Renzo Rossello
El fallo judicial revela detalles espeluznantes del cuádruple crimen que sacudió a Colonia. Una trama ideada por Pablo Borrás durante años. Un plan ejecutado con fría determinación.
UNO. El lunes 3 de marzo los cuatro se reunieron en la casa de Darwin Irigoyta, en Nueva Helvecia. El plan ya estaba maduro en la mente de Pablo Borrás. La idea había germinado, posiblemente, durante años. Cuando su abuelo repetía para el que quería oírlo: "Gonzalo nos robó". Y ahora, Borrás iba por la revancha.
Antes lo había hablado con su amigo Lucas Martínez, pero éste no quiso embarcarse en el golpe. En cambio le presentó a Darwin, que más tarde sumó a los otros dos elementos de la banda: Roberto Roland y Rubens Sánchez, al que todos conocen por el apodo de "Padilla".
En esa reunión Borrás dejó en claro que debían estar dispuestos a matar. Para confirmar sus intenciones el viejo revólver calibre 22 con las seis balas estaba sobre la mesada de la cocina. Y también los guantes de látex que el ex enfermero le había encargado a Lucas Martínez. Iban a actuar a cara descubierta y no iban a quedar testigos vivos, tampoco huellas.
Hacía muchos años que Pablo Borrás no iba a la estancia de su tío abuelo, Gonzalo Borrás. Pero conocía muy bien el camino.
Antes de partir, Darwin Irigoyta "peinó" cuatro bien provistas líneas de cocaína que, casi ritualmente, esnifaron uno a uno.
DOS. Poco después de la una de la tarde subieron a las dos motos y abandonaron Nueva Helvecia. Darwin conducía una y llevaba a Borrás atrás, Roberto Roland guiaba la moto que había tomado de su madre, atrás viajaba "Padilla".
Algo más de 40 kilómetros más tarde detienen las máquinas frente a la portera de "La Teoría". Borrás e Irigoyta entran caminando hasta el casco, convienen en enviarles un mensaje de texto por celular a los otros dos.
Golpean las manos, pero nadie sale. Se arriman a la vieja construcción de piedra junto al edificio principal, donde vive el peón, don Higinio Mesa. Golpean a la ventana y Mesa se asoma. "Soy el sobrino de doña Alicia", se presenta Borrás. El peón les indica dónde encontrar a Daniel Bentancor y a Alicia Borrás.
Daniel sale a recibirlos y reconoce de inmediato a Pablo, con quien solían reunirse en Nueva Helvecia. Casi de inmediato Alicia Borrás llega para saludar a los recién llegados.
Van a la sombra de un pino para conversar. Pablo le dice que piensa venir a cazar durante Turismo. Pero mientras hablan de ello le envían un escueto mensaje a Roberto y "Padilla": "vénganse".
TRES. Cuando llegan los otros dos el clima cambia rápidamente. Borrás saca el revólver 22. "¿Qué hacés? Bajá esa arma", dice todavía riéndose Daniel Bentancor.
"Esto va en serio, la plata", le responde Borrás.
Bentancor insiste en que no hay dinero. Le dice que sólo tiene algunas monedas, unos 100 dólares y un billete de 20 pesos.
Borrás comienza a perder los estribos. Lleva a Bentancor hasta su habitación y regresa con un botellón de vidrio lleno de billetes y monedas.
"Eso es todo lo que hay", insiste todavía Bentancor.
"Átenlos", le ordena Borrás a los otros.
Con cuerdas de enfardar los atan junto a un alambrado. Borrás le ordena a Bentancor que llame a Mesa.
El peón terminaba de ensillar un caballo cuando oyó la voz de Bentancor llamándolo. Al llegar es atado junto a la pareja. Para entonces Bentancor ya era plenamente consciente de lo que ocurriría de allí en más. Les dice que su compañera está embarazada.
Más tarde, cuando la jueza Gloria Rodríguez le pregunta a Borrás si esa advertencia de Bentancor había cambiado en algo la situación, este fue contundente.
"No, ya estábamos jugados, una vez que saqué el arma ya no había retroceso", dijo .
CUATRO. Con Alicia Borrás maniatada y como escudo van en busca de doña Alicia Schwyn, hasta entonces ajena a todo. La madre de Alicia Borrás miraba televisión en la cocina cuando su hija le dijo que se quedara tranquila, que estaban asaltándolos.
Darwin Irigoyta comenzó a atar a la mujer a la silla.
"M`ijo, tené cuidado, soy una persona de muchos años", le advierte Alicia Schwyn.
Más tarde Darwin declarará que "la ató flojito, para no hacerle daño".
"Acá no van a encontrar plata", les advierte antes de que Borrás y Roland abandonen la cocina. Ruben Sánchez se queda cuidando a la mujer.
Darwin va hasta la moto en busca de la mochila. Saca los guantes de látex y los reparte entre el resto de los integrantes para comenzar la búsqueda del dinero en la casa.
