Escribir a mano

Ana María Abel

Lic. Ciencias Familiares

La revista Time en un artículo titulado "Duelo por la muerte de la escritura a mano", señala que es ése un arte perdido. Los niños antes de ir a la escuela ya han aprendido a teclear en la computadora: son hijos de la velocidad y se han contagiado del afán por expresar su pensamiento lo más rápidamente posible. Da la impresión de que se abandonó la belleza por la velocidad y la artesanía por la eficiencia.

El educador argentino Guillermo Jaim Etcheverry se pregunta: ¿Cuánto hace que no experimentamos el placer de recibir una carta manuscrita en letra cursiva? Considera, no sin razón, que la caligrafía es una habilidad humana que ya casi no se enseña. Los maestros pierden tiempo y paciencia descifrando qué han querido expresar sus alumnos.

Es cierto que la computadora es imprescindible en el trabajo escolar. Es bueno que todos nuestros escolares y liceales puedan contar con ella, pero no olvidemos que favorecen un pensamiento binario y uniforman su expresión en tipos de letras prefabricados, mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual.

El neurólogo infantil León Benasayag explica: "El uso de la mano tiene una parte muy grande de representación cortica. Cada parte del cuerpo da órdenes al cerebro. Si cada vez se usa menos la escritura manual, hay riesgo de que el cerebro funcione distinto. La escritura permite la organización de estructuras a nivel cerebral que hacen memorizar las palabras, la sintaxis; una cantidad de datos que luego van a ser elaborados para estructurar el pensamiento".

Cuando recibimos una carta escrita en computadora nos planteamos ¿quién me manda esto? Y vamos directamente a la firma. ¿Qué buscamos de manera innata? Conocer en su firma, que por ahora aún se realiza a mano, a la persona que está detrás de ese lenguaje frío. Si por una de esas casualidades recibimos un sobre manuscrito, nos invade una emoción no sentida desde hace tiempo. Muchas veces, antes de rasgar el sobre, ya descubrimos quién se comunica con nosotros.

Volver a esmerarse desde la infancia a escribir con la mano ¿no es pues un ejercicio irrenunciable? Los padres podemos suplir en casa, de mil maneras divertidas y dinámicas, esa carencia para que la caligrafía continúe siendo un bien cultural como ocurre con los números romanos.

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