Uruguayos son creyentes y laicos según investigación

| Una investigación que le insumió dos años al científico social revela que el 81% de los uruguayos cree en Dios,aunque lo hace muy "a la uruguaya". El informe relevó la existencia de unos 70 cultos religiosos en el país.

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JUAN MIGUEL PETIT

El 81% de los montevideanos cree en Dios, pero construye su religiosidad "a su manera" y cada vez más lejos de los cultos e instituciones religiosas. La modernidad ha llegado al alma. Eso concluye una investigación del sociólogo Néstor da Costa, de 42 años, autor de una tesis de doctorado para la Universidad de Deusto de Bilbao sobre "Religión y sociedad en el Uruguay de comienzos del siglo XXI: Un estudio de la religiosidad en Montevideo". El cientista relató a El País algunos de los descubrimientos hechos durante su investigación.

—Después de más de dos años de estudiar la religiosidad en el país: ¿cómo viven los uruguayos el fenómeno religioso?

—Los uruguayos son religiosos, son gente que cree en la trascendencia: la encuesta que hicimos muestra, por ejemplo, que el 81% de los montevideanos cree en eso. Y son laicos a la vez. No hay una falsa oposición entre ser laico y ser religioso. Vivimos en una sociedad que conformó su propio itinerario religioso y decidió que se puede ser religioso sin llevar al Estado o a lo público a la confesionalidad.

—¿La división de Estado e Iglesia fue clave en ese proceso?

—La Iglesia católica fue expulsada de lo público, pero no desapareció la religiosidad, lo que fue expulsado fue una forma de expresar la religiosidad. Es el debate secularizador de fines del siglo XIX y principios del XX que se zanja en la Constitución. Después de la Constitución hay un cambio en los nombres de los pueblos, que de nombres de santos pasan a nombres de laicos: Santa Isabel pasa a ser Paso de los Toros, entre otros 30 pueblos. Era un Estado que se venía armando, que en 1904 termina por tener al fin la coerción sobre todo el territorio y a partir de ahí quiere tener el control de todo el aparato de la vida social. Incluyendo el espiritual: el Estado que va a proveer de todo, desde el nacimiento hasta el entierro y que hace de lo político una religiosidad, una religión.

—Su estudio, analizando relevamientos anteriores, indica que la creencia en un Dios siempre se mantuvo.

—Es una constante: nunca bajó del 80% la cantidad de creyentes en Dios en Montevideo, que además se supone que es menos religioso que el resto del país. Siempre hay un núcleo que está entre el 12 y 14% de ateos, que es alto en comparación con el resto de América Latina. Hoy el mundo católico sigue siendo el mayoritario, un 54% de los montevideanos se identifica con el catolicismo y hay un fuerte crecimiento del mundo evangélico, que era el 4% y ahora es el 11%.

70 OPCIONES. —¿Estamos en una sociedad más abierta hacia lo religioso?

—Ha caído el prejuicio antireligioso por el cual expresar lo que uno creía en ciertas generaciones o ambientes era difícil. Hoy cada uno expresa lo que quiere. Por momentos estuvo sancionado ir a misa o ser metodista o de cierto culto, por ejemplo umbandista. Todavía se mantiene bastante sobre este último... Lo que ha caído es la capacidad sancionadora de la cultura uruguaya a lo religioso. Y las nuevas generaciones tienen cada vez más una mayor capacidad de expresar religiosidad. Otro fenómeno es la "diversificación" en el campo religioso, en los estudios de los años 40 o los 50 aparecen católicos, protestantes y judíos. Hoy ese abanico es mucho más amplio. Todavía se puede abarcar entre católicos y protestantes la gran mayoría, juntos son el 65%, pero hay un 9% que cree en Dios sin iglesia. Además hay un decrecimiento fuerte del mundo judío en religiosidad, y está la aparición de toda la religiosidad venida de Oriente, que todavía es chica pero empieza a ser más notoria. Se nota en la encuesta que empieza a aparecer el tema de la reencarnación, que en Uruguay antes no existía como tema. Hay toda una pluralización, hay unas 70 religiones en Uruguay, desde católicos, protestantes y judíos a espiritistas, mahometanos, bajai y budismo zen...

Está también todo el fenómeno afrobrasileño que viene creciendo en fuerza y legitimidad, todavía hay sectores que lo practican y no se animan a declararlo, pero viene creciendo.

—¿Cómo se distribuyen socialmente las religiones?

