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Luis Lacalle Pou: el hombre que halló la calma en el camino a la Presidencia

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Luis Lacalle Pou en la Rural del Prado un día antes de su asunción. Foto: Fernando Ponzetto.
FERNANDO PONZETTO

NUEVO PRESIDENTE

Siendo niño no esperaban nada de él; a los 25 años sorprendió con su vocación política y los mojones en su carrera le dieron el talante sereno que hoy exhibe.

Es inminente. Confía en la proximidad del milagro. Va a venir, va a venir, se dice para sus adentros. Lo esencial está, pero aún falta ese momento removedor que suele llegar en horas de la madrugada, cuando entre sueños las ideas empiezan a alinearse. Es martes 18, faltan 10 días para la ceremonia de asunción, y Luis Lacalle Pou espera, de bermuda y chancletas, ese rapto de inspiración que necesita para escribir su discurso.

Luis Lacalle Pou. Foto: Fernando Ponzetto
Luis Lacalle Pou. Foto: Fernando Ponzetto

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Sabe que falta poco. Y mientras no sucede, atiende en su casa al camión de mudanzas que se llevará sus muebles de jardín para recibir, en un entorno más propicio, al rey de España que almorzará allí en cuestión de días. Y mientras no sucede se pasea por su casa, pasa calor porque el aire acondicionado está roto, intenta con dificultad contestar un mensaje de Whatsapp a pesar de la insistente llamada de un desconocido que se le cuela en la pantalla, y les pide a los hombres del camión que no se lleven los equipos que necesita para entrenar. Bromea, se ríe, se divierte. Está sereno.

Vuelve al discurso. Sabe que deberá conjugar la emoción con la concreción. Tiene que haber referencias a la calidad de la democracia uruguaya, demostrada con este cambio de signo en paz, y a las responsabilidades políticas de todos. Planea hacer un diagnóstico del país que se encuentra para luego transmitir alguna pauta del camino a recorrer hacia el país que sueña.

Luis Lacalle Pou junto a su familia. Foto: Gerardo Pérez.
Luis Lacalle Pou junto a su familia. Foto: Gerardo Pérez.

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¿Es el más importante de su vida? Ya lo ha sentido otras veces y después se enfrenta a otro más importante. Quizás el que dará en marzo de 2025, cuando culmine su gobierno, será más importante, piensa ahora, porque ahí se verán los resultados.

Siempre el final es más trascendente que el comienzo.

De ti no espero nada.

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Es un día cualquiera de 1985, en la oficina del director del British Schools. Con sus 12 años y su metro y medio de altura, el reprendido escucha al que lo reprende en silencio, sin una mueca, pero con mirada altiva.

A sus 86 años Miryan Clerici recuerda bien a aquel preadolescente u201ctraviesou201d, al que las autoridades del colegio tenían entre ceja y ceja pero al que ella sabía cómo tratar. Puede que la emoción que le causa verlo presidente esté trampeando su memoria, pero Clerici dice que lo rezongaban de más.

u201cEra respetuoso, intervenía cuando se le pedía, era buen compañero, tranquilou201d, dice. Un día lo vio introduciendo el dedo en el buzo de lana. Al ratito, cuando volvió a mirar, se lo había destejido hasta el codo. Ella lo mandó a cambiarse; él acató sin chistar. De esas, tiene varias. Sus travesuras eran mesuradas.

Clerici dice que, siendo su alumno de idioma español, en primero de liceo, Lacalle Pou solía entusiasmarse defendiendo sus posturas, a lo que ella una vez le dijo: u201cLuis, tengo que seguir. Cuando seas abogado te escuchou201d. Él se paró al lado del banco y le respondió: u201cMiryan, ni abogado ni político. ¡Nunca!u201d. Ella insistió: u201cEl tiempo lo diráu201d.

