La estabilidad en la pareja, los recursos económicos o la exigencia emocional son algunas de las consideraciones que la gente pone sobre la mesa a la hora de tomar una de las decisiones más determinantes de la vida: tener o no tener hijos y cuántos.
Uruguay atraviesa una crisis de natalidad desde hace años: en 2024 nacieron menos de 30.000 niños en el país. Ese número materializa de forma concreta la baja en la fecundidad, el motor fundamental de la caída poblacional que preocupa tanto a académicos como a políticos.
La caída en la fecundidad no da tregua: a los académicos uruguayos que intentaron predecir en los últimos años cuál sería el piso, la realidad los sorprendió cada año con números aún más bajos. La tasa global de fecundidad actual en Uruguay está en 1,18 (hijos por mujer), indicó Ignacio Pardo, sociólogo del Programa de Población de Udelar, durante un seminario organizado por la Facultad de Ciencias Sociales que buscaba debatir sobre las diferentes aristas más allá de los números.
Lo de Uruguay no es un caso aislado, los números de la región y el mundo dan cuenta de esa caída a nivel global. Aunque el país sí parece haber tenido un descenso precoz con respecto a la región. “Me parece muy sorprendente el rápido descenso en tan poco tiempo. Y el descenso (en la cantidad de embarazos) entre los jóvenes y entre los treintañeros al mismo tiempo es inusual en el contexto mundial”, dijo a El País Sara Hayford, directora del Instituto de Investigaciones de Población de la Universidad de Ohio que expuso durante el seminario el caso de Estados Unidos.
Hayford estudia cómo las personas planifican sus comportamientos relativos a la formación familiar y presentó datos de diferentes estudios. “La fecundidad ha estado disminuyendo en todo el mundo en los últimos 20 años. Ha estado disminuyendo especialmente en lugares de altos ingresos, pero también en los de ingresos medios y bajos”, dijo la demógrafa.
En Estados Unidos, al igual que en Uruguay, el descenso se explica por la baja en las tasas de fecundidad entre las mujeres más jóvenes y los embarazos no planeados. Entre los factores que explican la baja, la académica mencionó el aumento en el uso de métodos anticonceptivos de acción prolongada y el aumento de los temores sobre la estabilidad económica a largo plazo.
Al hablar de planificación, Hayford señaló que en su país cuando le preguntan a las mujeres de 20 a 24 años cuántos hijos planean tener la respuesta sigue siendo, en promedio, la misma: dos hijos. El problema, dice Hayford, es que eso puede ser un plan o simplemente un deseo.
Y la evidencia de los grupos anteriores —recogida mediante encuestas nacionales de crecimiento familiar en Estados Unidos— muestra que las personas tienen en realidad menos hijos de los que planean tener.
¿Qué lleva a la gente a cambiar sus planes reproductivos? Por un lado, la demógrafa mencionó los problemas de fertilidad. Si bien la tecnología ha avanzado, “la reproducción asistida es muy costosa en la mayoría de los países. Es de difícil acceso. Y es muy invasiva y dolorosa, incluso cuando se puede acceder a ella”.
Asimismo, Hayford señaló que aparecen otras consideraciones en competencia como el trabajo, la relación romántica o los requisitos económicos. “Las personas prefieren una pareja estable antes de tener hijos. Y prefieren estar en pareja con alguien que consideren un buen padre o madre. Por lo tanto, si a las personas les cuesta encontrar una pareja estable y esperan más tiempo para casarse, esto puede retrasar la maternidad y, en última instancia, reducir la fertilidad”, explicó.
También hizo referencia a cómo la percepción juega un papel preponderante hoy en día. Es decir, no solo importan las circunstancias económicas sino también la percepción subjetiva de las circunstancias actuales y futuras.
