Eduardo Casanova
Médico de UCM
Tanto la obesidad como el alcoholismo constituyen amenazas para la salud, y ambos cuentan con una incidencia creciente. Sin embargo, su asociación no parece un hecho azaroso, según resulta de las investigaciones más recientes. Aunque inicialmente la alta frecuencia de ambos caracteres no llamó la atención de que ocurriesen juntos, recientemente pudo establecerse que entre ambos existe, además, una relación de causa a efecto. Dicho vínculo aparece fundado no sólo sobre factores psicológicos, sociales y culturales, sino que se influyen mutuamente sobre una base genética-hereditaria con una expresión neurológica.
Las calorías aportadas por el alcohol van a un pool diferente al de los alimentos, por lo que el sobrepeso de los alcoholistas deriva del contenido de glúcidos de la bebida consumida. Si bien ya era un hecho conocido que las bebidas alcohólicas pueden inducir al sobrepeso, ello se debe no al número de calorías aportadas por el alcohol, sino por los glúcidos, derivados de los cereales o frutos de los que deriva la bebida, por fermentación (cerveza y vino), o por destilado (whisky y cognac). Pero, pese a ello, en estudios realizados sobre 80 mil personas se encontró que quienes contaban con antecedentes familiares de alcoholismo tenían también mayor incidencia de obesidad, especialmente en mujeres, donde la predisposición a engordar era del 49%, mientras que no existía en las que carecían de antecedentes familiares de alcoholismo.
Al profundizarse estos estudios se encontró que la predisposición genética iba asociada también a caracteres culturales en los hábitos dietéticos, con una mayor tendencia al consumo de comida hipercalórica, conocida como "fast food", o "comida chatarra", con alto contenido de harinas y grasas de origen animal.
En países como EE.UU., con un 33% de población obesa, se analizó el mecanismo por el que los alcohólicos podían transmitir genéticamente la tendencia a engordar. Los hallazgos comprobados en la Washington University, establecieron que en los descendientes de alcohólicos existía una "impronta cerebral" que condicionaba la conducta induciendo tanto a consumir alcohol como alimentos hipercalóricos. Esta tendencia a engordar, mayor en mujeres, era debido a una mayor represión a beber. De este modo la misma impronta se expresaba, sustituía y se contrabalanceaba, en uno u otro sentido. Según los Archives of General Psiquiatry, dicho fenómeno tenía expresión a nivel de los "centros de recompensa cerebral", activados tanto para producir una u otra tendencia compulsiva, responsable del alcoholismo y/o la dieta hipercalórica. Se encontró también una tendencia cruzada para el consumo de drogas.
Las personas alcohólicas con mal estado de nutrición, en situaciones extremas, se entendían no sólo a través de una lesión de la mucosa digestiva por el alcohol, sino por una competencia sobre los receptores cerebrales en los que el alcohol desplazaba el deseo de comer. Además, la dopamina, mediador cerebral más abundante en el hombre que en la mujer, explicaría que los bebedores compulsivos sean el doble entre los hombres.
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