—Las religiones grandes, católicos y protestantes, atraviesan todos los estratos sociales. Los cultos afrobrasileños tambien atraviesan todos los estratos, pero en los sectores de medio a medio bajo tienen más cantidad de gente. Y los pentecostales tienen una fuerte penetración en los medios sociales más bajos.

El crecimiento de los afrobrasileños es marcado, crecieron en relación con la última medición que es del ’94, pero además todo indica que son parte de cierta cultura: el 2 de febrero en las playas es una actividad que ingluso figura en las guías turísticas de Uruguay, hay una estatua de Iemanjá inaugurada por la autoridad pública, los paes y las maes ahora son visibles y conocidos, van a programas de radio y televisión.

—¿Esos fieles de dónde vienen, conviven con otra religión?

—Hay varios circuitos. No vienen del mundo protestante y no conviven con el mundo protestante. El catolicismo tiene un panorama diferente, por su propia vastedad. Un 54% se dice católico pero la práctica está en el 4%. Allí entonces hay un grupo de gente que se puede definir como católico pero también va al "terreio".

Hay religiones que plantean una especie de exclusividad: si uno es pentecostal no va a ser nunca afroumbandista. El día de Iemanjá uno puede ver a un grupo en la vereda frente a la playa Ramírez gritando: "sólo Cristo es la salvación" y cantando con guitarras. Son los pentecostales. Esos grupos tienen identidades excluyentes.

DIOS Y EL CUERPO. —¿Cómo va a influir en el imaginario colectivo el aumento de esa participación de los cultos afrobrasileños?

—Están creciendo en consideración social pero todavía tienen una gran sanción por parte de buena parte de la población que declara no compartirlos o que los ve como algo raro. Mirados fríamente los pentecostales y los umbandistas son los que han incorporado más rápidamente la posmodernidad: el canto, el baile, el cuerpo y la sanación, esta última apuntando a la inseguridad con que se vive en este mundo, donde el imaginario dice que nos podemos contagiar de algo y morir de un día para el otro. Ellos están incluyendo las tendencias sociales por las que surgió la posmodernidad: lo subjetivo, lo vivencial.

—¿Esta cohabitación entre religiones muy diversas no puede dar lugar a una competencia más violenta por los fieles?

—Todo depende del grado de fundamentalismo. En 1994 cuando hicimos la otra investigación le realizamos una entrevista a los 16 líderes religiosos más destacados del país, y en las respuestas ninguno se apropiaba de la verdad para sí. Ese es todo un dato de la convivencia: cuando se asume que el otro puede tener parte de verdad. Nada quita que en tiempos de incertidumbre e inseguridades como el que vivimos crezca en algún espacio un discurso intolerante, donde pueda surgir algún grupo cuya identidad sea romper con el resto y combatirlo. Hoy no hay indicios de que esto pueda ocurrir.

—¿Puede sostenerse que la separación del Estado de la iglesia influyó en una religiosidad en cierta forma más racional que en otros lugares...?

—Tengo la hipótesis, en borrador, de que esa construcción que hizo el Estado uruguayo ladeando a la Iglesia católica lo obligó también a ser proveedor de austeridad republicana y valores éticos. Y la iglesia vivió lo mismo, fuera de lo público. Entonces se da como una especie de coincidencia de valores hasta por competencia de espacios. Lo que hay es una cultura uruguaya que acepta: una cosa es la confesionalidad y otra cosa es lo público, que ve eso como normal y que no abjura de lo religioso, al contrario.

—De todas maneras no somos una sociedad muy religiosa.

—Depende cómo definamos lo religioso. En base a ciertos indicadores, menos gente en las misas, menos casamientos, se elaboró una tesis positivista lineal que decía: esto no tiene futuro. Pero eso es una tesis perimida. Si definimos religiosidad como ir a un culto, la nuestra no es una sociedad muy religiosa. Pero otra cosa es si definimos la religiosidad como el espacio de relación con lo trascendente, las preguntas últimas de la vida... Entonces sí somos una sociedad religiosa. Y si vemos las grandes fiestas de religiosidad popular no hay menos de 100.000 personas en ellas. Ocurre que esa uruguayez que nos hace expresar las cosas publicamente en forma recatada, existe también en lo religioso.

—Hay una creencia de que cada vez hay menos gente participando de los cultos. Quién toma la comunión, se pregunta la canción de Jaime Roos. ¿Es cierto ese decaimiento?