Otro día, en un recreo, Luis le contó a su profesora predilecta que se iba de viaje a Estados Unidos con su padre, por entonces senador de la República, solos los dos. u201cEra su orgullou201d, recuerda Clerici. Él le preguntó si quería algo de regalo, a lo que ella le pidió una foto en un lugar donde se sintiera u201cmuy alegreu201d. Hasta hoy conserva la imagen como una premonición: el entonces estudiante con la Casa Blanca a sus espaldas. El gesto no es precisamente de alegría -parece bostezando, como conteniendo el sentimiento-, pero la elección de la casa de gobierno estadounidense hoy parece reveladora.

Miryan Clerici aún conserva una foto de Luis Lacalle Pou en Estados Unidos. Foto: Juan Manuel Ramos.
Miryan Clerici aún conserva una foto de Luis Lacalle Pou en Estados Unidos. Foto: Juan Manuel Ramos.

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El tiempo le dio la razón a Clerici y Lacalle se convirtió en abogado, pero el trayecto que lo llevó hasta ahí incluyó una etapa de rebeldía que su profesora desconoce. Su madre, Julia Pou, evoca un diálogo duro que tuvo por aquellos años con él. Le advirtió: u201cLuis, yo al colegio por ti no voy más. ¿Sabés qué? Ya está. De ti no espero nada. Cuando tengas la edad, te compro un taxiu201d. Esas palabras causaron un u201cshocku201d en el más u201cfatalu201d de sus tres hijos, cree la exsenadora.

Santiago de Posadas, primo lejano y uno de sus íntimos amigos desde la niñez -y quien manejará la cachila familiar en la ceremonia de hoy-, compartió con él la primera comunión en la parroquia San Juan Bautista, las fiestas de 15, la natación en el Banco República, las tres motos que se compró para zafar de los traslados oficiales, la afición por la caza de jabalíes. En sus recuerdos de adolescente, el hoy presidente tiene el carácter de un u201cenano calentónu201d.

El gobierno del padre no contribuyó a apaciguarlo. Con 17 años se mudó de su Pocitos natal al lejano Prado. Las distancias se multiplicaron, las obligaciones también, y él optó por aislarse en un dormitorio de la buhardilla, en el piso superior de Suárez y Reyes. La crujiente escalera de madera era la principal delatora de sus andanzas. Fue la etapa de los mayores desvíos. Años después confesó haber consumido cocaína, algo que hasta hoy le echan en cara.

Vocación y energía.

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u201cNunca se va a recibiru201d, pensaba Julia Pou. Los primeros años de facultad su hijo seguía dedicado a la vida social y aún renegaba de la política. Iba a la Universidad Católica en una Honda XL250. En clase era del montón.

En 1996, con el fin del gobierno blanco y el comienzo de la u201cembestida bagualau201d, Lacalle Pou empezó a sentir correr política por sus venas. Veía las fotos de su padre en los diarios de los quioscos al salir de clase y sufría. Peleaba con sus compañeros por eso. u201cEl ambiente lo hizo reaccionar, ver hacia adentro, y en ese marco sintió la necesidad de volcarse a la políticau201d, dice Rodrigo Ferrés, su amigo, compañero de estudio, asesor jurídico-político y, a partir de hoy, prosecretario de Presidencia.

Fue exactamente el 17 de marzo de 1997 en la estancia Santa Margarita, que tienen los Lacalle en Cerro Colorado, Florida. Rodrigo y Luis estudiaban para sus últimos exámenes y prendieron el fuego en un parrillero viejo. Tiraron a las brasas una paleta de oveja y abrieron un vino. Hablaron del futuro. Rodrigo quería ejercer la abogacía. Y aunque ya se lo había dejado entrever, a eso de las tres de la mañana Luis le confesó a su amigo que él quería dedicarse a la política. ¿Qué había detrás de ese deseo? No lo sabía aún. u201cÉl estaba encontrando su vocación. Le atraía la actividad públicau201d, recuerda Ferrés.

