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"Ustedes son calmos, tienen una elegancia única"

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Pilar Sordo. Foto: archivo El País
Conferencia de la psicóloga Pilar Sordo organizada por H. Conrad en Punta del Este, ND 20120106, foto Inés Guimaraens
Archivo El País

La psicóloga, escritora y conferencista chilena vuelve a estar en Enjoy Punta del Este, Hotel Conrad. Esta vez presentará la conferencia “El desafío de ser feliz” el día 4 de febrero.

Confesó a El País que se hará un tiempo para cumplir con su compromiso tras prestar ayuda en la contención psicológica de personas afectadas por los incendios de grandes magnitudes que se están desarrollando en su país. Propone asumir un camino de compromiso personal con la felicidad aplicando los estudios que viene desarrollando desde hace 30 años.

—¿En qué consistirá su nueva presentación y conferencia en Punta del Este?

—Presentaré las actualizaciones de mis estudios sobre la felicidad que ya llevan 10 años en el mundo hispano. Voy a contar los últimos descubrimientos en este concepto tan vendido y manoseado. La idea es mostrar una visión más fresca y concreta. Para mí tiene mucho sentido poder contar esto con todo lo que está pasando en Chile, nos estamos quemando por completo. Acá los ánimos están mal, todo el país está angustiado. Para mí es muy difícil ir a Uruguay, tuve que postergar la ida a los incendios para poder estar allí y luego volver.

—¿Qué iba a hacer en la zona de los incendios?

—Contención, que es lo único que sé hacer, tratar de abrazar, escuchar y lo que me manden, allí quiero estar, más no sé hacer. Hay gente especializada que está haciendo cosas mucho más complejas.

—¿Los latinos somos un poco infelices?

—No, el estudio prueba que ser feliz es una decisión que se toma conscientemente cuando uno está mal y no cuando se está bien. No pasa por estar contento, puedo ser feliz y estar triste o estar viviendo un duelo. Hay países en que la gente tiene más capacidad que otros para tomarla. Hay países que tienen más capacidad para estar alegres pero no necesariamente para tomar la decisión, hay otros que son menos eufóricos pero sí se resuelven a ser felices.

—¿Eso de qué depende?

—Depende de la historia del país y lo que haya aprendido. El país que salió mejor evaluado en nuestro estudio fue Colombia.

—Un país en guerra.

—Cuando se les pregunta a los colombianos por qué creen que salieron primeros dan varias razones, la más importante es que son un país con conciencia de muerte, la gente que tiene esa conciencia es la que más disfruta de la vida. Ellos tenían un campo de elección para haberse quedado pegados en el miedo pero optaron por disfrutar del día a día. Eso implica gozar de los vínculos, valorar el presente. Es una gran diferencia con Brasil que, siendo un país muy alegre, le cuesta mucho tomar la decisión por falta de rigor y fuerza de voluntad, que es lo más importante del estudio.

—¿Qué pueden hacer los gobiernos por apuntalar la felicidad de la población?

—Hay países que tienen ministerios de la felicidad. Los estados tienen que generar situaciones para que a las personas se les haga más fácil la convivencia. Se debe buscar que la relación entre las personas con más o menos poder sea amable, con buenos vínculos sociales.

—¿Cómo salimos evaluados los uruguayos en el estudio?

—Superbien, por la capacidad que tienen de generar un vínculo grato con el otro, que los hace resaltar dentro de América Latina.

—Aquí nos vemos como una sociedad gris, triste, un poco melancólicos. Dicen que somos como un tango.

—Ustedes son calmos, no es lo mismo que tristes o grises. Comparados con la euforia argentina que es muy intensa y exaltante, los uruguayos tienen como una elegancia que no se encuentra en otro lado. Tal vez se podría interpretar esa elegancia como tristeza que no es comparable con la argentina tan exaltante. Ustedes tienen una cosa muy cordial, de mirar a los ojos y del encuentro familiar. Lo gris y melancólico no les hace justicia. Uno llega a Uruguay y baja los decibeles, creo que hasta el colesterol y la presión alta, cuando uno va a Argentina seguro le da un pico de presión.

—¿Qué puede hacer uno por ser feliz?

—Trabajar la voluntad, que es lo más complicado, en particular cuando uno lo está pasando mal. En lo personal estoy pasando por momentos difíciles y tengo que poner en práctica todos los días lo que digo. En lo que uno puede jugar es en la voluntad, hay que darle una vuelta de rosca a lo que uno vive junto al sentido del humor y la fe. La conferencia que voy a contar es muy divertida, la gente se va a reconocer en muchas de las cosas que planteo y eso hace que se rían. También es muy movilizadora, hay muchas historias de personas concretas, algunas de ellas sobre los incendios, que muestran esa opción que tenemos de hundirnos o salir adelante.

—¿Usted es feliz?

—Sí, pero no es que no tenga problemas. Soy feliz porque este estudio me enseñó que no podía esperar estados de plenitud ni placer para poder serlo y que había que aprender a caminar por la vida con los dolores y no esperar que ellos pasaran. Sí, soy feliz.

—¿Sus hijos son felices?

—Habría que preguntárselo a ellos, yo los veo construyendo sus sueños y decidiendo ser felices también, con una madre loca, pero es lo que les tocó a los pobres.

—¿Cree que el común de la gente está cada vez más lejos de la felicidad?

—Creo que está cada vez más en búsqueda, un término que no me gusta porque implica encontrarla fuera de uno. Hace poco en Managua me decía alguien que la gente está buscando darle sentido a lo que hace. El no saber para qué se trabaja, compra o se gasta, está produciendo una masiva sensación de saturación. Creo que eso lleva a que la gente vuelva hacia sí misma.

—¿Cómo observa los cambios tecnológicos? ¿Se es más feliz por estar más comunicado?

—No, para nada. Un boliviano me dijo que la tecnología acerca a los que están lejos y aleja a los que están cerca. La voluntad de los padres de controlar esos espacios tecnológicos por conversaciones reales, cara a cara en una mesa son cosas que se tienen que regular dentro de las casa. Los padres deben dan el ejemplo.

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Pilar Sordo. Foto: archivo El País

PILAR SORDOPABLO MELGAR

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