La democracia está en retroceso a nivel mundial, lo que acentúa la peculiaridad del caso de Uruguay que sí la disfruta y plenamente y que debe evitar caer en la autocomplacencia a la que tiene tendencia, sostiene el periodista Tomás Linn, que acaba de publicar “El asedio a la democracia y el poco interés en defenderla”. En Uruguay todavía no hay “grieta” asegura. La amenaza a la democracia no viene hoy tanto de los cuartelazos clásicos sino del populismo que horada las instituciones desde adentro, considera. La democracia, dice, inevitablemente “es lenta y deliberativa” y no todos lo entienden. Además, no garantiza buenos gobiernos.
-Usted plantea en su libro que la democracia ha retrocedido en el mundo y que hay poco interés por defenderla. ¿Por qué esa falta de interés?
-El fenómeno actual que está debilitando las democracias es diferente a lo que vimos en el siglo pasado que eran los regímenes totalitarios, las dictaduras militares impuestas por la fuerza. Ahora no todos, pero casi todos los regímenes autoritarios llegan por el voto popular.
-No hay más cuartelazos...
-Claro, hay candidatos que una vez que ganan empiezan a horadar las instituciones. Todos estos tipos de gobierno de tipo populista plantean un relato muy simplificador. Vivir en democracia es aceptar que somos distintos, es aceptar que tenemos intereses diferentes, legítimos. Es una forma de gobierno que permite armonizar esas diferencias. Hay espacios donde se discute, hay espacios donde se negocia, hay espacios donde se pierde, hay espacios donde se gana. Son reglas de juego que no simplifican, simplemente organizan. Y yo creo que hay como una especie de demanda de simplificar los mensajes, de no complicar las cosas. Y muchos de estos gobiernos populistas vienen con un discurso mesiánico, “yo lo puedo arreglar”, como dice (Donald) Trump, yo los reflejo a ustedes, “yo soy el pueblo”, como decía (Hugo) Chávez, y la gente se descansa en lo que ellos deciden. Hay un fuerte ingrediente de relato, que no necesariamente es verdad, pero que la gente está dispuesta a comprar. La democracia garantiza la legitimidad del origen de los gobiernos pero no mucho más, no garantiza eficiencia.
-Hay que redoblar esfuerzos para que sea eficiente....
-Han surgido una serie de problemas nuevos, complicados, que están, que exigen solución, y la democracia es una forma de gobierno que discute y no resuelve en 24 horas. Estamos hablando de temas de inmigración, estamos hablando del narcotráfico, la inmigración islámica, el terrorismo. La democracia no da respuestas rápidas. Y ese es uno de los problemas por los cuales la gente empieza como a desconfiar de la democracia. Yo creo que lo que termina pasando es que se imponen estas especies de populismos autocráticos, que mandan decir lo que hay que hacer. La gente tiene una especie de rápida satisfacción que con el tiempo termina siendo otra frustración. La seguridad hay que fijársela como prioridad. Va a llevar un proceso de discusión. Y habrá que transar donde haya que transar. Y entenderse. Y llegar a un plan
-En este contexto, ¿cómo ve el sistema político nuestro que parece tener una tendencia a autoelogiarse y a ser autocomplaciente?
-Yo creo que hay motivos para ser autocomplacientes. Uruguay está muy bien ubicado. Tiene una democracia que funciona bien, las instituciones están, funcionan. Somos la democracia número 14 de 24 democracias plenas. El resto son o imperfectas o ni siquiera democracias. 24 democracias además que no son la mayoría de la población del mundo. Son países, los que tienen democracias plenas, que tienen poblaciones relativamente chicas, o sea, es muy poca la gente que vive en democracia, y en ese grupo están los uruguayos.
-¿No hay motivos para la inquietud?
-Hoy no veo. Se habla mucho de que hay riesgo de que haya una grieta, un poco por contagio de los vecinos. Creo que en Uruguay hay una polarización grande y de la polarización a la grieta hay un paso. Hay que cuidar de no dar ese paso... Pero no es lo mismo polarización que grieta
-¿El balotaje acentúa eso?
-No, no creo que sea el balotaje. Creo que simplemente hay como dos familias, dos formas de entender cómo debe funcionar el Uruguay que a veces hacen cortocircuito y no creo que el balotaje tenga que ver con eso. Yo soy muy favorable al balotaje en el sentido de que lleva a que el ciudadano asuma la responsabilidad de decidir quién va a gobernar.
-La Jutep tiene pocos recursos y no se termina de aprobar una ley sobre el financiamiento de los partidos. ¿No hay autocomplacencia?
-Los contralores en la sociedad a veces son más eficaces que la Jutep o lo que sea. En las democracias sanas es como funciona. Al final, es la propia gente vigilando y después castigando con el voto, castigando a través de la prensa. Son mucho más eficaces a veces que tener un organismo que si tiene recursos o no tiene recursos... y además que cuando falla siempre va a haber alguien que va a decir: “Ah, no, pero la decisión fue política”. Es la opinión pública bien formada con conceptos cívicos, que es lo que está faltando en muchas sociedades hoy, la que debería vigilar la corrupción.
-¿Se deberían liberalizar las drogas?
-Es un tema para el que no tengo respuesta. Mientras no estén liberalizadas y el comercio sea un comercio criminal, hay que combatirlo. En lo que no estoy muy de acuerdo es con regular y no liberalizar, que es un poco lo que se hizo en Uruguay con la marihuana. En Uruguay no se liberalizó el comercio de la marihuana que se compra donde está permitido comprar. Hay una especie de contradicción ahí que no está dando resultado. O se liberaliza o se prohibe pero no se hacen estas medias tintas.