Macarena Vidal
La ruta 7 se abre paso en la noche cerrada, sisea, se endereza, duda y se interna una y otra vez en pueblitos de nombres sugestivos. Es tarde, es viernes y tan solo las luces de las estaciones de servicio o los tubos de luz de algún bar pintoresco nos regalan porciones de historias pueblerinas: un partido de cassis, una grapa compartida o un surtidor de nafta que sacia la sed del vehículo de un viajero nocturno. La ruta vuelve a adentrarse en la espesura de la noche y ahora sólo resta continuar el mate y prestar atención a los carteles que nos llevarán a un nuevo pueblo, a una nueva historia.
Estamos en Florida, la tierra que alguna vez fue el hogar de Alejandro Gallinal, un personaje de ribetes caudillescos al cual los habitantes de Cerro Colorado —pueblo emplazado a escasos 17 km del casco de San Pedro de Timote— rinden culto desde hace varias décadas.
Tal vez sea por eso que sólo bastó la propuesta para que todos los pobladores se prepararan con honores casi propios de una fiesta nacional. La idea, como todas las buenas, era simple: un grupo de periodistas y asiduos concurrentes de las dos estancias vecinas (San Pedro de Timote y Parada de Arteaga), recorrerían casi 50 km a caballo, con distintas paradas que incluirían, por supuesto, el pueblo de Don Alejandro.
MADRUGON. El camino de ripio termina en el majestuoso portal de San Pedro de Timote, tenuemente iluminado por farolas coloniales que dejan entrever paredes blancas y delicados azulejos de estilo portugués. Esta casona solía ser el epicentro de vastos dominios camperos pertenecientes a la familia Gallinal. En sus paredes han quedado grabados unos cuantos episodios de la historia de nuestro país y mucho del espíritu de Alejandro Gallinal, hombre de letras y de acción. A cada paso por la estancia es posible disfrutar de su filosofía de vida que dejó impresa en azulejos pintados a mano, cada uno de los cuales ostenta una frase que invoca a la reflexión o al esparcimiento.
El personal recibe a los somnolientos viajeros y los guía al comedor. Cena por medio, se dibujan los planes para la mañana siguiente. Es así que, mientras degustamos sabores que por caseros no dejan de ser elaborados (tarteleta de puerros, pollo al curry y zócalo de chocolate para completar), nos enteramos que la jornada comenzará al día siguiente… a las 6 am. Apuramos entonces la cena: el descanso se impone.
A la hora establecida, abordamos una camioneta que nos llevará hasta Parada de Arteaga, punto de partida de nuestra expedición. El campo se despierta mientras una leve brisa va dispersando la niebla y el paisaje se sacude las gotas de rocío; las nubes cargadas de lluvia se comban hacia tocar la línea del horizonte y amenazan con aguar la fiesta.
Luego de una media hora de viaje, ya nos encontramos bajo una quincha dispuesta frente al antiguo edificio de Parada de Arteaga, donde sus dueños nos reciben con un típico desayuno campero compuesto por mate, café, pan casero y asado. Aunque sorprendidos por la propuesta, los estómagos de este grupo citadino no pueden negarse a este recibimiento.
Mientras calentamos el cuerpo y se asignan las monturas, programamos una vuelta de reconocimiento por este exquisito reducto. Parada de Arteaga se caracteriza por un ambiente íntimo que convive sin mayores dramas con la magnificencia de su edificio. La majestuosa entrada ya nos deleitó con un puente de piedra y gruesas cadenas que marcan el camino hacia el casco, como si —una vez traspuestas— nos internáramos en un viaje en el tiempo. En el antiguo edificio fundado originalmente por Margarita Heber de Arteaga domina la piedra y los azulejos de época; sus salones se presentan muy bien cuidados, amplios, exquisitamente decorados, cada habitación tiene su propia personalidad y mucho de su encanto original aún flota en el aire y en cada uno de los rincones que parecen invitar a la reflexión, la lectura o el descanso sin culpa. Silvana, su propietaria, tiene grandes planes para el establecimiento entre los cuales se cuenta un novedoso restaurante y un museo de esquila, todo en uno.
LA PARTIDA. Los cascos resuenan en el piso de ripio y las monturas manifiestan con relinchos su impaciencia. Tres miembros del Cuerpo de Blandengues lustran sus sables y empuñan pabellones artiguistas: ellos serán quienes junto a representantes de Timote y Arteaga, encabezarán la comitiva. Finalmente dan término los preparativos y partimos; en el grupo, abundan las familias con componentes de todas las edades: padres con sus hijos, hermanos, amigos… hay de todo, como en botica.
El primer tramo del recorrido nos obsequia con hermosos paisajes campestres en versión invernal: largas hileras de árboles de follaje rojizo, verdes praderas salpicadas por montículos rocosos que nos hacen zizaguear, subir y bajar para obtener una nueva perspectiva, una nueva postal.
