"El síndrome del niño bueno"

Psicólogo Gustavo Ekroth

Un niño bueno es obediente y paciente, nunca contradice a sus padres ni hace "berrinches", siempre es elogiado y tomado como ejemplo. Si bien este comportamiento "sumiso" es muy apreciado por los adultos a la vez que elogiado en una etapa temprana de la educación infantil nunca debería pasar de ser un recurso útil pero absolutamente transitorio.

En los primeros años de vida es importante que el niño acepte sin mayores resistencias las órdenes que imparten los padres o los adultos a su cargo: "No cruces la calle", "Ponete el abrigo", "No hables con extraños", etc, mamá y papá saben lo que dicen y por qué lo dicen. En esta primera etapa "el niño bueno" acepta que las personas que lo cuidan y lo quieren siempre tienen razón y no cuestiona su autoridad ni su buen juicio para tomar las decisiones y resolver cualquier tipo de problema que se pueda presentar.

Un error educativo frecuente es dar por sentado que ha medida que el niño vaya creciendo va a ir superando "naturalmente" su comportamiento sumiso-obediente, su falta de criterio personal para decidir, logrando así pensar en forma independiente tomar sus propias decisiones adultas y tener una buena autoestima y confianza en sí mismo.

Lamentablemente cuando el "adoctrinamiento" en ser un niño bueno es intenso y/o se prolonga en el tiempo más allá de lo normal (aproximadamente por encima de los 4 años de edad) ocurre que el chico crece pensando que son siempre los otros los que saben lo que dicen y tienen razón, que siempre tiene que complacer a los demás, que nunca los puede contradecir, y que no puede tomar decisiones sin contar con la aprobación de las personas que lo rodean.

Ser un "niño bueno" puede llegar a ocasionar problemas psicológicos importantes a lo largo de toda la vida. Por ejemplo, en la infancia "los niños buenos" suelen ser tímidos, vergonzosos e incapaces de hacer frente a las crueles críticas y bromas de sus compañeros de clase, con lo cual se vuelven más vergonzosos y tímidos todavía. Tienden a caer en un círculo vicioso constituido por la falta de confianza en sí mismos, el aislamiento, el miedo a las críticas y la ausencia de amigos, incluso en algunos casos pueden llegar a desarrollar diferentes fobias sociales.

En la adolescencia los problemas de ser "un niño bueno" pueden estar relacionados por ejemplo con la incapacidad de tomar decisiones, las postergaciones interminables, la falta de intereses y motivación, la baja autoestima y las dificultades para desarrollar su propio concepto del bien y del mal, en un mundo nuevo cambiante y contradictorio.

En la vida adulta ser "un niño bueno" puede llevar por ejemplo a decir si queriendo decir no, salir de garantía sin querer hacerlo, implicarse en proyectos que en realidad no le interesan, vivir preocupado por la opinión de los demás, siempre poner los deseos e intereses de otros por encima de los propios o dedicarse a ayudar y complacer a los demás sin nunca dedicarse un tiempo y un espacio para hacerlo por uno mismo.

Para contrarrestar el "síndrome del niño bueno" es imprescindible que los padres y educadores tengan el valor de atreverse a permitir que los niños paulatinamente tomen pequeñas decisiones, los contradigan, cuestionen su autoridad, digan que no, puedan elegir libremente, y aunque se equivoquen tengan la gran suerte de aprender a través de ellos mismos en el complejo camino de la vida.

Recuerde que "el niño bueno" de hoy puede llegar a ser el padre del adulto conflictuado e infeliz del mañana.

Si desea mayor información sobre este y otros temas de psicología de interés general y/o si desea enviar sus comentarios puede ingresar a la página web: www.psicologoekroth.es.fm

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