La habitación de Bentancor y su compañera es la primera que revisan. Sobre la mesa de luz encuentran una billetera con dinero, también hallan varios sobres con dinero en moneda nacional en uno de los cajones de la cómoda, que van guardando en la mochila.
Mientras revisan la habitación "Padilla" da la voz de alerta. Bentancor intentaba escapar de sus ataduras. Cuando llegan corriendo Sánchez había logrado reducirlo.
Ahora se dirigen a la habitación de Alicia Schwyn y comienzan a revisar el ropero. Prueban algunas llaves que encuentran en la caja fuerte que hay en esa habitación, pero no logran abrirla. Borrás encuentra un reluciente revólver Colt de calibre 38 y otro manojo de llaves. Allí estaba la que finalmente abriría la caja de valores.
"¿Qué hacés? Bajá esa arma", le dice todavía riéndose Daniel Bentancor. "Esto va en serio, la plata", le responde Borrás. Bentancor insiste en que no tiene dinero. Le dice que sólo tiene algunas monedas, unos 100 dólares y un billete de 20 pesos.
Futuro de La Teoría plantea un dilema
María Rosa cuenta que su familia visitaba frecuentemente a Doña Alicia, compartían la mesa "y los temas de cualquier familia".
Ella pasaba los días tejiendo, hacía jardín, mantenía la quinta y miraba televisión, describe. Cuando ella iba le mostraba las plantas, cuenta, y se lamenta en el alma.
"Seguimos la tradición de don Gonzalo, haciendo el queso artesanal", sostiene, en referencia a su suegro, fallecido de un cáncer de esófago el año pasado. Don Gonzalo Borrás había nacido en la estancia y allí terminó su vida en marzo de 2007. Alicia Raquel, la hija más chica de la familia se había mudado desde Nueva Palmira al campo para cuidar a su padre enfermo, al tiempo que su hermano Norberto, de 34 años, se instalaba en Cardona, a 31 kilómetros, junto a su esposa Verónica y sus dos hijos.
Aunque se esfuercen, ni María Rosa ni Norberto asocian a Pablo Borrás, el primo que conocen de chico pero con el que no tenían trato regular, con el frío asesino que demostró que podía llegar a ser. "Era inteligente", dice Norberto, y le consta que había tenido buenas notas en el liceo. Esquivando el sol del mediodía bajo un paraíso, Norberto dice que está "empastillado". Toma diazepam, un antidepresivo. Y todavía no se convence de lo que pasó, desde la noche en que vio a su madre muerta atada a una silla y salió disparado a buscar a la Policía. "Si podrían haber robado cosas y no hacer semejante desastre", dice, con una mueca que la tristeza no deja que se parezca del todo a una sonrisa.
Ayer se cumplió una semana de aquel momento y Norberto dice: "No me termina de cerrar, por qué tanto ensañamiento". Pero no quiere paralizarse por el dolor ni entregarse a la resignación.
"Debemos lucharla y mantener lo que los viejos hicieron", dice, mientras su hija Ana Lucía se apronta para ir a la escuela.
"¡Miren toda la plata que tienen, miren muchachos!", grita Borrás con el rostro tirante por la ira. Se acerca a Daniel Bentancor y lo mira con ferocidad. "Así que un dólar y veinte pesos, ¿eh?". Darwin Irigoyta intenta calmarlo. "Bueno, ya tenés la plata, vamos", dice.
CINCO. El hallazgo vuelve a encender la mecha de Pablo Borrás que, blandiendo los billetes, sale otra vez al exterior.
"¡Miren toda la plata que tienen, miren muchachos!", grita con el rostro tirante por la ira.
Se acerca a Daniel Bentancor y lo mira con ferocidad.
"Así que un dólar y veinte pesos, ¿eh?".
Darwin Irigoyta intenta calmarlo.
"Bueno, ya tenés la plata, vamos", le dice.
"No, ya estamos jugados. Los voy a matar", responde Borrás.
Pablo Borrás empuña el cuchillo. Es una afilada hoja de unos 30 centímetros y se dirige a la cocina. Darwin Irigoyta lo sigue, pero se queda junto a la mesa en un extremo de la sala.
Alicia Schwyn está amarrada a la silla. Borrás se coloca detrás y le tapa la boca con la mano derecha, con la izquierda le atraviesa el cuchillo en el cuello. Roberto Roland observa la escena desde la entrada. La mujer grita y Borrás le asesta tres puñaladas en la espalda, directo al corazón.
Más tarde, con total frialdad, Borrás declarará: "Sé que es ahí (el corazón) porque soy enfermero, estudié en Colonia y trabajé dos meses en (nombra una mutualista local) y dos años en (nombra otra) en Tarariras".
SEIS. Darwin intercambia una mirada con Roberto Roland.
"De acá nos vamos", le dice.
Pero Pablo Borrás estaba decidido. Entonces va en busca de Bentancor.
"Se nos está yendo todo al carajo", le dice Darwin a Borrás, en un último intento.