Lacalle se recibió en febrero de 1998. Su madre había resuelto hacer su propia carrera y competir en 1999. Abrió la lista 400 en Montevideo y en Canelones para buscar la diputación, y luego también consiguió un buen lugar en la lista al Senado herrerista. Y su hijo, sin aclararle mucho por qué, la empezó a acompañar en sus recorridas, a manejarle y llevarle la agenda.

Lacalle Pou fue diputado con 26 años. Foto: Francisco Flores.
Lacalle Pou fue diputado con 26 años. Foto: Francisco Flores.

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u201cCuando yo llegaba, Cuqui me decía u2018¿y este qué tal?u2019. Y yo le respondía u2018me tiene un poco sorprendidau2019u201d, cuenta Pou. u201cYo quería que hiciera algún posgrado afuera, como Pilar, pero él ni pensaba. Lo veía interesarse, hablar con la gente, las preguntas que hacía eran lógicas, y no se cansaba. Ese es un tema. Viste que el contacto humano, que es recibir problemas, cansa. Salvo que no te importen. Cansa porque vas asumiendo y absorbiendo. Y le digo a Cuqui: u2018¿sabés que no se cansa?u2019. u2018Ah, entonces empezamos bienu2019u201d.

En un congreso del sector, se propuso que Luis Lacalle Pou fuera el suplente de su madre en la lista a diputados. Ella, que sabe que su hijo carga con el estigma de haber entrado a la política de su mano, asegura que su postura fue contraria y que incluso convenció a algunos de sus más leales seguidores de que votaran en contra, pero igual se aprobó por mayoría u201caplastanteu201d. Lo eligieron porque no pertenecía a ningún pueblo pero los conocía bien a todos, justifica ella.

Con 26 años, Luis Lacalle Pou entró al Parlamento y su padre le dio un consejo: movimiento no es acción. La acción es el movimiento orientado a un objetivo planificado. Él dice que incorporó ese concepto al punto que u201cnuncau201d en toda su carrera hizo un movimiento que no tuviera un fin detrás.

En 2011 Lacalle Pou asumió como presidente de la cámara, luego de dos períodos domo diputado. Foto: Francisco Flores.
En 2011 Lacalle Pou asumió como presidente de la cámara, luego de dos períodos domo diputado. Foto: Francisco Flores.

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Mojones en el camino.

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Al mirar hacia atrás, a Lacalle le gusta señalar los u201csignos de interrogaciónu201d que se presentaron en su vida. El primero, la diputación siendo tan joven y siendo u201chijo deu201d. El segundo fue renovar la banca en una elección en la que a su candidato (su padre) u201cle llenaron la cara de dedosu201d. En ese período fue la recordada pelea con el frenteamplista Juan José Domínguez, que lo tildó de u201coligarca putou201d mientras debatían sobre hechos del gobierno blanco. El tercero, ya en su tercer turno como diputado, fue la presidencia de la Cámara Baja: su primera experiencia de gestión.

En esa última etapa trabajó muy cerca de él Silvia Rocca, una funcionaria parlamentaria y militante blanca que se había resistido a militar con él porque lo veía u201cun poco inmaduro, un poco arrogante y retobadou201d.

En 2011, cuando lo eligieron para presidir la cámara, la llamó para apoyarlo en la secretaría y ella lo rechazó argumentando que tenía a su padre enfermo, lo cual también era verdad. Pero a los pocos días murió, entonces volvió a recibir el llamado de Lacalle Pou, que le dijo: u201cBueno, ahora no tenés motivo para decirme que no vas a venir a trabajar conmigou201d. Aún con temor a sus u201cmodalesu201d, aceptó.

u201cY aprendí a conocerlo y aceptarlo. Todo lo hizo de tan buena forma que quedé encantada y quedé pensando siempre que a las personas hay que darles tiempo para conocerlas porque si no, prejuzgásu201d, reflexiona Rocca. Recuerda especialmente u201csu capacidad de trabajou201d, la u201cexigencia, que viene de la mano de la ansiedadu201d, y sus u201cnerviosu201d ante la burocracia.

