ANA PAIS Y DÉBORAH FRIEDMANN
"Yo tuve la madrastra de Cenicienta. Adelante de mi padre era un encanto y en cuanto él no estaba nos hacía sentir muy mal", dice Silvana. Durante más de 20 años soportó esa situación pero un día ya no aguantó. Y dijo: "Así no sigo".
A Silvana (38) todavía le cuesta hablar del tema. "Todo fue muy rápido, y yo tenía 11 años. Dos meses después de que mis padres se separaron, él me dice que se va a casar. Y un mes más tarde lo hizo", cuenta.
En ese entonces, Silvana no pudo racionalizar la situación. Lo que sí recuerda es que fue "shoqueante". Más porque la mujer de su padre se convirtió en una madrastra parecida a la de los cuentos. "Nos hacía cosas feas. Siempre dejaba en evidencia nuestros errores y ponderaba a su hijo. Para mí eran celos", afirma.
Su padre tampoco ayudó mucho. No compartía tiempo a solas con Silvana y sus dos hermanos. "Siempre estaba ella adelante", recuerda.
Con el correr de los años, la situación se deterioró más y más. Por un episodio que prefiere no contar, Silvana dejó de hablarle a su "madrastra". Y a su vez, decidió tener una conversación de fondo con su padre. "Le dije que siempre nos había tratado mal", afirma.
Al tiempo, su madrastra habló con ella, reconoció sus errores y le dijo que quería te- ner una relación distinta. De ello, hace cinco años. Ahora el vínculo es "muy polite" (correcto) pero "de amor ni hablar".
En el otro extremo, Dina cree que su madrastra es una de las mejores cosas que le pasaron en su vida. Con casi 60 años, perdió a su madre a los pocos meses y la nueva mujer de su padre, con quien se casó dos años después, es para ella "como una madre". "Ocupó el rol de madre, me cuidó. Para mí es un ser fundamental en mi vida", afirma.
Más allá que las madrastras sean como las brujas o las hadas de los cuentos -con tonos grises incluidos-, el aumento de los divorcios ha producido que cada vez más niños, adolescentes y adultos tengan que adaptarse a la nueva pareja de su padre.
La demógrafa Wanda Cabella en su investigación El cambio familiar en Uruguay: una breve reseña de las tendencias recientes, publicado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas en 2007, sostiene que el modelo de familia formado por una pareja e hijos "representa poco más de un tercio del total de los hogares".
A su vez, debido a la numerosa cantidad de separaciones "el 15% de los hogares que incluyen solamente pareja e hijos, son hogares reconstituidos (al menos uno de los hijos no lo es de ambos miembros de la pareja). En este sentido también la forma `tradicional` del hogar nuclear ha perdido primacía", escribe Cabella.
Despectivo. A la pareja del padre, en general, se la llama simplemente por su nombre. De todos modos, es habitual que los niños y jóvenes utilicen el término "madrastra" con sus amigos. Frases como "¿a qué no sabés la última que se mandó mi madrastra?", suelen escucharse antes de alguna anécdota escabrosa o hasta graciosa.
"Creo que lo despectivo se lo han dado los cuentos de antes, donde siempre estaba la bruja, el hada y la madrastra. Y el hada solucionaba todo y la bruja se identificaba con la madrastra. Ha quedado esa connotación", opina Ana María Abel, licenciada en ciencias familiares y presidenta del Instituto Uruguayo de Formación Familiar.
Para la psicóloga Ana Barrios Musto, el término es también "peyorativo". Según explica, en la legislación argentina se le llama "madre afín": "No es una madre sustituta sino que cumple una función, en el mejor de los casos, de protección, afecto y educación, pero desde un lugar distinto porque hay un padre y una madre biológica viva o muerta".
Como las "familias ensambladas" son el modelo futuro en Occidente, "se debería legislar un estatuto de protección a estos nuevos tipos de parentalidad", dice Barrios.
Los adultos son quienes aceptan la nueva situación con mayor facilidad. Aunque el cambio no les es indiferente, en general ya no viven con sus padres y el sentimiento de "que haga su vida" suele primar. En cambio, los niños y en especial los adolescentes suelen vivir con más conflicto la integración a su cotidianidad de la nueva mujer de su padre.
