Lealtad, perseverancia y unión”, es el lema del equipo K9 de la Guardia Republicana. Próximo a la Seccional N° 16 se encuentra el predio dedicado a entrenar a los perros que luego trabajarán gran parte de su vida buscando drogas, explosivos y personas ausentes. Los policías tienen un régimen de trabajo marcado, pero su actividad se ve obligada a modificarse constantemente. “El perro tiene sus propios tiempos, va más allá de cada uno”, explicó a El País el jefe del K9, Sebastián Rosadilla.
Si bien cuentan con un sitio especial para el entrenamiento, los perros son llevados a diferentes espacios constantemente. “Tienen que estar acostumbrados a todo tipo de lugar, nada los tiene que sorprender”, explicó Rosadilla. Uno de los sitios frecuentes a los que son llevados es la terminal de ómnibus de Tres Cruces, donde hay un gran flujo de personas y olores.
Al momento de salir al patio es cuando se observan las más firmes muestras de obediencia. Cada perro con su guía, siguiendo las órdenes. Sentado, echado, caminando marcha atrás. Cada indicación es cumplida a la perfección; saben que luego llegaría una recompensa. “Son adiestrados de forma lúdica. Primero se les enseña dándoles comida y después con el juguete”, expuso el jefe. El deseo por el juego es fundamental para que el perro sea seleccionado para ser parte del K9, así como su capacidad para convivir con personas y otros de su especie.
Los canes están adiestrados para no morder a menos que se les solicite. Los policías cuentan con un traje protector que cualquiera puede colocarse para experimentar un ataque. A pesar del equipamiento, quien se lo coloca puede percibir la fuerza y presión de la mordida en el brazo. Al volver a recibir una indicación, el perro obedece, detiene el ataque contra su objetivo y se limita a observar, esperando una nueva orden.
Actualmente el equipo K9 cuenta con tres perros para la búsqueda de explosivos, dos para sustancias, tres para personas ausentes y ocho cachorros en formación. “La detección de explosivos es el servicio más requerido, pero a la vez el más inusual en cuanto a la posibilidad de encontrar algo”, dijo Rosadilla. Esta tarea se realiza, por ejemplo, si se producen visitas de autoridades extranjeras, en embajadas o por amenazas de bomba en instituciones educativas.
En el caso de encontrar un explosivo, el can debe hacer una “señal pasiva”, lo que significa sentarse o echarse. Esto debido a que no puede tocar el elemento encontrado para no provocar su detonación. Lo mismo en el caso de las drogas, pero en esta circunstancia es para preservar la evidencia. En la búsqueda de personas, la señal es el ladrido, debido a que pueden encontrarse lejos de sus guías.
Para entrenar a los perros en la búsqueda de droga se comienza introduciendo el olor con un frasco con sustancia a la vista. “Es un mito que se droga a los perros, se les enseña por asociación”, explicó Rosadilla. Por separado, se los entrena para buscar con comida escondida. Finalmente, se unifican los procesos y se los hace buscar droga.
Al encontrarla, se utiliza un aparato llamado “Clicker” -que hace un ruido, un click- y se les da la recompensa (comida o un juguete). Luego de que el perro cuenta con este sentido desarrollado, se cambia el frasco con sustancia por una gasa con el olor, para así agudizar su olfato.
“El perro es incorruptible”, aseguró Rosadilla, quien los considera “un compañero más de la dotación”. Al momento de los procedimientos se utilizan siempre dos. Uno es el encargado de hacer la detección inicial, mientras que el otro verifica el hallazgo.
Las razas de los perros policía
La tarea requiere de características especiales. Por eso suelen utilizarse razas como el Pastor Alemán o el Belga Malinois, que pueden ser traídos del exterior o criados en Uruguay. Se realiza un filtro según su salud y comportamiento. Se estima unos dos años de formación y siete de trabajo, aunque puede variar según el perro. Al pasar a retiro, el K9 cuenta con un programa de adopción.
Empresa entrena a perros con kit de olores
En el ámbito privado y de forma externa al K9 se encuentra la empresa Servican, que también se dedica al adiestramiento. Lo realiza a través de kits de olores fabricados por un laboratorio de Estados Unidos. Entrenan a sus perros para la búsqueda de cocaína, marihuana, fentanilo, penicilina, metanfetamina, LSD, éxtasis y heroína. Si bien son adiestrados con kits artificiales, cuentan con certificaciones emitidas en Brasil por haber pasado pruebas con sustancia real.
La empresa es contratada para realizar inspecciones en una zona franca. Allí son revisados con perros todos los cargamentos con destino u origen Europa y Estados Unidos. Esta determinación fue tomada por la propia zona tras el hallazgo de un cargamento de cocaína en Europa camuflada en mercadería uruguaya. Para ese momento, Servican todavía no había sido contratada.
Cada uno de los kits utilizados representa 30 kilos de droga y se usa para entrenar a los perros más pequeños. Al hacerse adultos, comienza a reducirse la cantidad de olor con gasas, con el objetivo de agudizar el olfato. Los perros están entrenados para detectar la sustancia aunque se la intente camuflar.
Debido a la variedad de kits (por ejemplo el del fentanilo), la empresa realiza jornadas de trabajo en conjunto con la unidad de Narcóticos de la Policía, en la que se intercambian elementos para mejorar el servicio de ambos.
Se estima que el perro puede tardar un mes en aprender el primer olor. Se considera que lo asimiló luego de que haya detectado la sustancia 16 veces sin fallar en una misma sesión.
La empresa espera ampliar sus servicios a lugares como centros comerciales para realizar inspecciones, por ejemplo, que eviten cerrar el lugar por amenazas de bomba.
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