Mil inventos uruguayos se van afuera

CESAR BIANCHI

Tienen el brillo en la mirada de los que han sabido decir "Eureka". No son abogados, ni escribanos, ni relatores de fútbol, ni obreros de la construcción, ni estancieros. Son antes que nada inventores. Integran la Asociación de Inventores del Uruguay, una organización que nuclea a 40 socios activos y a unos 20 suscriptores, que han solicitado su patente ante la Dirección Nacional de Propiedad Industrial.

Desde el calentador SUN hasta el hand-ball, la vuelta olímpica o el marcapasos autónomo, hay varios inventos uruguayos que han trascendido fronteras para ser mundialmente conocidos.

Según estimaciones de Cecilia Martínez, asesora legal de la Asociación de Inventores, hay unos 1.000 inventores uruguayos, de los cuales 700 prefieren patentar sus inventos en el exterior y apenas 300 en el país.

Por otra parte, el sistema de patentes recibe entre 100 y 150 solicitudes de patente por año.

"No hay un número muy determinado de inventos patentados porque Uruguay no es el mejor mercado para patentar. Hay muchísima gente trabajando en proyectos innovadores pero muchos desconocen el sistema de protección de patentes, entonces no acceden a él", dice Martínez.

"La mayor parte de los inventos son para medicina o química, o bien para industrias o fábricas. Pero ojo porque a veces se inventa y patenta algo pero si no dispone de recursos, no se puede ponerlo en práctica y comercializarlo. Hay un ingeniero que hizo una tejedora de ocho hilados pero no tenía dinero para mantenerla", ejemplificó Alberto Sternberg, técnico industrial e inventor.

BUROCRACIA. A Sternberg y su señora Lilián Zimet, laboratorista dental, les tomó más de una década diseñar un ambicioso proyecto de nombre un tanto estrafalario: "sistema acelerado multipropósito hiperproductivo para prótesis dentales de acrílico termocurable sin el uso de muflas".

Se trata de un dispositivo que permite fabricar prótesis de mucha mejor calidad en mucho menos tiempo. Las prótesis que antes demandaban ocho horas de trabajo, ahora se pueden hacer en apenas dos con el innovador dispositivo.

El sistema, aprobado por las facultades de Odontología, Química e Ingeniería, se patentó por primera vez en 1991, pero hubo añadidos que mejoraron el sistema hasta este mismo año.

La pareja tiene más de 20 clientes odontólogos, y las fabrican ellos mismos. "En tiempos de bonanza llegamos a fabricar 380 por año, pero hoy con la crisis fabricamos mucho menos de la mitad", dice Sternberg.

Al lado de él en la mesa está Daniel Camargo, un técnico electricista inventor del semáforo portátil autónomo. Camargo hizo su solicitud ante la oficina de patentes en el año 2000 con la intención de colocarlo a la salida de las escuelas, en esquinas o en la bajada de la rambla.

"Puede trabajar solo o de forma inalámbrica combinado a un similar, con un solo patrón como cerebro", dice su mentor. Mientras que el que todos conocemos y está ubicado en las esquinas cuesta U$S 10 mil con la instalación, el semáforo más bajo y desplazable cuesta U$S 2 mil.

Para imponerlo a nivel nacional Camargo necesita el aval de las 19 intendencias municipales. Apenas ha iniciado el trámite ante las comunas de Artigas, Maldonado y Montevideo.

"Eso es otra cosa: los tiempos de la burocracia siempre juegan en nuestra contra", apunta Gabriel Kann, presidente de la Asociación de Inventores.

FOR EXPORT. Otro escollo para los intereses de la Asociación es que la mayoría pretende patentar su creación fuera de fronteras, en mercados fuertes y que pagan mejor. "Mostrar un invento afuera que fue patentado en Uruguay no tiene fuerza. Pero en cualquier país de la Comunidad Europea, por ejemplo, la protección es mucho mayor y se paga más", comenta Kann.

De todas formas, todos los inventores uruguayos muestran un perfil similar o nacen a partir de determinadas circunstancias, como los momentos de crisis. "Los inventores acá nacen de la observación de algo que hace falta, como fue el caso de Daniel (Camargo), que vio la utilidad de semáforos transportables a la salida de las escuelas. La creatividad surge cuando es estimulada, y esto sucede cuando hay problemas o necesidad. Es vital en momentos de crisis", afirma el titular de la Asociación de Inventores.

Vaya si lo sabe Mario Sangiovanni, profesor de dibujo y creador de un dispositivo de seguridad para extracción de sangre, que combina la jeringa tradicional y los tubos al vacío.

PREMIADO. Desde chico, Sangiovanni tenía debilidad por crear objetos. Con el tiempo incursionó en arquitectura e ingeniería aeronáutica. Pero el sistema que le otorgó un galardón en una de las mayores ferias de inventos del mundo con-siste en un dispositivo para extracción de sangre que genera vacío en un tubo.

"La jeringa, después que saca la sangre, la distribuye en tubos para su análisis. El médico está en permanente contacto con la sangre, lo cual no es seguro. Los tubos al vacío sí son un sistema más seguro, pero son en cambio dolorosos", cuenta el creador. "Mi sistema es una fusión que aúna lo mejor de los dos mecanismos: controla el vacío como una jeringa y es tan seguro como un sistema de tubo al vacío", se jacta.

Sangiovanni patentó su invento en el 2002 y ya está trabajando en la empresa Biologística S.A. para desarrollar su idea.

El inventor uruguayo ha diseñado también llantas y frenos "especiales", así como aspas y alas de helicópteros alternativas que prefiere no comentar porque está esperando una respuesta a la solicitud de patente.

Por lo pronto, tiene una opinión muy clara sobre el inventor "amateur" de estas tierras y su distancia del profesionalismo. "Estamos en pañales. En otros países hay inventores que se dedican sólo a esto, a realizar investigaciones y desarrollarlas. Acá se importa del exterior o directamente se copia. Por eso los inventores se chocan contra un muro. Caggiani (inventor del calentador SUN) es un tipo brillante y acá lo ignoraron. Se fue a inventar a Estados Unidos".