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Sepa qué concluyó la investigación de la Armada sobre la muerte de los marinos en puesto de guardia del Cerro

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Efectivos haciendo una búsqueda. Foto: Francisco Flores.

TESTIMONIO EN EL JUZGADO

Debían reportarse a cada hora; pasaron 9 y nadie hizo nada

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El 31 de mayo de 2020, tres marinos fueron asesinados en un puesto de guardia en una antena ubicada en el Cerro de Montevideo. El único imputado por los crímenes hasta el momento es el exinfante de Marina, Jonathan Bragundi.

Familiares del marino Juan Manuel Escobar, quien fue ultimado mientras dormía, iniciaron el 26 de noviembre de 2020 una demanda en el Juzgado de lo Contencioso Administrativo de 1er Turno reclamando al Ministerio de Defensa el equivalente a US$ 520.000 por daño moral y lucro cesante. La demanda fue firmada por los abogados Guillermo Chiribao y César Enrique Silva.

El juez de lo Contencioso Administrativo de 1er Turno, Gabriel Ohanian, citó a declarar al oficial de la Armada, Marcos Saralegui, entonces comandante de la unidad de donde dependía el puesto de guardia ocupada por los tres marinos asesinados a tiros.

Saralegui, quien hoy ocupa el cargo de jefe de gabinete del comandante en Jefe de la Armada, testificó en la audiencia que meses antes de los hechos evaluó las medidas de seguridad de ese puesto ubicado al lado de un asentamiento. Y entendió necesario aumentar la guardia en ese lugar de dos a tres marinos, ya que si uno dormía, otros dos siempre tenían que quedar despiertos.

Además, dijo, la unidad tenía un plantel de perros y cuando los animales van quedando viejos se usan para las guardias. En este caso, agregó, se reforzó la guardia con un perro.

Entre las directivas para dar más seguridad al puesto, Saralegui ordenó a los marinos que se comunicaran cada una hora con sus superiores.

El juez Ohanian dijo:

-Esta guardia se encuentra en un lugar complejo. Hay un complejo al lado. ¿Había que estar atentos a las medidas de seguridad?

-Yo hice una investigación de urgencia luego de los hechos. La falla detectada fue que yo di la orden de que ellos (los tres marinos) debían comunicarse cada una hora. Mi intención era que ellos estuvieran siempre atentos. Por causas que no sé, ellos no cumplieron con esa directiva. (...) La falla fue que, al no haber habido comunicación (desde el puesto de guardia), alguien debió tratar de comunicarse o ir a ver qué había pasado. Desde que los infantes dejaron de comunicarse (con sus superiores) pasaron como nueve horas hasta que fueron a relevarlos y vieron lo que había ocurrido- agregó Saralegui.

Enseguida expresó: “La Armada es muy grande, pero sin duda los homicidas se conocían con los infantes que estaban de guardia”.

Luego de la investigación de urgencia hecha por Saralegui, el Ministerio de Defensa ordenó otra de carácter administrativo.

El juez Ohanian preguntó:

-¿Qué concluyó esa investigación administrativa?-.

-En mi caso, la investigación administrativa concluyó que fue suficiente mi relevo, que se tomó como una sanción. Al resto del personal se aplicó sanciones, no todas severas -respondió Saralegui.

La abogada del Ministerio de Defensa, Florencia Fontana, inquirió sobre si fue forzada la puerta del puesto de guardia.

-Yo entré a la casa (donde se hacía guardia) después de los hechos. El predio está todo cercado y solo tiene un acceso a través de un portón, y solo ellos (los infantes de marina) tienen llave. Eso no estaba forzado. La guardia que iba a relevar a los fallecidos tuvo que saltar. Adentro de la casa no había desorden- respondió el oficial superior de la Armada.

En otro tramo de su declaración, Saralegui, que conocía al presunto asesino de los tres marinos, Jonathan Bragundi, explicó:

-Era un militar más viejo (que las víctimas). Unos meses antes de los homicidios, él deserta. Yo lo paso a la Justicia Militar por desertor. Él había trabajado con perros. Por ende, conocía muy bien la guardia y el perro lo conocía.

“Era la vida de ellos o la mía”

El 18 de junio de 2020, el exinfante de marina Jonathan Bragundi declaró ante la fiscal de Homicidios, Mirta Morales, asistido por una defensora pública. En ningún momento mostró arrepentimiento por el triple homicidio. “Necesitaba plata. Estuve dos meses buscando trabajo y no conseguía nada. Fui a robar las armas. Yo conocía el lugar”, dijo a Morales. Y agregó: “Entré por la ventana del baño. Luego tomé un arma. Cuando salía por la ventana del baño, sintieron el ruido. Me dieron la voz de alto. Puse los cargadores en la pistola. Sinceramente, era la vida de ellos o la mía”.

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