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Un duelo que marcó la historia: a 100 años de la muerte de Washington Beltrán

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Washington Beltrán. Foto: Archivo El País

EL TRÁGICO FIN DE UN SUEÑO

La luctuosa jornada del 2 de abril de 1920 marcó el fin de una corta, pero fecunda trayectoria.

-¿Washington, seguro que no hay duelo? -le preguntó Elena.

-No, mi amor, me voy a jugar al tenis.

-Está lloviendo…

-Es una garúa pasajera -respondió, y le dio un beso en la frente, le acarició el vientre que acusaba un embarazo de siete meses y medio y enfiló hacia la puerta apurado, temiendo más preguntas de su mujer.

-¿Venís a almorzar?

-No, almuerzo con Leonel y con Eduardo en el Centro.

-No comas carne, es Viernes Santo.

-Comeré bacalao, como todos los Viernes Santos.

Con estas palabras, Washington Beltrán se despidió de su mujer Elena Mullin, a las 8 y 30 de la mañana del 2 de abril de 1920. Vestía un traje gris claro con chaleco, llevaba un sombrero de paja en la mano derecha y en la izquierda un bolso de cuero del que sobresalía una raqueta para un partido de tenis que nunca jugaría. Bajó rápidamente la escalera de su casa de la calle Nubel N° 15 (hoy Félix Olmedo 3532) y a paso redoblado se dirigió por avenida Buschental a encontrarse con sus socios y ocasionales padrinos, Leonel Aguirre y Eduardo Rodríguez Larreta. Habría duelo y sería en el Parque Central. El diputado blanco, co-director y fundador de El País, se batiría a pistola con el dos veces presidente de la República y propietario y director de El Día, José Batlle y Ordóñez. Beltrán nunca había empuñado una pistola, sí era diestro en esgrima. Batlle era un experto tirador que se entrenaba todos los días en el polígono que tenía en su casa. Beltrán tenía 35 años, Batlle 63. Aquel duelo y su desenlace marcarían un antes y un después en la vida política del Uruguay.

Washington Pedro Beltrán Barbat había nacido un 7 de febrero de 1885, en la entonces villa San Fructuoso (hoy Tacuarembó). Era el quinto y penúltimo hijo del matrimonio compuesto por el procurador argentino de simpatías coloradas Luis Beltrán y por Jacinta Barbat, hija del caudillo blanco Juan Barbat, a quien Fructuoso Rivera llamaba “Cabecilla Barbat”.

El año 1888 fue aciago para los Beltrán. En febrero murió don Luis, tres meses más tarde falleció Elmira, la mayor de los hermanos. El año se cerró con el deceso de doña Jacinta, de tuberculosis, con tan solo 32 años. Washington y sus hermanos quedaron al cuidado de su abuela María Josefa Barbat. Fue un tiempo de muchas privaciones y que marcó para siempre su temperamento. A los 12 años terminó Primaria y debió abandonar los estudios para trabajar. Era el hombre de la casa. Fue gracias al director de un colegio privado de San Fructuoso, que vio en él condiciones intelectuales poco habituales, que pudo cursar Secundaria después del trabajo. Su actuación fue tan destacada que la Asociación Rural local lo becó para que continuara sus estudios en Montevideo. En 1900, dejó su pago natal rumbo a la capital. Hizo entonces Preparatorios y luego Facultad de Derecho.

El pichón de águila.

En Montevideo, comenzó a militar en la Juventud del Partido Nacional. En 1905, a los 19 años, pronunció su primer discurso político ante una numerosa asamblea en el Club General Saravia. Recién había terminado la Guerra de 1904 y Beltrán exhortaba a los compatriotas a acudir a las urnas como única forma de enfrentar el poder que ejercía el entonces presidente José Batlle y Ordóñez.

“No vengo a esta tribuna a predicar el odio, ni a hacerlos retroceder a la negra noche de las pasiones embravecidas (…) Debemos concurrir a las urnas, porque lo manda el Partido Nacional, en nombre de esas tumbas gloriosas, de esos hogares enlutados…”

Su vehemente oratoria y el interés que despertaba entre quienes lo escuchaban, llevó al escritor y dirigente blanco Carlos Roxlo a bautizarlo como el pichón de águila. “Algún día desplegará sus alas y con mirada certera, llevará al Partido Nacional a la cima más alta”, afirmaba.

