Pajas Blancas, balneario olvidado

Pescadores rechazan acusaciones de vecinos de que delincuentes se esconden en el rancherío.
Pescadores en Pajas Blancas, asentamiento, ND 20150908 foto Fernando Ponzetto
Archivo El Pais

La muerte reciente del pescador Luis Pizarro desnudó el desamparo del balneario Pajas Blancas. El policía más cercano está a 10 kilómetros y los delincuentes lo saben. Otras autoridades —por ejemplo, el alcalde— están a una distancia similar.

Pajas Blancas es el único balneario de Montevideo. Se encuentra ubicado a unos 20 kilómetros del Centro. Tiene solo 3.000 habitantes y sufre una profunda fractura social.

En la zona alta del balneario hay casas residenciales ("los de arriba") y en la playa, un asentamiento de pescadores artesanales ("los de abajo"). Varios años de desavenencias y prejuicios acentuaron la división.

Pizarro murió por una escalera de aluminio que se le cayó del vehículo. Unos menores de edad de la zona se apropiaron de ella y la vendieron. Pizarro se quejó. Poco después, dos jóvenes de "La Esquina" —un punto de encuentro de Pajas Blancas— lo emboscaron a las 23 horas del domingo 16 de agosto en el cruce de Capitán Ramón Fernández Villegas y Capitán Antonio Leal de Ibarra. Pizarro recibió dos tiros por la espalda y luego lo remataron en el suelo con otros dos balazos.

Según informó la Policía, Pizarro (50) carecía de antecedentes penales. Era un pescador de toda la vida y vivía en el rancherío ubicado en la playa de Pajas Blancas.

Después de su muerte, varios hechos violentos se sucedieron en el balneario como una reacción en cadena. Al mediodía del lunes 7, los vecinos de la rambla Puerto Soledad de Malvinas se vieron sorprendidos por la aparición en la playa de un Chevette en llamas. El vehículo había sido robado.

Unos 10 días atrás, una camioneta casi cero kilómetro de un productor de lechugas que vende a una cadena norteamericana de hamburguesas, fue hurtada por jóvenes. Los delincuentes la utilizaron varias horas para correr un "rally" en las dunas hasta que el vehículo quedó enterrado en la arena. Al ver que no podían sacarlo, le prendieron fuego.

Hace dos semanas, efectivos policiales rodearon las 40 casas del asentamiento de pescadores y cerraron una "boca" de drogas.

"Ahora en el asentamiento no hay ninguna boca. Acá somos todos gente de trabajo", dijo a El País el pescador Michael Jordan Olivera (20).

Ramón Álvarez, el pescador más viejo de Pajas Blancas, opinó lo mismo que Jordan. "Algún chorro habrá acá. Pero también chorrean los de arriba —dijo aludiendo a los hijos de familias que viven en la zona residencial. La inseguridad, que hay en otros lados, también se instaló acá", dijo Álvarez.

Paradojas.

Pajas Blancas está llena de paradojas, como su nombre. No hay juncos blancos ni verdes en el lugar, que tomó su denominación original de los tallos blanquecinos que fijan las dunas y las abundantes pajas bravas de la zona. El nombre se lo dio la familia francesa Lernou, propietaria de esos arenales hasta principios del siglo XX.

Hoy Pajas Blancas no es un pueblo. No es un barrio. Pese a que tiene el mismo número de habitantes que algunas localidades del interior, Pajas Blancas es un lugar casi invisible para el Estado. El agente más cercano se encuentra en la Seccional 23ª (Paso de la Arena). El alcalde está en el barrio La Teja. La descentralización municipal se olvidó de Pajas Blancas.

El balneario tiene dos playas: La Colorada y Pajas Blancas. Entre ambas hay una zona rocosa donde se establecieron los pescadores con sus barcas.

Los pobladores del balneario están divididos por diferencias de altura: los "de arriba" y los "de abajo". Los primeros residen en casas ubicadas a 50 metros sobre el nivel del mar, edificadas en terrenos de 2.000 metros cuadrados, cuyos precios rondan los US$ 100.000. Al estar situados encima de una duna, la vista del Río de la Plata es espectacular.

Los residentes del asentamiento, conocidos como "los de abajo", habitan unas 40 casas modestas, de materiales y de madera, y unos pocos ranchos de lata. El caserío está situado casi sobre la playa.

Otra paradoja: durante años los residentes "de arriba" intentaron que el balneario pasara desapercibido para el resto de los montevideanos. También trataron de que no se supiera que allí no había comisaría. "Pero los chorros ya se enteraron", se lamentó un vecino.