Borrás ordena que lleven a los otros a distintos cuartos.
Daniel Bentancor es llevado a su habitación. Protesta, grita. Borrás ordena que le pongan una media en la boca. Se acerca a Bentancor y descarga un fuerte puntapié en las costillas. Le propina un culatazo con el revólver que empuñaba alternativamente en una u otra mano. Bentancor cae al suelo frente a su cama.
Borrás descarga una puñalada en el pecho y lo remata con un corte en la yugular. Lo deja allí desangrándose.
De inmediato van en busca de Higinio Mesa, ahora amarrado en su dormitorio. Borrás lo obliga a sentarse en la cama y luego le ordena que se acueste boca arriba. Lo elimina de una sola y certera puñalada al corazón. Mesa, herido de muerte, cae de la cama.
Alicia Raquel Borrás había sido llevada poco antes al dormitorio de su madre. Borrás le dice que se acueste en la cama. Alicia se resiste e intenta alejar a Borrás a puntapiés. "¡Qué hacés!", le grita a su primo.
Borrás toma el revólver y le dispara tres veces. Usa un almohadón para atenuar el ruido. En su plan las muertes debían ser silenciosas y el uso del revólver no estaba previsto.
De todas formas, según constata de inmediato, sólo uno de los disparos rozó a Alicia Borrás en la cabeza, desde donde manaba sangre.
Alicia cae boca abajo en la cama. Borrás descarga dos puñaladas por la espalda, a la altura de los pulmones.
SIETE. Fuera Darwin, Roberto y Ruben habían ido en busca de las motos. Borrás salió al exterior limpiando la hoja del cuchillo en su camisa a cuadros.
Huyen rumbo al pueblo Cufré, que atraviesan en dirección a Nueva Helvecia.
Dos kilómetros más adelante se detienen a la vera de un arroyo y bajan para fumar un cigarrillo en silencio.
Borrás toma la mochila que hasta entonces había llevado "Padilla" y la carga consigo el resto del viaje. Allí iba el botín que lo había desvelado todo ese tiempo.
Aceleran por los caminos de tierra y al cabo de otros dos kilómetros atraviesan una plantación de sorgo. Sin detener la marcha Borrás arroja allí el cuchillo. Un par de kilómetros más adelante llegan a otro arroyo y se detienen un momento. Allí arrojan los guantes de látex. Unos ocho kilómetros más adelante llegan a un parque.
Se quita la camisa y coloca una manga ensangrentada en el tanque de combustible de la moto de Darwin para empaparla. Se acerca a un parrillero y arroja su vieja camisa a cuadros y la prende fuego. "Padilla" le presta una remera y vuelven a montar en las motos.
OCHO. Por fin llegan a Nueva Helvecia. Es algo más de las seis de la tarde.
Van directo a la casa de Borrás, en la calle Alfredo Stutz 1113. Comienza el reparto.
Borrás vacía la mochila sobre una mesa y distribuye el botín en cuatro montones iguales de billetes. Han reunido cerca de U$S 20.000.
"A mí me corresponde el 5% por cabeza", sentencia Borrás en ese momento. Cada uno debe darle un 20%, la proporción por cada uno de los muertos con los que ahora carga Borrás. Él se lleva U$S 7.000, los otros tres U$S 4.400 cada uno.
Pablo Borrás guardará intacta su parte. Los otros no. El dinero les quema en los bolsillos. De todas formas, pactaron pagar con la vida si alguno abría la boca. El martes 4 de marzo terminaba. Ya estaba hecho.
Tres días más tarde el hijo de Alicia Schwyn, Norberto Borrás, abriría la puerta al horror.
Un delito y muchos homicidios
El auto de procesamiento establece los grados de responsabilidad que recayeron sobre los involucrados. Y también explica cómo opera la pluralidad de muertes en el resultado penal.
Pablo Borrás Rodríguez es procesado como autor de un delito de homicidio muy especialmente agravado. El agravante especial es el número de muertes: "dentro de la estructura de nuestro Código Penal la expresión concurso abarca todas las situaciones en las que un ciudadano ejecuta un homicidio en más de una oportunidad".
Para los casos de Roberto Carlos Roland, Rubens Andrés Sánchez y Darwin Andrés Irigoyta, se establece la calidad de coautores del mismo delito. En tal sentido la fiscalía había entendido que los tres "con sus conductas positivas consumaron el copamiento y colaboraron activamente para que Borrás lograra consumar los homicidios". Por último, Lucas Martínez, procesado como autor de encubrimiento, entra de lleno en la categoría al estar informado desde un primer momento de los planes de Borrás y de quiénes serían sus secuaces en el golpe.
"A mí me corresponde el 5% por cabeza", sentencia Borrás en ese momento. Cada uno debe darle un 20%, la proporción por cada uno de los muertos con los que ahora carga Borrás. Él se lleva U$S 7.000, cada uno de los otros tres U$S 4.400 . Pablo Borrás guardará intacta su parte.