—Es cierto pero desde hace años. Aunque las Iglesias en general, todas, no están vacías. Uno va por 18 de julio, por los cines donde ahora hay iglesias, y no están vacíos. La iglesia de Belén del padre Elizaga, no está vacía. Otras se llenan en determinados momentos. Lo que sí cayó es por ejemplo la expresión cultural de ir todos los domingos a una celebración. Está bajó hace tiempo pero no se percibe que haya bajado más. Y también lo que sigue bajando son los sacramentos, salvo el bautismo que registra algo muy interesante: el 93% de la población es bautizada. Más allá de lo que se crea o deje de creer: ¡a los niños hay que bautizarlos, aunque sea por las dudas!

LA NUEVA FE. —¿Cómo va a evolucionar esta tendencia?

—Hay una caída en los sacramentos, en el culto, pero no hay baja en la creencias. Lo que se está reformulando es la forma de creer. En el trabajo se dice que venimos del modelo practicante, un modelo inventado en el Concilio de Trento que estaba vinculado a una época en que no había movilidad: la gente estaba vinculada a un espacio de tierra, con una campana que los llamaba, muchos curas en la parroquia, un culto regido por la institución, burocrático, reiterativo... Pero hoy estamos en un mundo que se descentralizó, que moviliza a la gente de un lado para el otro, por lo que vamos hacia un modelo peregrino.

—¿Qué es el modelo peregrino?

—El modelo peregrino es: yo construyo mi religiosidad peregrinando. Y peregrinando aun entre varias religiones, ya no con una práctica fija, estable, regida por una institución. Cada uno construye su religiosidad.

—Eso es un signo de estos tiempos...

—Es el súmmum de la modernidad: el ser humano que se construye a sí mismo. La modernidad impacta todo, y también impacta lo religioso. Y lo que hoy concluimos es que lo que en un momento fue visto como desaparición de lo religioso fue una mala interpretación. Lo que estaba pasando era un reestructuramiento en el campo religioso en el marco de condiciones nuevas en la sociedad. No hay sociedad que se conozca en el mundo sin religiosidad. Lo que pasa es que el modelo practicante es inviable hoy en día salvo para un pequeño grupo de la población. Este Papa eso lo entendió: hay lugares a los que va y junta cinco millones de personas. Y no le pidió a nadie que fuera a misa todos los domingos. Cuando hablamos del modelo peregrino estamos diciendo: voy a misa cuando quiero, si quiero.

—¿Esta lógica de "hágalo usted mismo" se da en todas las religiones?

—En la Iglesia Católica es más fácil que ocurra porque al ser muy grande tiene más diversidad adentro. En las que son religiones más pequeñas e intensivas es más difícil. Los Mormones o Testigos de Jehová son religiones muy normativizadas, están en torno al 1% de la población, tienen menos diversidad para eso.

Lo que está habiendo es una forma diferente de la gente de vivir la religiosidad y las instituciones tarde o temprano se van a dar cuenta y adaptar a ella. De hecho el nacimiento de la religiosidad popular en Uruguay, hace 15 años, hizo que la Iglesia católica, que tenía un discurso en el que no sabía qué hacer con ella, empezara a brindarle atención pastoralmente. No los echan o les dicen: conviértanse y vengan a la parroquia todos los días. Y las instituciones existen cuando hay gente que las demanda.

—Podemos contradecir entonces la sentencia de Nietzche y decir que Dios no ha muerto...

—Eso está claro, Dios no ha muerto en la sociedad. Que asume otras formas, eso sí es cierto. Y hay un fenómeno que crece mucho que resumiría en la expresión: creer sin pertenecer. O sea: Dios no ha muerto, pero no tengo la necesidad de pertenecer a una institución. Lo números lo dicen: 54% de católicos, pero solo 3 ó 4% practican, entonces lo regular no es la práctica, es lo otro. Lo normal se ha vuelto una pertenencia laxa.

DIOS POR TV. —¿Se dará en Uruguay, como en otros países una competencia fuerte de las religiones en los medios de comunicación?

—Somos muy uruguayos, aun en lo religioso, muy cercanos en algunas cosas, muy distantes en otras. La competencia no sé hasta dónde llegará. Creo que la Iglesia Católica no sabe muy bien qué hacer con los medios. En muchos países todas las iglesias asumen que los medios de comunicación son muy importantes y tienen medios, cadenas de medios, televisoras, diarios.

Los medios de comunicación para las religiones son un gran desafío. Ya hay cierres de emisión en radios y televisoras con mensajes religiosos y la iglesia católica dio un paso hacia un medio de comunicación que por ahora tiene al frente a un sacerdote, no a un experto en comunicación. Los medios están dentro de nuestra vida, son sustanciales para nuestra cotidianeidad, tarde o temprano las religiones van a apelar a ellos.

—¿La crisis económica favorece el aumento de la religiosidad?

