Zeta: ausencia que desafía al gobierno

ALFONSO LESSA

Nadie puede dudar a esta altura que la gestión de Eduardo Zaidensztat marcó una época en la DGI. Lo suyo fue mucho más que anecdótico y generó de manera muy clara adeptos y adversarios y, más aún, admiradores y enemigos.

El anuncio de su renuncia provocó sorpresa, aunque entre sus más estrechos allegados se sabía de su intención hacía ya algunas semanas.

Zeta construyó, desde su cargo en dos gobiernos muy diferentes como los de Batlle y Vázquez, una imagen pública sólida y se transformó, siendo colorado, en un hombre clave del gobierno frentista.

Zeta no deja su cargo en un momento cualquiera, sino cuando el gobierno se apresta a afrontar una prueba de fuego: la puesta en práctica de la reforma tributaria que, con el eje en el IRPF, puede constituir un éxito que le brinde dividendos o un fuerte tropezón que le provoque un alto costo político.

Al retirarse, reconoció sus diferencias con el mencionado impuesto. Se fue por diferencias en la puesta en práctica de la reforma tributaria, pero también por otros aspectos vinculados a un cierto proceso de desgaste producto de la naturaleza del cargo; y seguramente los tiempos políticos no habrán estado ajenos a su pensamiento.

Sin embargo las cosas no fueron fáciles para una figura de primera línea del gobierno de Batlle que aceptó continuar en su cargo durante la primera administración de izquierda, decisión que le generó algunas reacciones hostiles en su propio partido; y que además lo plantó en abierto enfrentamiento con empresarios poderosos.

-No lo querían, por supuesto, los empresarios a los cuales sancionó.

-Lo miraban de reojo algunos dirigentes frentistas que consideraban inconveniente que un colorado alcanzara en este gobierno un protagonismo tan amplio.

-Y desde la otra vereda, también lo miraban de reojo dirigentes colorados que no comprendieron el papel que cumplía en el gobierno de izquierda.

Tal vez pocos casos como el de Zeta hayan dejado tan claramente expuesta la división de la Lista 15 y las diferencias conceptuales y estratégicas entre los colorados. Mientras Batlle declaró que Zeta se había marginado de su sector, otros referentes como el ex ministro y ex senador Alejandro Atchugarry y el ex prosecretario de la Presidencia, Leonardo Costa, lo apoyaron y rodearon. Costa, incluso, ha trabajado en la comisión de la reforma tributaria en la actual administración. Estos últimos, seguramente consideren que con su actuación, Zeta construyó un capital político que puede favorecer a un partido como el Colorado, que no se ha caracterizado en los últimos tiempos por capitalizar aquellas novedades propias que pudieron fortalecerlo. El caso del propio Atchugarry e incluso el de Pedro Bordaberry -dejado de lado apenas ocurridas las elecciones municipales- dan cuenta de ello.

Las otras sorpresas de la semana llegaron por la sustitución de la cúpula de la OPP. La designación del senador Enrique Rubio en lugar del economista Carlos Viera, generó especulaciones acerca de un eventual intento por frenar a Astori y un cierto giro a la izquierda en la economía, en momentos en los cuales el gobierno, además de la reforma tributaria, anuncia la reforma del Estado; y cuando además se inicia la tradicional pugna por la Rendición de Cuentas.

La interpretación, sin embargo, puede ser diferente. Desde el gobierno se emitieron claras señales acerca del papel que se espera de Rubio: en particular, un mayor peso político para encarar la reforma del Estado, de parte de un político experimentado y que ha estudiado estos temas y ha trabajado en ellos. Pero -más allá de discrepancias en otros ámbitos y temas puntuales- nada hay que señale diferencias de base entre la reforma del Estado que esperan unos y otros.

En todo caso, en materia estrictamente económica, las diferencias ya estaban planteadas con Viera, quien también pertenece a la Vertiente Artiguista como Rubio.

La idea de que se pretende acotar la influencia de Astori, implicaría pensar que la economía marcha mal, que la figura del líder de Asamblea Uruguay ya comienza a ser prescindible, o que existen diferencias de fondo entre el ministro y el presidente. Nada de eso parece ocurrir. Por lo pronto, Vázquez considera que ahora debe emprenderse una nueva etapa en los planes del gobierno, porque ya logró el primer objetivo: el de la estabilidad económica. Y no parece razonable que decida arriesgar el papel del principal responsable de esa estabilidad, es decir el propio Astori. En cuanto a la sintonía de presidente y ministro, sobran los hechos elocuentes. Y si fuera necesaria una muestra, alcanza con la reciente visita de Bush y todas sus implicancias.

Cualquier cambio en un sentido contrario al señalado, constituiría una verdadera sorpresa e implicaría la llamativa asunción de riesgos de incierto destino.

ZaideNsztat I. Construyó una imagen pública sólida y acumuló un capital político importante desde un puesto crítico.

Zaidensztat II. Muchos lo miraban de reojo: empresarios sancionados, frentistas recelosos y colorados que no compartían su postura.

OPP. Rubio es un político de peso pero no parece razonable que su designación obedezca a la idea de poner freno a un Astori que hoy juega con Vázquez.

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