La exigencia emocional es otra de las consideraciones que entra en juego. “He investigado a jóvenes adultos sin hijos, preguntándoles cuándo creían que sería un buen momento para tener un hijo y qué creían que necesitaban. Algo que me sorprendió fue que creen que es muy importante tener buena estabilidad emocional, buenos recursos emocionales y buena salud mental antes de tener un hijo. Que realmente piensan en ser buenos padres, y para ellos, ser buenos padres implica madurez, estabilidad y salud mental”.
A esto se suma la idea del cambio en la estigmatización sobre tener una familia pequeña o directamente no tener hijos, que ya no es juzgado de la misma manera como ocurría 20 años atrás.
Sin embargo, la demógrafa también mencionó el papel preponderante de las redes sociales hoy en día y cómo algunos jóvenes toman como referencia los videos de maternidad y paternidad que encuentran en redes como Tik Tok para hacerse la idea de lo que es criar hijos.
Consultada sobre la posibilidad de que aumente el deseo de maternidad o paternidad en el futuro, Hayford responde: “Creo que mucha gente aún tiene ideas muy positivas sobre la paternidad y desean esa relación, la relación con su hijo. Así que creo que, en ese sentido, aún existe el potencial. No es que no les interese, no es que no lo piensen. Lo están pensando con mucho cuidado, y tener un hijo se siente como una decisión muy importante. Así que creo que existe la posibilidad de que tomen esa decisión. Y ver a la gente a su alrededor teniendo hijos, ofrece diferentes ejemplos de los que la gente puede aprender”.
¿Las políticas públicas funcionan?
Hayford también expuso sobre la posibilidad de aplicar políticas públicas para tratar la baja en la fecundidad, como subvenciones para los padres, políticas que reducen los costos de tener o criar hijos o que facilitan la combinación entre trabajo y crianza. Sin embargo, expresó que es muy difícil medir su impacto y que en los casos en los que se ha intentado medir, parecería que la mayoría no son demasiado eficaces.
“Pueden tener impactos pequeños, a corto plazo, pero no parecen tener un impacto sostenido. Pero quiero señalar que muchas de estas políticas son buenas de todos modos”, dijo. También mencionó que un enfoque solo basado en números puede traer consecuencias sociales y limitar la autonomía reproductiva.
Fecundidad adolescente, el gran debate
En Uruguay, una de las causas que explica la baja en la tasa de fecundidad tiene que ver con la reducción en los nacimientos de madres adolescentes. Durante un panel de discusión, los expertos señalaron que mientras que hace dos décadas la cifra de embarazos de madres adolescentes (15 a 19 años) escalaba a 60 cada mil mujeres, actualmente se sitúa en una cifra cercana a 20 cada mil.
Los expertos coincidieron en que si bien los números muestran grandes avances, algunos aún siguen generando alarma, como la cantidad de menores de 15 años que siguen concibiendo embarazos, en su amplia mayoría no intencionales.
Mónica Gorgoroso, referente técnica en salud sexual y reproductiva de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), expresó que los desafíos han cambiado en tanto la adolescencia no es la misma que la de hace 15 años atrás y que uno de los mayores retos para la institución es trabajar caso a caso en los embarazos de menores de 15 años.
“Esos embarazos que siguen ocurriendo y que son la gran mayoría de ellos no deseados, son el emergente de una situación muchísimo más complicada que no se mejora con anticoncepción. Las adolescentes que enfrentan una crianza, están en los estratos más vulnerables en este momento y no tenemos una política específica para ellas más allá del embarazo”, expresó.
Efecto rebote: Asse percibe aumento en algunas franjas
Estudios internacionales han mostrado que ante la caída de las tasas de fecundidad, puede esperarse que en algún momento se dé una ligera recuperación, impulsado por una concentración de nacimientos de las mujeres que deciden aplazar el embarazo.
Gorgoroso mencionó que en ASSE los números empiezan a mostrar un aumento del porcentaje de embarazos en mujeres de entre 25 a 29 años, con una recuperación de siete puntos porcentuales desde 2015.