MINAS | F. BONHOMME
Hablar de turismo histórico en Uruguay es asociar la idea con Colonia y sus calles empedradas, el Real de San Carlos o la Ciudad Vieja en Montevideo.
Difícilmente el turista considere a Minas como un lugar con un turismo histórico. Sí con el paisaje agreste de las sierras, los cauces de las aguas cristalinas, las quebradas, el cerro del Verdún, Arequita, Penitente y los paseos que miles de excursionistas han realizado a través de los años por la tierra de Lavalleja.
Pero escondido celosamente, con una historia que podría remontarse a 3.000 años de antigüedad, surge el Valle del Hilo de la Vida.
A tres kilómetros de Minas, por la ruta 60 que lleva al cerro Pan de Azúcar, está el cartel que muestra la entrada. Un camino angosto serpentea los cerros y termina en una portera. Solo en ese momento, el visitante logra divisar sobre el filo de una de estas elevaciones dos pequeños túmulos casi confundidos con la escasa vegetación, pero al llegar al lugar y en la ladera que da al poniente, se comienzan a descubrir varios más. La sensación de viajar en el tiempo aborda por completo al visitante.
El Dr. Gustavo Guerrero, propietario del lugar, junto a su familia, han trabajado intensamente en los últimos cuatro años para poder acondicionar el predio con la idea de educar a la gente acerca de este tesoro que hoy está abierto a quien quiera conocerlo.
El trabajo no ha sido de remodelación, sino de manutención, de no tocar nada, mantener todo en su forma original y evitando a toda costa que manos humanas puedan dañar las estructuras.
Estas no son simples amontonamientos de piedras, sino faros para las almas de quienes morían y no asumían ese estado, quedando el alma dando vueltas sin rumbo. Las construcciones entonces servían para recoger esos espíritus perdidos y guiarlos al más allá.
El valle es el último vestigio arqueológico descubierto de la civilización charrúa y brinda al entorno minuano un paseo histórico que se complementa con los museos de la ciudad.
Los Guerrero han invertido mucho dinero en la remodelación de una vieja tapera convirtiéndola en un hermoso parador, respetando las normas y estilos de construcción del lugar, en base a madera y piedra laja, donde el turista luego de un viaje al pasado, puede recuperar energías y disfrutar amenas charlas sobre la magia del lugar. La familia manifiesta que si bien todo el trabajo ha requerido grandes inversiones económicas, lo que más se ha gastado es tiempo de estudio, de investigación para poder estar bien informados, para transmitir con fundamento la historia del lugar, habiendo recibido una importante colaboración de historiadores y profesores de diversas áreas que han llegado a estudiar este particular paisaje escondido entre los cerros de Lavalleja.
ORÍGENES. Los pueblos originarios de la pradera oriental se hicieron predominadamente nómadas a partir del siglo XVII para sobrevivir a las persecuciones. De épocas anteriores quedaron huellas de agricultura, sus sorprendentes instrumentos de piedra tallada y pulida y las grandes piedras pintadas con trazados geométricos complejos, algunos de los cuales se reproducían en los mantos de piel de los charrúas del siglo XIX o en los dibujos del joven Tacuabé, prisionero en Francia en 1833.
Además de los túmulos rituales, se han encontrado otros vestigios de esta interesante civilización indígena uruguaya. Grandes construcciones de piedra suelta fueron desmontadas para reciclar sus piedras ya trabajadas y emplearlas en casa, en largos muros linderos de estancias y corrales circulares para la ganadería extensiva y criolla. Este reciclaje fue masivo entre 1750 y 1870.
LEYENDA. Sobre este lugar sagrado se erigen múltiples historias que alimentan el misterio.
Una muy particular cuenta que el día que regresaron los restos del cacique Vaimaca Perú al Uruguay desde Francia, una densa niebla cubría el paisaje serrano.
Era un día más de invierno, pero al promediar la tarde y en el preciso momento en que los restos del charrúa tocaban suelo uruguayo, un rayo de luz se abrió paso entre la niebla y dio justo en medio del túmulo de mayor tamaño que aún se encuentra en pie.
El viaje de Perú había finalizado. Instantes después, el rayo de luz se desvaneció.
Datos
A los primeros pobladores del Uruguay se les asigna una antigüedad aproximada de 9.000 años.
A los habitantes de estas zonas se les llamó Fueguinos, Lánguidos y Pampinos. Estos últimos están considerados como los ancestros de nuestros charrúas.
Esta etnia de cazadores nómades conservaban su idioma y se desplazaban en grupos por las zonas de Río Grande y de la Banda Oriental.
Esta etnia encontró su fin en 1831, cuando el primer presidente uruguayo, el general Fructuoso Rivera, se encaminó hacia la región donde merodeaban y organizó un operativo de genocidio sin atenuantes.