—Creo que el impacto viene desde hace tiempo y consiste en la convicción que tienen los uruguayos de que vivimos en un mundo inseguro. Pero creo que la crisis económica trajo más bien resentimiento que búsqueda de lo trascendente. Hay un resentimiento acumulado, por expectativas positivamente creadas y después no satisfechas. No comparto la idea de que con las crisis económicas la gente sale corriendo para lo religioso. Eso es una falacia y parte del paradigma positivista de la caída de la religión, de que la religión es algo para ignorantes que cuando hay una crisis salen corriendo a refugiarse en lo religioso.

—Usted señalaba que más del 80% de los montevideanos son religiosos, pero la gran mayoría esta fuera de las instituciones religiosas. Algo parecido pasa con los partidos políticos, todo el mundo se define como colorado, blanco o frentista, aunque muy pocos tienen carnet de afiliado...

—Este es un fenómeno de la posmodernidad o de la modernidad tardía: la ruptura de un paradigma donde lo institucional tenía la manija de todo, el partido, la iglesia, el Estado.... esa forma de ver el mundo se ha roto y se va a expresar en todas las instituciones sociales, incluida la religión. A los partidos le pasa lo mismo, tienen afiliados, militantes, no afiliados y votantes, son cuatro categorías pero todos pasan por el cerno de lo político. Cada vez más las sociedades quieren vivir su propia vida y han ganado en libertad sobre las instituciones, cualquiera sean ellas.

Somos creyentes y laicos, no abdicamos de ninguna de las dos cosas.

Bautismo sigue firme entre los uruguayos

El estudio del sociólogo Néstor Da Costa —especializado en sociología de las religiones y autor también del libro "Creencias y religiones" junto a Pablo Mieres y Guillermo Kerber— apunta que en la Iglesia Católica la práctica de los sacramentos ha bajado notoriamente. Sin embargo la práctica del bautismo solamente ha bajado del 94% al 85% del total de la población, lo que implica que también practican el bautismo muchos que no son católicos. Da Costa explica que los sacramentos son un rito de pasaje y el bautismo una puerta de iniciación en la religión, pero que estando los niños de por medio las actitudes tienen otra flexibilidad. "Generalmente son las madres las que llevan adelante lo que llamamos la reproducción cultural, la transmisión de los valores centrales y también las mujeres son más religiosas que los hombres. Por eso son usualmente las que llevan la iniciativa para bautizar a los niños. Salvo que el padre tenga una posición antireligiosa militante prima el crtierio de que: bueno, mal no le va a hacer". dice Da Costa. El cientista social subraya que sigue existiendo una fuerte presión social hacia aquellos que no quieren bautizar: "Es visto como un hecho que tiene que ver con acercar a un niño a Dios y llegado el aumento, aunque sea por la dudas aún muchos que no creen terminan aceptándolo o acompañando el deseo de su pareja".

Una investigación ambiciosa y muy reveladora

"Religión y sociedad en el Uruguay de comienzos del siglo XXI: Un estudio de la religiosidad en Montevideo", la tesis doctoral del sociólogo Néstor Da Costa incluye una encuesta realizada por el autor en 2001 —Da Costa también ha trabajado como responsable de sondeos de opinión pública—, otra de 1994 y una análisis de relevamientos de opinión hechos en 1955 y 1964 por grupos católicos, además de otras investigaciones. Del cotejo de esas mediciones extrae los siguientes datos y tendencias:

—La creencia en la existencia de Dios ha disminuido del 87% (1954 y 1964) al 81% (1994 y 2001) en estos 47 años. A su vez se ha mantenido constante en los últimos 7 años.

—Hubo variación en la cantidad de ateos, pasaron de un 9% a un 14% para luego reducirse a un 12%.

—Aumento, disminución y nuevo aumento de quienes dudan de la existencia de Dios.

—Aumento de creyentes cristianos evangélicos desde un 2,3% en 1954 a un 5% en 1964, pasando a un 12,6% en 1994 y manteniéndose en un 12% en 2001.

—Fuerte disminución de creyentes judíos, de un 3,4% a un 0,3% que se mantuvo constante en las últimas mediciones.

—Fuerte caída de la práctica sacramental católica (casamiento cayó del 70% al 30%).

—Cada vez son más los que no rezan nunca: pasaron de ser un 4% a un 39%.

—Descenso sostenido de quienes afirman que no existe nada después de la muerte pasando de un 33% a un 27% y luego a un 19%, y aumento de quienes afirman que efectivamente hay algo después de la muerte, pasando de un 24% a un 46%.

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