Según Abel, en los adolescentes el cambio puede complicar la futura vida afectiva. "Les fulmina su futuro afectivo. Piensan que el amor es mentira, justo en la etapa donde se dan los primeros enamoramientos. Entonces, muchas veces se dedican a tener relaciones (sexuales) desde los 13 años. Para ellos, ese es el amor", señala la especialista sobre el llamado "síndrome de Peter Pan".
A su vez, dice, se pueden dar "involuciones", como el rechazo a pasar al mundo adulto.
En cambio, para Barrios, "es una apuesta a una nueva relación, es tener esperanza en algo que falló anteriormente y darle a los hijos un modelo de pareja reconstituida que se quiera, se respete y donde tengan un espacio".
Además, el supuesto rechazo del adolescente a la nueva pareja del padre no siempre es personal. "Es la etapa en la que confronta con los padres para desarrollar su personalidad. Y aunque esté en su hogar primario, lo que quiere es salir del núcleo familiar e independizarse", afirma.
En el caso de los niños, explica Barrios, uno de los conflictos más frecuentes es el de lealtades, donde "los niños sienten que si quieren a su mamá, no pueden querer a la esposa del padre". Para tratarlo, es fundamental que la madre resalte ante sus hijos que cada uno tiene derecho a reconstituir su vida tras la separación.
"Conquistar". Lo más complicado es introducir a la "madrastra" en la vida de los hijos.
-¿Y eso cómo se hace?
-¿Por qué te creés que están tan llenos los consultorios de los psicólogos? -contesta Abel entre risas. Lo que la madrastra debe evitar es "imponer sentimientos", asegura Abel: "Ella tiene que conquistar a los hijos del marido, sean niños, jóvenes o adultos".
"En la práctica va por la sensibilidad de cada chico y por su afectividad. No puede obligar a que la quieran porque es un tema muy íntimo", sostiene.
Barrios dice que hay estudios que indican que la adaptación al nuevo integrante de la familia lleva de 4 a 7 años. Por la importancia del factor tiempo, al comienzo no es lo más conveniente organizar un fin de semana afuera con los hijos de él, por ejemplo.
En este sentido, la integrante de la Coordinadora de Psicólogos del Uruguay afirma que hay que desmitificar la frase: "si lo amo a él, entonces voy a amar a su hijo". "Este tipo de familias requieren un tiempo mayor de adaptación, donde se puede dar o no un vínculo afectivo, aunque sería sano y bueno que se diera. Lo primordial es la autenticidad y el respeto mutuo", explica Barrios.
En un primer matrimonio, la pareja aparece antes que la paternidad. Pero en los siguientes casamientos, no sólo tiene que adaptarse el uno al otro, sino que al mismo tiempo deben incorporar a sus hijos al removedor proceso.
La prudencia de la "madrastra" puede contribuir o perjudicar esa nueva relación. En la práctica, implica dar tiempo a los chicos, sin "besuquearlos" mucho ni llenándolos de regalos. "Hay mujeres que van al shopping y les compran de todo. Y los afectos no se compran", remarca Abel.
Lo que también puede complicar o ayudar en ese proceso es la actitud de la madre. Desde preguntar de forma insistente qué hicieron con el padre y madrastra cuando llegan a la casa, hasta recriminar delante de los hijos el abandono de su ex pareja, es nocivo para ellos.
Según Barrios, "los padres deben entender que cuanta más gente quiera al hijo, mejor.
Un autor dice sobre las familias ensambladas que es como tener dos nacionalidades: si los países están en armonía, es una gran ganancia; pero si entran en guerra, es un conflicto muy grave".
Y agregó que "un afecto no es excluyente de otro. El miedo que tiene la mamá biológica en las separaciones es el mismo que tiene la mamá adoptiva, porque piensan que la van a dejar de querer".
Con la llegada de la madrastra se pueden incorporar también hermanastros, primos, tíos y abuelos "postizos", que amplían el núcleo afectivo del niño y adolescente.