En una reciente reunión, un jerarca del Ministerio del Interior les recomendó que, ante la falta de policías, utilizaran pitos para informar al vecindario si hay personas sospechosas rondando en la zona. Un vecino replicó: "Vamos a quedar con la cara como globos de tanto soplar pitos. Es imposible que nos escuchen a tanta distancia".

Según afirmaron "los de arriba", el asentamiento se duplicó en dos años y consideraron que unos pocos ranchos pertenecen a los pescadores, y el resto, a personas que antes vivían en los barrios Las Torres, Cerro y Puntas de Sayago. Se trata de un asentamiento "en desarrollo", dijeron.

Los "de arriba" culpan a los "de abajo" por la inseguridad en la zona. Sin embargo, los dos matadores del pescador Pizarro no vivían en el asentamiento sino en confortables viviendas de materiales a pocas cuadras del Río de la Plata.

"Lo que ocurre es que se perdieron los códigos. Los chorros roban en el mismo barrio que viven. Convivimos con el enemigo", explicó un vecino al ser preguntado sobre el hecho de que Pizarro no fue asesinado por alguien del rancherío.

Los "de arriba" aseguraron que, cada día, se construye una nueva casa en el asentamiento. Agregaron que la mayoría de los residentes están "colgados" de la luz y roban agua de OSE.

"Están proliferando de manera impresionante. Ocupan un predio de la IMM", afirmó Miguel, otro vecino.

Las casas del asentamiento carecen de saneamiento. Ello hace suponer a los vecinos "de arriba" que la contaminación "es elevada". Encima de la duna, a unos 50 metros del caserío, hay un basural.

En cambio, "los de abajo" se quejan de que a ellos les cuelgan todo delito que ocurre en la zona.

Álvarez dijo que si una muchacha hija de un pescador mantiene relaciones sexuales con alguien de "arriba", es una prostituta. En cambio, agregó, no se dice lo mismo sobre una chica "de arriba" que se junta con muchachos del asentamiento.

"Lo mismo ocurrió con la muerte de Pizarro. Nosotros no matamos a nadie de arriba. A Pizarro lo mataron ellos", recordó el pescador.

María Noel Donato vive en la zona "de arriba" pero trabaja en el asentamiento encarnando palangres (aparejo de pesca).

Dijo que la mayoría de los habitantes del rancherío son pescadores, y agregó que los recién llegados hacen tareas en las barcas: encarnan anzuelos o cargan las cajas de pescado, entre otras changas. "Los que vienen a robar a Pajas Blancas son de otro lado", afirmó.

Álvarez sostuvo que algunos jóvenes del balneario son "entregadores": marcan las casas que están deshabitadas y llaman a delincuentes de otras zonas. "Luego reciben dinero. Yo sé lo que gasta un motor. Y ellos andan todo el día en moto. Eso cuesta dinero", agregó.

La esquina.

A una cuadra del puerto de Pajas Blancas está "La Esquina", el punto de encuentro de jóvenes y adolescentes del balneario. Allí se juntan los de arriba y de abajo, sin darle la importancia que les dan sus padres a esa distinción geográfica y social.

Los jóvenes se divierten charlando, observando picadas cortas en moto, bebiendo cerveza o vino, o fumando algún "porro".

Días atrás, en una reunión para analizar el tema de la seguridad en Pajas Blancas, se juntaron los padres de arriba y los de abajo. Es decir, los familiares de los jóvenes que se reúnen en "La Esquina".

Obviamente no se pusieron de acuerdo sobre las causas de la inseguridad.

Barcas demandan mano de obra.

En el asentamiento de Pajas Blancas no hay desempleo. En las barcas siempre hay trabajo. Se necesita mano de obra para encarnar anzuelos, reparar redes o limpiar las barcas.

"Acá hay trabajo para todo el mundo. Cuando un joven se acerca, lo estimulamos. Se le indica la tarea, se pide un adelanto al intermediario y se le paga cuando la termina. Tratamos de enseñar el oficio", afirma el pescador más viejo de Pajas Blancas, Ramón Álvarez. Salió a pescar por primera vez en 1971. Las barcas navegaban a remos y velas.

Pescadores rechazan acusaciones de vecinos de que delincuentes se esconden en el rancherío.
Pescadores rechazan acusaciones de vecinos de que delincuentes se esconden en el rancherío.
Foto: F.Ponzetto.
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