hasta 10 días. Foto: Faustina Bartaburu
Los precios de un tambor de buena cualidad van desde lo $ 10.000 a $15.000. Foto: Faustina Bartaburu
En época de Llamadas la fabricación no es tanta sino que trabajan en reparación. Foto: Faustina Bartaburu
Con el crecimiento de adeptos al candombe el trabajo de reparación ha crecido. Foto: Faustina Bartaburu

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Joan Fernández también construyó su primer tambor sin saber demasiado, hace 23 años. Desde chico los vio pasar por la puerta de su casa, en el Cerro, y un día se animó a probar de fabricar uno con algunos amigos. No nació en una familia afrodescendiente, ni candombera, ni se siente en la libertad de decir que lo hace por tradición, dice que a los más de 10.000 tambores que lleva construidos al día de hoy, intentó hacerlos con respeto.

Fernández recuerda una noche de esos primeros años de creación en la que se despertó soñando cómo resolver una parte del proceso. Y funcionó. Veinte años más tarde, el proceso volvió a mutar. u201cEs todo sumamente artesanal. Hay que mecanizarlo para ser más efectivo pero todo se dobla a mano, se arma a mano, se toca a manou201d, cuenta desde su taller en el Parque Tecnológico industrial del Cerro.

Según Rabasquiño, la fabricación de un tambor puede tardar hasta diez días, sin embargo, el armado en serie hace que cada dos días salga un tambor de su taller, pronto para hacerlo sonar. El instrumento puede costar entre $ 11.000 y $ 15.000, dependiendo de la madera con la que se fabrica y el tipo de tambor que es: piano, repique o chico.

Ambos artesanos coinciden en que la verdadera pasión está en trabajar la madera, que es lo que hace a un buen tambor. El instrumento suele fabricarse con Pino Brasil, Fresno o Roble.

Del bruto se cortan listones del largo del tambor, del que luego saldrán u201cduelasu201d que darán la forma al instrumento. A estas tablas se las humedece para que la madera se ablande y luego se las pasa por el fuego para darles la curvatura correcta, con ayuda de las manos y de parrillas en las que se las deja secar. Una vez que adquieren una leve curva, se las encola y se las apoya una al lado de la otra, dándole forma de tambor. Se las aprieta con flejes, que aseguran firmeza. A eso le sigue el pulido, el barniz, los herrajes. La lonja.

Fernández dice que se trata de una pequeña obra de ingeniería, u201clo que importa es que funcioneu201d. Y que suene bien. Pero para ambos artesanos es, además, un símbolo de la cultura nacional.

u201cEs parte de la tradición uruguaya. Cada instrumento que es autóctono del país se mira de otra forma. El artesano se respeta muchísimo, no en vano se está construyendo el instrumento autóctono del país. El candombe es lo que nos representau201d, comenta Rabasquiño.

Y si hay algo que llama a la tradición es también el ritual en torno al cual se toca el tambor. A las seis de la tarde Olmedo cita a la cuerda para prender el fuego. Se acercan, con cuidado, se calienta la lonja. De un lado, del otro, para que suene bien, y a la calle. Es ahí, en la calle, donde Olmedo se olvida de todo para dejarse llevar por el ritmo y expresarse tal cual es. u201cCada vez que me cuelgo el tambor me olvido de todos los problemas. Voy tocando, concentrado en lo que hago y lo que me rodeau201d, expresa.

Para Hernán Penedo, director responsable de La Tangó, una de las cosas que más lo motiva a tocar el tambor es el trabajo en equipo. u201cNo concibo el candombe sin un equipo entero tirando para el mismo ladou201d, cuenta.

De hecho, los propios artesanos son conscientes de la importancia del diálogo entre los diferentes integrantes de una cuerda a la hora de fabricar el instrumento. u201cLa comunión de juntarse con la gente y colgarse el tambor y tocar tiene mucho de cofradía. Es comunicación, el candombe es comunicación. Es un diálogo entre chico, repique y pianou201d, dice Fernández.

La tangó es una de las participantes en el Desfile de Llamadas 2019. Foto: Mateo Vázquez
El ritual de calentar las lonjas se mantiene aunque algunos tambores no lo necesitan. Foto: Mateo Vázquez
Más de 150 personas participan del Desfile de Llamadas en "La tangó". Foto: Mateo Vázquez
Actividades durante el año financian la salida del conjunto, ya que los ingresos habituales no cubren los costos. Foto: Mateo Vázquez
Durante el año "La tangó" ensaya en la zona de Parque Batlle. Foto: Mateo Vázquez
Comienzan a trabajar tras semana de Turismo con el fin de llegar a tiempo al Desfile de Llamadas. Foto: Mateo Vázquez
 Foto: Mateo Vázquez

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Más lonja, menos tradición: así podría traducirse lo que Rabasquiño cree que ocurrió el paso del tiempo. u201cAntes había que pasar algunos filtros para aprender a tocar el tambor que hacía que saliera a tocar la persona que realmente quería hacerlo. Hoy ya no es así, las Llamadas son mucho más visuales que técnicasu201d, señala.

Ese cambio también se traduce en números. Fernández comenta que el boom de salir a desfilar en cuerdas de tambores comenzó hace aproximadamente 15 años. u201cHace 20 años había tres fabricantes de tambores. Hoy en día somos un montónu201d.

Rabasquiño, por su parte, dice que cuando comenzó a fabricar -hace 22 años- existían 12 comparsas, en 1998 existían 17 y en el 2000 el número aumentó a 40 comparsas.

Otro de los motivos que para Fernández influyó en el aumento de la venta del instrumento fue la compra de tambores por parte de instituciones y la inversión del Estado. En su caso, en 2009 fabricó 450 tambores para un proyecto de Secundaria y en 2010 hizo 150 para UTU.

La adhesión de más personas al candombe hizo también que los artesanos pasaran a fabricar más tambores para personas particulares en lugar de hacerlo para comparsas enteras.

Más tambores, nuevas pretensiones

Para el fabricante de tambores Álvaro Rabasquiño, el crecimiento de adeptos al candombe hizo que cambiase la demanda de quienes tocan el instrumento. u201cAntes el tamborilero quería que el tambor sonara, sin importar si era cuadrado, redondo o triangular. Hoy en día importa mucho la estética del tambor tambiénu201d, comenta el artesano.

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