La buena y la mala en cuentos
"La típica disociación que los cuentos hacen de la madre en una madre buena (que normalmente ha muerto) y una madrastra perversa, es muy útil para el niño. No sólo constituye un medio para preservar una madre interna totalmente buena, cuando la madre real no lo es, sino que también permite la cólera ante la `madrastra perversa`, sin poner en peligro la bondad de la madre verdadera, a la que el niño ve como una persona diferente", escribe el reconocido psiquiatra y psicólogo infantil Bruno Bettelheim en Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Y continúa: "De este modo, el cuento sugiere la manera en que el niño tiene que manejar los sentimientos contradictorios que, en otras circunstancias, le obsesionarían al nivel en que empieza a ser incapaz de integrar emociones opuestas". En el caso del cuento infantil Cenicienta, Bettelheim explica que "el relato preconiza que, para conseguir una identidad personal completa y la autorrealización a un nivel superior, se necesitan ambos tipos de pro- genitores: los padres buenos de los primeros años y, más tarde, los `padrastros` que parecen imponer exigencias `crueles` e `inhumanas` (...). Si la madre buena no se convirtiera durante algún tiempo en la perversa madrastra, no nos veríamos obligados a desarrollar una identidad separada, ni a descubrir la diferencia entre el bien y el mal ni a actuar con iniciativa y autodeterminación".
Los tuyos, los míos y los nuestros
La película Quédate a mi lado de Chris Columbus, retrata de una forma muy real los procesos psicológicos y situaciones que viven los hijos, padres biológicos y nuevas parejas durante la adaptación, opina la psicóloga Ana Barrios Musto.
Como si el divorcio de sus padres, Jackie (Susan Sarandon) y Luke (Ed Harris), no fuera lo suficientemente traumático, los dos hijos (Jena Malone y Liam Aiken) deben incorporar en sus vidas a Isabel (Julia Roberts), la nueva pareja de su padre.
La joven y reconocida fotógrafa, les resulta divertida e interesante, pero a diferencia de su madre, siempre abocada a los hijos, ella no puede dedicarles el tiempo que exigen porque su trabajo está primero.
La competencia por el amor de los niños entre Isabel y Jackie se va convirtiendo en odio, hasta que le diagnostican cáncer terminal a la madre y la vida de todos cambia.
"Hay una escena muy linda en que hablan del día en que la hija se case. Julia Roberts, que es quien va a quedar como figura materna, dice que tiene miedo que cuando se ponga el vestido de novia, le diga: `qué lástima que no está mi madre`. A lo que Susan Sarandon, que va a morir, le responde que ella tiene miedo de que eso no pase y su hija la olvide", narra Barrios sobre la película.
Incluir a una nueva pareja del padre en la vida de los chicos es más sencillo cuando la madre falleció. "Hasta los 3 años, diría que lo vive como si fuera su familia verdadera", señala Ana María Abel, licenciada en ciencias familiares.
En esos casos, lo que facilita el proceso es que la madre puede seguir estando presente, en las charlas diarias y también en fotografías. "No tienen que compartir el corazón con dos figuras maternas. Es más natural todo", dice.
Según Barrios, lo más difícil para el niño "es que la madre muerta queda idealizada, y cuando su padre se vuelve a casar, se siente culpable de tener un buen vínculo con esta nueva figura materna".
Por eso, ambas recomiendan tener una comunicación fluida y sincera con los niños. Ello implica explicarles sin rodeos que la nueva pareja de su padre no va a sustituir a su mamá. Abel señala la importancia de "decirles que algunos días su pareja irá a la casa, pero que no pretende que la quieran como a su mamá porque no lo es".
De todos. En las familias donde la mujer y el hombre tienen hijos de parejas anteriores, la llegada de un niño de ambos ayuda a cohesionar, a diferencia de lo que podría pensarse.
"Obviamente existen celos de los hermanos, pero lo bueno es que este chico pertenece a todos, es lo que tienen en común. Entonces este niño tiene un lugar muy especial, porque todos lo cuidan, es un factor de unión", explica Barrios de las familias popularmente llamadas "los tuyos, los míos y los nuestros".
Hijastros ilustres en la historia
Leonardo Da Vinci
Artista
La esposa de Piero Da Vinci, papá de Leonardo, lo crió como suyo a pesar de haber sido producto de una relación extramatrimonial con una campesina. Más adelante, su segunda madrastra fue quien lo apoyó para que se dedicara a las artes.
Isabel I
Reina de Inglaterra
Catalina Parr, sexta y última esposa del rey Enrique VIII, crió a la futura reina Isabel I y a sus dos hermanas, como si fueran suyas. Tras la muerte del rey, siguió albergando en su casa a Isabel I, a pesar de que ésta casi le roba a su cuarto esposo.
Abraham Lincoln
Presidente de Estados Unidos
Si bien su madre murió cuando tenía 9 años, Abraham Lincoln encontró en su madrastra, Sara Bush Johnson, una figura tierna, cuidadosa y con buenos valores, como reconocería en público siendo ya presidente de los Estados Unidos.