XIMENA AGUIAR
Jóvenes que exhiben ropas y cortes de pelo llamativos, que ocupan espacios con su música y sus prácticas, que bailan, juegan, consumen y producen, que chocan, y así plantean casi una adivinanza. ¿Qué propuesta de vida hay detrás de esa fachada?
Otros jóvenes intentaron responder esa pregunta. Estudiantes avanzados de la carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales realizaron investigaciones que conformaron el libro "Subculturas juveniles", presentado esta semana.
Un flamante auto tuneado, una vieja moto Harley, una dieta estrictamente vegetariana o un estilo cuidadosamente pordiosero, tienen la capacidad de nuclear a personas que le dan valor y significado a lo que para otros podría ser un capricho. Fragmentos de sus explicaciones son conservadas textualmente en los artículos del libro.
"A mí me gustan desde hace pila de tiempo, como cuatro años", sostiene un "rollinga" entrevistado. Esta subcultura está formada por adolescentes nucleados en torno al concierto de los Rolling Stones en Buenos Aires en 2006 o a bandas argentinas como "Jóvenes pordioseros". Los investigadores ven en ellos una "rebeldía pasiva", que se expresa hasta en su cuerpo, flaco y lánguido.
La música es también el punto de encuentro de las actitudes que definen a los electrónicos, tanto por la exaltación de las sensaciones e interpretaciones individuales como por su respeto en un espacio común. "Que vos lleves el sonido, establezcas un paralelo con lo que a vos te interesa, y que no te esté bajando un mensaje", describe uno de los entrevistados.
En otros grupos la unión viene simbolizada por un objeto. "El auto es el reflejo de uno", dice un tuning, que transforma y personaliza su coche, al que dedica gran parte de su tiempo y su pensamiento. Los investigadores oscilan entre entenderlo como un despegue del consumo de masas y la internación en su juego. Los entrevistados señalan que es como una "adicción", que implica éxitos y competencias. La "hermandad de los caballeros Pachucos" es un grupo de riders o "motoqueros" que llevan juntos entre 10 y 15 años. "Ser Pachuco es ser caminante, buscador de horizontes", explica un entrevistado, y otro da el toque criollo comparándose con un gaucho a caballo.
Uno de los rituales clave para el grupo fue la inauguración del monumento a los "caídos en accidentes carreteros" en Tacuarembó, con ofrendas y fogones.
Su estética de hombre duro se combina con la solidaridad, como en la participación en la recaudación de fondos de la Teletón del año pasado.
El Querido plancha. Relacionadas con las aficiones y el uso del tiempo libre, aparecen en algunos grupos "políticas de vida". Hay propuestas económicas, como las de los artesanos que "tiran el paño" para vender en la calle y reniegan de "vender su tiempo" a un trabajo formal, o éticas, como las de los veganos que piden un cambio en la relación con la naturaleza, que se manifiesta en su dieta.
Pero la subcultura que plantea los más profundos cuestionamientos es la "plancha". Tanto, que el desafío de analizarla fue enfrentado conformando un grupo ad hoc con coautores de los otros artículos.
"El `propio` plancha", título del artículo, usa una de las muchas palabras que han sido resignificadas por esta cultura (propio, por auténtico). También hace caer en la cuenta que es, de las analizadas, la más "propia" en el sentido de que tiene su origen no en momentos y países extranjeros sino en conflictos locales actuales.
El artículo rescata no sólo este conflicto sino también una ética que sostiene al individuo, y que lo enfrenta a "los chetos" porque "no te lavan un plato" o "no comprenden a la gente de la calle", y a los "rastrillos" que roban en la casa o en el barrio.
Todo ambientado con una música que combina letras sobre "amores que no andan bien, gente que está presa o que se le murió la madre", con un ritmo que busca baile y diversión, mientras se pueda.
Aprender investigando
Las investigaciones presentadas en "Subculturas juveniles" fueron realizadas en la materia Metodología Cualitativa, con la supervisión de Verónica Filardo y Alén Pérez. Veganos, tuneros, artesanos callejeros, rollingas, electrónicos, riders y planchas son analizados por 20 estudiantes. El libro es el tercero que compila trabajos realizados en ese taller, los anteriores fueron "Tribus urbanas en Montevideo" (2001) y "Religiones alternativas en Uruguay" (2005).