La Fiscalía acusó a tres hombres de participar del homicidio de un joven de 33 años en un local de maquinitas en el barrio Cerro. Relató una escena que se repite: el auto llegó a la puerta del lugar, se bajaron dos hombres armados y el conductor se quedó en el vehículo para asegurar la huida. Los que descendieron, ingresaron al local de maquinitas y lo ejecutaron a disparos. Como en tantos otros casos, el motivo fue un misterio. Pero un juicio de un caso que aparentaba usual, terminó en declaraciones contradictorias entre un grupo de testigos propuestos por la defensa y una denuncia del juez del caso.
El resultado fue favorable a la Fiscalía de Homicidios de 1er Turno, que logró la condena de los imputados a 13 años de cárcel para el autor del hecho, 11 para quien lo acompañó y de 10 años para el conductor del vehículo. El juez Marcelo Souto coincidió con la teoría del caso de la Fiscalía y dio por probado que "los tres imputados concurren al lugar de los hechos con al menos un arma de fuego, en este caso una pistola nueve milímetros para actuar contra la víctima". Confirmó que tanto el joven que acompañó al autor como el conductor "aportaron apoyo logístico al momento de la consumación".
Para probar su culpabilidad, la Fiscalía presentó diferentes evidencias, pero quienes ubicaron a los imputados en el lugar fueron tres testigos de identidad reservada. Se trata de personas que estaban en las inmediaciones del lugar, conocen a los imputados del barrio y los vieron bajarse "groseramente" del auto, armados, ingresar al local de maquinitas y oyeron disparos. Souto, en su sentencia a la que accedió El País, consideró que "los tres dan un relato uniforme, concreto, preciso y cargado de detalles, los tres coinciden en ese núcleo duro y más importante que es la identificación de cada uno de los imputados en los hechos, describen también coincidentemente los roles que cumplieron".
A su vez, el juez analizó uno por uno los testimonios presentados por la defensa de los imputados, que buscaba conseguir su absolución. Se centró especialmente en dos vinculados a quien era el conductor del auto. Primero, examinó el testimonio de una pariente que declaró que —al momento del homicidio— el imputado estaba con ella tomando mate. Sin embargo, la Fiscalía hizo hincapié en que, en su primera declaración policial el acusado había afirmado que cuando ocurrió el crimen estaba en la casa de otra persona. La mujer, además, manifestó que inicialmente tuvo miedo de sufrir represalias si declaraba.
Por otra parte, Souto estudió el testimonio de una testigo y resolvió enviar una copia de su declaración a la oficina de Depuración, Priorización y Asignación de la Fiscalía General de la Nación para que se estudie "la eventual responsabilidad penal" de la mujer por sus dichos. El día del homicidio en el local de maquinitas, aparte de la víctima, habían otras dos personas. La testigo en cuestión era una de ellas.
Inmediatamente después del hecho, declaró ante la Policía utilizando su nombre y apellido y dijo: "Yo estando en la cocina pasados unos minutos escucho explosiones no entendía nada y salí corriendo hacia el almacén al llegar al portón que separa el almacén... Veo a una persona alta toda de negro que sale corriendo por la puerta del almacén a la calle".
Sin embargo, al declarar en el juicio, se la presentó como una testigo de identidad reservada y se posicionó en otro lugar de la escena. "Yo estaba a medio metro del muchacho que mataron cuando entro que vi que abrió la puerta y empezó a disparar. Y yo ahí quedé paralizada, esperé que el muchacho se fuera y ahí salí. Y había más gente jugando en las maquinitas, pero en ese momento empezaron a salir todos de a uno y al rato fue lo que paso", dijo.
Frente a este cambio de versión, el juez presentó —al menos— cuatro preguntas. La primera fue: ¿si estaba a medio metro no resultó herida o afectada de alguna forma por los disparos? En segundo lugar, consideró que "tampoco es razonable pensar siguiendo esta nueva versión incorporada ahora por la testigo, que el autor de los disparos haya entrado a la pieza donde estaban las maquinitas a cara descubierta, y diera muerte a la víctima efectuándole múltiples disparos y que habiéndola visto a medio metro se haya retirado dejando un testigo que lo vio y que según declaró la testigo en audiencia también lo reconoció".
"Además, si afirmáramos que ocurrió como ella dice —razonó el juez— podría hipotetizarse que el presunto autor conocía a la testigo y por eso no la agredió". Por último, dio cuenta de una última contradicción. Una testigo anterior había asegurado que, la otra persona que estuvo presente, le había contado que estaban en la cocina cuando llegaron los agresores. Si eso fuera cierto, significaría que en el juicio mintió.
Pero eso no fue lo único que llamó la atención de Souto, según destaca él mismo en la sentencia. Esta testigo —a la que la Fiscalía deberá definir si indaga por falso testimonio— había declarado inmediatamente después del homicidio con su identidad descubierta. Pero al ser propuesto como por la defensa para el juicio, se la presentó como testigo de identidad reservada. "De reservado, la testigo, tenía solo el nombre", resumió el juez e indicó que todos los abogados sabían su identidad y de hecho se le había informado también a la Fiscalía.
Esto había sido motivo de discusión en la etapa anterior al juicio. La Fiscalía se había opuesto a que declarara como testigo reservado alguien que ya había proporcionado su identidad inicialmente, pero el Tribunal de Apelaciones lo habilitó argumentando que —cuando ella dio sus datos— la investigación era reservada y ahora declararía en un juicio público.
Por otra parte, señaló el juez, cuando la defensa comenzó a interrogarla, le preguntó si sabía quién le había disparado a la víctima y ella contestó que sí, a lo que los abogados decidieron no ahondar más en la respuesta.
La sentencia no está firme y puede ser apelada por las partes.