Washington Beltrán. Foto: Archivo El País
Washington Beltrán. Foto: Archivo El País

Por esos años comenzó también a ejercer el Periodismo. Lo hizo en La Democracia, el diario de Luis Alberto de Herrera, que precediera a El País.

Su actuación en la Facultad fue brillante: de los veintitrés exámenes que rindió, en veinte obtuvo Sobresaliente, en los dos restantes logró Sobresaliente Muy Bueno y en el tercero Muy Bueno Sobresaliente. La Universidad de la República lo premió con una beca a Europa para estudiar temas vinculados a la delincuencia juvenil.

El título trajo aparejado el casamiento con Elena Mullin Moenckeberg, integrante de una familia de ascendencia irlandesa y alemana y profundamente católica. El matrimonio se concretó el 29 de abril de 1912; el viaje, un par de semanas después.

La sombra de un duelo.

Beltrán accedió a su primera banca de diputado en 1914. Lo hizo en representación de Tacuarembó. Dos meses después, en abril de 1914, llegó el primer hijo; Jorge Washington lo llamaron. En marzo de 1916 nació María Elena; en febrero de 1918, Enrique; y en mayo de 1920 (el mes siguiente al duelo) nació Martha María.

Desde entonces su actividad política fue en ascenso. Su participación en la Asamblea Constituyente de 1917 fue clave para la redacción de la nueva Carta Magna. Pese a no ser católico, logró poner límites al afán laicista de Batlle y Ordóñez y pudo consagrar una de las reivindicaciones históricas de los blancos: el voto universal y secreto.

En setiembre de 1918, salió por primera vez El País y con él la vida de la familia cambió. Eran tiempos de pasiones políticas que se traducían en violentos ataques a través de la prensa. Desde el fin de la Guerra de 1904, los enfrentamientos entre blancos y colorados habían cambiado de escenario. El campo de batalla se trasladó a las páginas de la prensa. Ya en su primera edición, El País libró un durísimo combate contra El Día. Elena vivía en una angustia permanente, temía que a su marido lo mataran o que fuera retado a duelo. Temía, o tal vez presentía, que se acercaba el fin de un sueño.

El jueves 1° abril de 1920, Elena se encontraba en la sala de su casa, leyendo el diario. Washington aún dormía. Cuando leyó “¡Qué toupet!”, corrió al dormitorio.

-Washington, despertate.

-¿Qué pasa?

-¿Vos escribiste este artículo? -le dijo desesperada y agitando el diario.

-¿Qué artículo?

-¡Qué toupet!...

-Sí.

-Esto te cuesta un duelo. ¡Dios mío! Batlle te va a retar a duelo.

La foto del "pichón de águila" y sus hermanos.

Foto familiar de la familia Beltrán. Foto: Archivo El País
Foto: Archivo El País

La única fotografía que se conserva de la niñez de Washington Beltrán. Fue tomada el 1° de setiembre de 1891, en San Fructuoso, por M. Brunel, según se lee en el reverso del cartón que acusa el paso de los años. Habían fallecido los padres y Elmira, la hermana mayor de la prole. En el centro Josefa María, a la derecha Alfredo, a la izquierda Luis. Debajo, Lincoln, el único con el pelo largo y enrulado. A su lado, el “pichón de águila”, con tan solo seis años de edad, ya tenía su característica e inconfundible mirada.

El saludo desde el bronce en su plaza

Monumento a Washington Beltrán. Foto: Archivo El País
Foto: Archivo El País

Desde el año 1992 Washington Beltrán tiene su monumento en Montevideo que se encuentra ubicado en la plazoleta que separa Agraciada de Félix Olmedo, enfrente a la que fuera su casa. La erección y ubicación del monumento se hizo en cumplimiento de una Ley del año 1988. Fue inaugurado por el entonces Presidente de la República, Luis Alberto Lacalle Herrera, que pronunció un enjundioso discurso sobre el pensamiento político de Beltrán y su inalterable vigencia a los largo de los años.

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