Había una vez un industrial millonario que en su época llegó a ser considerado la persona más rica del mundo. Su nombre era Howard Hughes y su vida que fue inmortalizada en la película "El ciudadano".
Todo anduvo bien para Hughes en la salud, el amor y los negocios hasta que se aproximó a la edad en la que su padre falleció prematuramente de un ataque fatal al corazón. A partir de allí el mítico millonario, en el pasado temerario as de la aviación, comenzó a pensar obsesivamente en la posibilidad de la existencia de un error genético familiar que determinó la prematura muerte de su padre apenas habiendo pasado los cincuenta años.
Para Howard Hughes, como en "El enfermo imaginario" de Moliére, cada pequeño dolor o molestia corporal era interpretado como los primeros síntomas de una grave enfermedad que lo llevaría inevitablemente a la muerte en poco tiempo.
Hoy en día sabemos que Hughes seguía un patrón de conducta típicamente fóbico, permanecía en su casa tanto como podía y se daba el lujo de no salir de su casa sino era con un ejército de personas dedicadas a trasladarlo en sillas de ruedas, camillas, y ambulancias. Algunas personas lo consideraban paranoico a causa de ese comporamiento, otros pensaban que era un rico excéntrico que hacía cosas raras porque su dinero se lo permitía.
Su exagerado miedo irracional a los gérmenes, lo obligó a usar todo el tiempo guantes blancos y evitar a los portadores de enfermedades contagiosas.
Paradójicamente su gran poderío económico no le sirvió para curarse de su "enfermedad imaginaria", al contrario este sirvió para empeorarlo cada día más y recluirlo al final de sus días en su mansión-prisión, Xanadú.
Su solvencia económica le permitió desarrollar hábitos y comportamientos que "aliviaban" su sufrimiento pero que hoy en día se sabe empeoran el problema, porque evitan que la persona se enfrente cara a cara con sus temores irracionales sin fundamento y los pueda superar.
Todos las actitudes que mantienen y/o agravan una fobia son denominadas técnicamente "comportamientos de evitación y escape", por ejemplo: Howard Hughes se desplazaba dentro de su mansión en una silla de ruedas por temor a caerse y lastimarse gravemente o cuando comenzaba a "sentirse mal" usaba y abusaba indiscriminadamene de medicamentos diversos incluidos los tranquilizantes.
Cada vez que evitamos enfrentar algo que nos atemoriza, por ejemplo: hacerse un chequeo médico, subir en un ascensor o hablarle a una persona que nos interesa, lo único que logramos es hacer que el miedo crezca en nuestra imaginación. Por eso en este sentido a veces ser un "enfermo imaginario" no solo puede serlo el que quiere sino el que puede.
Evitar todo aquello que nos atemoriza no es una buena política a la hora de lograr una vida libre de temores irracionales y enfermedades imaginarias.
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