Alternando el paso rápido con el galope llegamos a nuestra primer parada: San Juan. Sus propietarios salen a recibir al grupo e ilustrarlo con la historia del establecimiento pero el tiempo apremia, y, aunque nuestros cuerpos agradecerían un descanso, es hora de cumplir otro tramo hacia la estancia Forestación La Mundial.
El camino depara nuevos atractivos: espejos de agua donde abrevar a los sedientos caballos, más despliegue de flora y fauna autóctona, algunos chispazos de lluvia y hasta una antiquísima y misteriosa tumba perdida en el claro de un bosque de eucaliptus.
En La Mundial, el público presente ya estaba avisado de nuestra llegada y nos reciben con aplausos y vivas. Los jinetes (que ya empezamos a sentirnos importantes) aprovechamos el tiempo para husmear en el interior de la casa, tomarnos un café y degustar los clásicos sandwiches mixtos elaborados con pan casero.
ESPIRITU PATRIO. Nada preparaba a este desprevenido grupo para la calidez y la dimensión del recibimiento en Cerro Colorado. El grupo transitó otros tramos a campo traviesa, por rutas de ripio hasta hacer el ingreso en la Ruta 7 en dirección al pueblo. Con varias camionetas escoltándonos, empezamos a divisar las primeras viviendas de la población. En las puertas, mate en mano, varias familias aguardan el paso de los baqueanos embarcados en esta cruzada. A llegar a la parte más céntrica, constatamos con emoción que son varias decenas de personas las que se han aglomerado a la vera de la ruta para saludar efusivamente al pabellón nacional y los jinetes que lo acompañan.
A llegar frente al edificio del blanquísimo campanario, las nubes se han disipado y el sol brilla en lo alto. Esta joya de relojería —una de las únicas dos existentes en Sudamérica— es en realidad una enorme cajita de música cuyas campanas entonan diferentes melodías; en este caso nos reciben con el Pericón Nacional que oficia de prólogo de un breve discurso impartido por las autoridades, el cual todos saludamos con un emocionado "¡Viva la Patria!".
RETORNO. El asombro frente al episodio vivido en el pueblo aún flota en el aire y nos dá ánimo para completar este último tramo de 14 km hasta el casco de San Pedro de Timote. La promesa de un suculento asado, un baño y el descanso reparador alientan las espaldas y hombros de los jinetes que, a esta altura, comienzan a sentir los efectos de la cabalgata.
El grupo vuelve a coordinarse para hacer la entrada triunfal a San Pedro de Timote, donde un nuevo grupo nos aguarda. Fotos, vivas y saludos marcan el final de esta emocionante jornada. Las risas y bromas proliferan al desmontar y, mientras todos se desplazan hasta el comedor, es muy fácil identificar quiénes son los recién llegados de la cabalgata por el curioso modo de caminar y las caras de placer frente al festival gastronómico que San Pedro nos regala.
Dice un dicho popular que "sarna con gusto no pica" y mientras el sol se despide del día y disfrutamos de un momento mágico frente a la enorme estufa a leña de la hermosa biblioteca, ya no quedan dudas… el esfuerzo valió la pena.
INFO UTIL
La entrada de San Pedro de Timote se ubica en la Ruta 7, a la altura del km 143, a 77 km de Florida y 160 km de Montevideo. Desde allí, tomando a la izquierda son aproximadamente 14 km por un camino de ripio hasta la tranquera de ingreso.
El hotel de campo cuenta con 38 habitaciones y alberga un máximo de 100 huéspedes. Posee restaurante, 3 salas de eventos, calefacción central, spa, biblioteca, sala de proyección de películas y una antigua capilla.
Entre las actividades y servicios se cuentan sauna, jacuzzi, piscina climatizada, 2 piscinas exteriores, ping-pong, cancha de tenis, basketball, frontón profesional, mountain bike, cabalgatas, paseos en carro, senderismo, cacería fotográfica y ordeñe manual.
Parada de Arteaga se ubica sobre la ruta 7 a la altura del km 158, a 100 km de Florida y 160 km de Montevideo.
La estancia cuenta con 30 habitaciones (18 de ellas con baño privado y 12 con baño compartido) que albergan un máximo de 60 huéspedes. Las instalaciones incluyen restaurante, biblioteca, sala de T.V y video y cancha de basketball techada.
Entre las actividades y servicios se cuentan una piscina, cabalgatas al Cerro Copetón, al cementerio de animales y al Bosque de los Ciervos, paseos en carro, caminatas al arroyo Mansa Villagra, paseos en bote, cancha de tenis, de fútbol y de voley y áreas recreativas para todas las edades.
En Internet:
www.lares.com.uy/paradaarteaga
www.lares.com.uy/sanpedrodetimote