El cuarto signo de interrogación se abrió cuando, en tiempos en los que él soñaba con el Senado, entre los blancos empezaron a verlo como candidato presidencial. Debió pedirles a su padre y a otros políticos que dieran un paso al costado. Partió con 4% del partido para crecer de forma impensada hasta arrebatarle a Jorge Larrañaga la candidatura con 54%.

Y luego, enfrentarse a Tabaré Vázquez. Los amigos le decían que hiciera u201cla planchau201d, que su foco debía estar en 2019, pero él los tildaba de u201cmediocresu201d. Jugó para ganar, porque no sabe hacerlo de otra manera, y porque siempre, pero siempre, desde aquel 17 de marzo en Santa Margarita, se había soñado presidente. En 2014 fue la primera vez que no pudo cerrar un signo de interrogación. Obtuvo 41% de los votos, frente al 53% que conquistó Vázquez.

Inmediatamente se abrió otro: ¿se habrá muerto la magia? Se lo preguntaba con Nicolás Martínez, el hombre en el que confía ciegamente. Pero la magia seguía ahí, sintieron después. Era una preocupación más de ellos que de la gente.

Luis Lacalle Pou junto a su esposa, Lorena Ponce de León, este domingo. Foto: Gerardo Pérez
Luis Lacalle Pou junto a su esposa, Lorena Ponce de León. Foto: Gerardo Pérez - archivo.

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Sereno y equilibrado.

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Perder, cree él, lo ayudó para mejorar: profesionalizarse -él y sus colaboradores, que en su mayoría siguieron a su lado en los últimos cinco años-, y prepararse. Sus amigos, su familia, pero también sus contrincantes y hasta en los focus groups de la campaña, coincidieron en señalar que había madurado.

Él refiere a la u201cpreparación periódicau201d que hizo para llegar a la meta. Sabe que cinco años de vida siempre hacen crecer, pero los últimos fueron cinco años especialmente intensos en los que conjugó u201crealidad y pensamiento, pensamiento y realidadu201d, u201cmatcheando el país que se vive con el país que queríau201d.

Cuando ve los discursos de 2014 y aún más hacia atrás, se reconoce a sí mismo. Mira y siente igual, pero percibe un abismo respecto a cómo lo expresaba. Amplió su visión, dice. En algún momento del último lustro, su cabeza hizo click.

Sus íntimos lo notaron. De Posadas recuerda un asado en la casa de La Tahona, en plena competencia electoral, con otros 20 amigos. Lacalle, siempre a cargo de la parrilla, hizo gala de sus 35 cuchillos -es fanático- y le explicó sobresaltado a uno de ellos que el limón debía cortarse con uno dentado y no con cuchilla. Mientras volvía a afilar meticulosamente el que había sido mal utilizado, los demás discutían sobre política, de lo que debía hacerse y lo que no. A De Posadas le sorprendió que Lacalle no levantara la voz en ningún momento ni dijera u201cquiero verlos a ustedes en este baileu201d. Solo los escuchó.

Lacalle Pou perdió las elecciones de 2014. Foto: Nicolás Pereyra.
Lacalle Pou perdió las elecciones de 2014. Foto: Nicolás Pereyra.

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La última campaña fue un gran signo de interrogación por la presencia de partidos y candidatos que no estaban previstos. En noviembre enfrentó la frase que tantas veces lo había perturbado: u201cel Cuquito no puede ganar nuncau201d. Y la estrecha diferencia de votos del final le dio un sufrimiento adicional.

Hoy, dice, no está tranquilo pero sí se siente sereno y equilibrado. Es el estado en el que puede u201chacer y convocar, atender los procesos, mirar que nadie se quede, armonizar cosasu201d.

Y aunque su madre sostiene que la clave de su serenidad está en la derrota de 2014, él siente que llegó a ese estado porque fue cerrando todos los signos de interrogación. Son los mojones que lo mantuvieron u201cvivo, alerta y con ganasu201d, según él, y que evidentemente le fueron bajando la ansiedad innata.

