Rosario Peña, tejedora de sueños

| Empezó a tejer a los once años, para ayudar a su madre. Hoy hace 120 prendas diarias y ha exportado por primera vez a Estados Unidos.

MARTHA AGUIAR

"A mi, si quieren matarme, tienen que atarme a una silla. Si no estoy en movimiento, me muero", dijo Rosario Peña, una simpatiquísima empresaria de Libertad, que ha logrado crear una fábrica de tejidos llamada R y O, con la que ha hecho su primera exportación a Estados Unidos. Mientras conversa ante el grabador rezonga al perro que pretende entrar a la cocina por una ventana, atiende el teléfono, pide servicios variados a sus hijos en la computadora, se mantiene conectada a todo lo que pasa alrededor con el mismo interés con que cuenta su historia. Ella tiene la fábrica en un enorme local dentro de su propia casa. Y el depósito de prendas, en casa de su madre. Con una charla amena y variada, le imprime un toque hogareño a una empresa que da trabajo a 25 personas y apuesta a mucho más. "Mi vida es algo complicada —dijo Rosario—. De repente estoy limpiando una olla, mientras converso por teléfono con un comerciante que quiere comprar mis prendas. Y me digo: pará Rosario, pará... Pero ¿cómo voy a dejar las ollas sucias?

A LOS ONCE AñOS. Franca, decidida, trabajadora, y algo "cararrota", como dice ella misma, Rosario logró cambiar su propio destino. Penúltima hija de una familia de once hermanos, fue dada en adopción a los cinco años, luego de que su padre falleciera y su madre se viera imposibilitada de mantener tantas bocas. Rosario se fue a vivir al campo y al cumplir los diez años enfrentó otra muerte: la de su padre adoptivo, tras una larga enfermedad. La situación se hizo muy difícil porque la plata no alcanzaba para comer. Rosario, que recién había terminado la primaria, le dijo a su madre: "Yo quiero hacer algo. Voy a empezar a tejer".

Unas vecinas le enseñaron, con la condición de que formara parte del plantel de tejedoras. Más tarde, sus padres le compraron la primera máquina de tejer, con el producido de la venta de una desgranadora de maíz algo vetusta. Rosario tenía apenas 11 años.

La niña tejía la lana junto a su madre adoptiva, que cosía las mangas y los cuellos de las prendas. Su casa carecía de luz eléctrica. Cuando pudieron, compraron una lámpara Aladin a querosene para continuar trabajando en la noche.

"No hice liceo. Fue una de las cosas que me quedó en el tintero, porque no había dinero para pagar el pasaje de ómnibus", cuenta Rosario.

A los 13, Rosario fue todavía a más. Decidió viajar desde el campo a Montevideo para ofrecer en las tiendas los productos que ella tejía. Embarazada de su hija, Rosario encontró un señor que le quiso vender los hilados que él fabricaba. "Mi sueño es vender mi propia producción", dijo Rosario. Logró comprarle quince kilos de hilado, a crédito. Tiempo después, llegó a comprar 5.000 kilos del mismo hilado. Apoyada por su marido Osvaldo, Rosario se encargaba de la producción y de la venta de su mercadería. Hoy, por razones de tiempo, ya no puede hacerlo.

LA CRISIS. En el año 2002, la crisis sorprendió a Rosario con una deuda ante el Banco República por una máquina de tejer recién comprada. Para colmo de males, le fueron "rebotados", cheques por valor de 30 mil dólares. La situación ameritaba una medida de fuerza. Cubrirse la cabeza con una almohada y ponerse a llorar, o volver a empezar. Con el espíritu luchador de Rosario, lo primero no se le pasó por la cabeza. Volvió a empezar, saliendo a buscar mercados en el interior y volviendo a confiar en que los tejidos serían pagados en tiempo y forma. "Ese el el orgullo que uno tiene y el amor que lleva dentro", dijo Rosario, quien reconoce que su fábrica es también su vida.

Durante la crisis, aprovechó para capacitarse en el Centro de Negocios de la Mujer donde participó de talleres. Allí aprendió, entre otras cosas, a no sobrecargarse de tareas y a compartir responsabilidades. "Yo hacía todo a mano. En el Centro Nacional de la Mujer, empecé a trabajar con computadora. El tiempo no da para todo. Hay que ver: aprendí a tejer, salí a vender, me ocupé de mis hijos y de mi casa. Nadie nos prepara para ser empresarias", dijo.

LA FABRICA. Hoy en día, Rosario confecciona entre 100 y 120 prendas diarias. Pantalones, buzos, chalecos y vestidos forman parte de su colección. En general, se caracteriza por preferir los tonos brillantes, como turquesa, rosado, verde manzana etc. Los hilados son comprados en Brasil. Hace prendas para niños, hombres y mujeres. Para estas últimas, aunque tiene todos los talles, se especializa en tamaños grandes, desde el 44 al 56. "Porque ese rubro estaba faltando en el mercado uruguayo", dijo. Abastece a dos locales propios en Montevideo, y tiene vendedores que recorren el interior. Tambien ha hecho exportaciones a Estados Unidos, luego de haber participado en un desfile de modas invitada por María Inés Strasser. También se dedica a uniformes.

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