La neumonía atípica, contra la que se movilizaron médicos y científicos de todo el mundo, podría convertirse en la primera enfermedad grave del siglo XXI y alcanzar dimensiones de una pandemia gracias a su potencial de extensión rápida que resulta favorecido por un mundo en movimiento, estimaban este semana los expertos.
Exceptuando el SIDA, la mayoría de enfermedades que emergieron a finales del siglo pasado, como la fiebre hemorrágica de Ebola o la "gripe del pollo", no llegaron a confirmarse como una amenaza real para la salud pública internacional al no existir una eficaz transmisión de hombre o hombre o bien porque los pacientes contaminados estaban tan enfermos que no podían viajar.
Un mes después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) diera la voz de alarma sobre esta misteriosa enfermedad, persiste la preocupación entre los expertos a pesar de las medidas de urgencia que han permitido, hasta ahora, contener la propagación de la enfermedad. En la OMS no ocultan el temor a que el Síndrome respiratorio agudo severo (SRAS) llegue al continente africano.
"La mortalidad roza el 4%, es decir que el 96% de los enfermos se recupera bien", subrayaba la doctora Isabelle Nuttall, de la OMS. "Es verdad", admitía, "que la tasa de mortalidad depende por completo del tipo de cuidados al que tienen acceso los pacientes".
Otro motivo de inquietud lo constituye el elevado número de personal médico o sanitario afectado por la enfermedad en los hospitales de aquellos lugares donde el SRAS se propagó rápidamente como China y en especial Hong Kong, Hanoi, Singapur o Canadá.
Al examinar las cadenas de contagio, los investigadores descubrieron agentes "supercontaminantes" que, por razones que se desconocen", provocaron la aparición de la enfermedad en numerosas personas.
Así, en Guangdong, la provincia de China donde se sitúa presuntamente el origen de la epidemia, una sola persona podría haber transmitido la enfermedad a mas de cien.
¿Pueden estos agentes supercontaminantes liberar cantidades especialmente importantes de partículas infecciosas o son otros factores los que amplifican la transmisión del virus?, se preguntan los investigadores.
Para el director ejectivo de enfermedades transmisibles de la OMS, David Heymann, no hay seguridad tampoco de que una persona que no presente síntomas de neumonía no propague la enfermedad.
Sin embargo el SRAS, contra el que no existe vacuna, no alcanza la capacidad de contagio de una gripe normal, enfermedad que cada año mata a 20.000 personas en Estados Unidos y unos 2.000 en Francia.
La enfermedad se transmite en la mayoría de ocasiones por contactos "cara a cara", a través de la saliva o de otros fluidos corporales de un enfermo. Para evitarla resulta indispensable lavarse las manos.
AFP