Ahora, ante el desafío mayor, aún se lo ve sereno y cuando se le pregunta cómo se siente, dice u201cbienu201d. Agrega, quizá con un dejo de la mirada altiva que su profesora grabó en la retina: u201cNunca fue mi personalidad achicarme o paralizarmeu201d.

Cuando se sube a la tabla de surf, además de la adrenalina, recibe el mensaje que necesita para ubicarse. u201cLa fuerza de la naturaleza, y sobre todo del mar, te hace sentir pequeño. El agua es un mensaje de que no sos todopoderoso; al revésu201d.

En la intimidad, le golpea la preocupación constante de no estar a la altura de las circunstancias. El peso de la responsabilidad que no es miedo, aclara. Lo único que teme es que les pase algo a sus hijos.

Lacalle Pou surfando. Foto: Duke Surf
Lacalle Pou surfando. Foto: Duke Surf

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Por los resultados.

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El milagro finalmente sucedió en la noche del jueves 20, pero esta semana dedicó los últimos tres días a darle forma a la inspiración. Este viernes, compartió en sus redes una foto del esquema en el que se basará: u201cTerminado el discurso que va a marcar nuestro compromiso y acción por los próximos cinco añosu201d, escribió.

Lacalle Pou quiere ser un presidente que conozca su materia prima: u201cla geografía política, y sobre todo la humanau201d. Lo que más le importa es que haya resultados. Que la sociedad uruguaya sea u201cmás libreu201d.

Administrar, dice, es ordenar los objetos que puede haber sobre una mesa. Gobernar, que es a lo que él aspira, es u201cpensar, soñar y ejecutar cosas que no están arriba de esa mesau201d.

En las elecciones de 2019 Lacalle Pou superó las primarias y ganó el balotaje. Foto: Francisco Flores.
En las elecciones de 2019 Lacalle Pou superó las primarias y ganó el balotaje. Foto: Francisco Flores.

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Y en 2025, a sus 51, recorrer sus rincones favoritos de La Paloma de chancletas y bermuda; comprar bizcochos, elegir los duraznos que le gustan a su esposa, tirarse a surfear y que la gente diga u201cmirá, este loco está acá y dejó todo por el paísu201d. Entonces sí aceptará presidir el directorio del Partido Nacional y se volcará a formar nuevos políticos. De los que siguen caminos con tenacidad y convicción, aunque no se espere nada de ellos.

La política por las venas y en los hogares

Los tres hijos del matrimonio Lacalle-Pou crecieron oyendo que el servicio público debía sentirse como u201cun honoru201d, aunque Luis fue el único que se apropió del concepto. A Juan José nunca le atrajo; a Pilar sí, pero sintió que no tenía la generosidad suficiente como para postergar su vida personal.

En el hogar donde hoy viven Luis Alberto y Julia, con Pilar y su hijo Joaquín, la política se impone en cuadros dignos de museos, en retratos de los líderes de los que descienden, en cajas llenas de documentos empolvados, en caricaturas, en adornos, en cientos de libros, en anécdotas obligatorias.

En el hogar de Luis, Lorena Ponce de León y sus hijos Violeta, Luis y Manuel, en cambio, las paredes están dominadas por flores y marinas. Hay fotos de surf y pululan los trofeos de hockey. Hay decenas de portarretratos con fotos familiares dispersos por toda la casa y hay títulos de jardinería y reiki colgados en el escritorio.

En la casa de La Tahona no se respira política como en la de Carrasco, pero ambas exhiben en sus jardines una placa de calle que dice Luis Alberto de Herrera.

Varios de los nietos vibran con el triunfo de u201cLacalle Pouu201d, como le dicen, pero hay uno en particular que a los mayores les recuerda el carácter del hoy presidente: el hijo mayor de Juan José, llamado igual y apodado Jota. Tiene 10 años y en la campaña u201cmilitóu201d hasta altas horas de la noche.

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