PUNTA DEL ESTE | CESAR BIANCHI
De mañana, de tarde, de noche y hasta de madrugada, movilizarse de la península hasta La Barra o viceversa sin vehículo propio es mera cuestión de agitar el pulgar señalando la dirección deseada al costado de la ruta. Minutos después, el peatón estará confortablemente sentado en un auto ajeno, camino a destino.
A toda hora se puede constatar la "moda" para aquellos que no tienen locomoción propia. Adolescentes, jóvenes y adultos hacen dedo para llegar a donde quieren. El fenómeno, mundialmente conocido como "autostop", nunca tuvo más adeptos en Uruguay que en este verano (acaso por el aumento del precio de los combustibles).
A las 10 de la mañana, por ejemplo, cuatro chicas montevideanas hacían dedo a la altura del barrio San Rafael. Mercedes Dellepiane y María Canale, de 17 años, y Aline O’Fanell e Inés Lemos, de 16, querían llegar hasta La Barra. "Manejamos con el pulgar", resume Dellepiane, quien no tiene reparos en admitir que han apelado a ese recurso para movilizarse durante toda la temporada.
Son todas compañeras de colegio en Carrasco y se están quedando en la casa de Mercedes en San Rafael. Todas coinciden en que hasta ahora no han tenido inconvenientes, excepto las zozobras vividas cuando el 1º de enero unos jóvenes alcoholizados las levantaron y les dijeron piropos todo el viaje. "En general, todo bien", resume Inés Lemos.
Una vez nos levantó un veterano, un ‘viejo verde’, que nos decía: ‘¡qué lindas! ¿qué hacen solitas?’, comenta Canale. "Nunca tuvimos problemas, pero miramos bien quién es el que frena. No es cosa de subirse con cualquiera", dice Dellepiane.
MODA. Felipe Berta (16) quedó encantado de que lo levantara en la ruta. Hacía más de 20 minutos que esperaba y ya estaba fastidiado, sobre todo porque sabe que la empresa es mucho menos costosa para las chicas. A las 22 horas agradece el gesto de que un coche de los tantos que pasan por la rambla y va hasta La Barra detenga su marcha para recibirlo.
Yo no subo con cualquiera, miro muy bien y si el tipo no me parece confiable, no subo, dice. Berta es un joven estudiante liceal y jugador de rugby. "Es una moda sí. Lo que pasa es que la guita que pude ahorrar para el verano no la quiero gastar en locomoción, sino adentro de algún boliche, agrega. En ese sentido, el lugar preferido se llama "Medialunas Calentitas", una esquina ideal para los menores de edad.
Berta no entiende cómo hay tantas jovencitas haciendo dedo solas, incluso de madrugada. "Si yo fuera los padres, no las dejaba; es muy peligroso, dice. "Yo soy un pibe, es distinto. Además, generalmente me toman esas camionetas con caja atrás".
Un caso diferente es el de Verónica (30) y María (32). Son argentinas, ambas profesionales universitarias, aunque aprovechan la temporada estival para venirse a Punta del Este a ofrecer prendas de ropa, collares y prendedores de cabello en la playa. "Suerte que paraste, porque hacía un ratito que se había puesto duro esto de hacer dedo", dice Verónica.
Admiten que no pueden vivir con el sueldo de sus profesiones —que prefieren no especificar— y por eso recurren a vender artículos en la playa. Igual, el éxito es tal que han podido alquilar una casa en San Rafael. "Yo ofrezco ‘culots’, un nuevo tipo de mayas femeninas, y también vinchas", cuenta María. "Nunca nos pasó nada. Nadie nunca se metió con nosotras, y hablamos con todo el mundo. Siempre buena onda".
CAUTELOSAS. Clara (17) y Amparo (15) están de musculosas coloridas, minifaldas y sandalias. Hacen dedo a la altura de los famosos "dedos" en la playa, pero pretenden ir hasta la playa de Bikini. Las dos hermanas porteñas cuentan que nunca hicieron dedo de noche. "Está lleno de borrachos. De día sí, no gastamos en ómnibus porque hacemos dedo y nos suben enseguida, pero de noche no nos animamos", dice la mayor.
Para hacer dedo también hay estrategias y especulaciones. Clara y Amparo, por ejemplo, no se suben a un auto que no tenga cuatro puertas. "En uno de cuatro puertas nos podemos bajar cuando queramos", explica Clara. "Además siempre entre las dos, nunca hicimos dedo solas", agrega Amparo.
Entre sus confesiones destacan que "a las chicas nos suben mucho más y con menos tiempo de espera que a los chicos, que están hospedándose en la casa que su abuelo tiene en el balneario, y que les ha pasado de subirse a coches, cuyo conductor no les habló en todo el viaje. "¿Vos podés creer? Nos suben y no nos hablan, dice Clara.
"Y una vez nos pasó que le dijimos a uno: ‘bajanos acá que está bien’ y nos contestó ‘te bajo donde yo quiero’. Por suerte, una cuadra después nos bajó, comenta Amparo.
Lo cierto es que sólo pueden contar experiencias lindas. Han conocido "gente copada" haciendo dedo. De hecho, quieren ir a Bikini para encontrarse con unos amigos de sus edades que conocieron porque las levantaron hace una semana, cuando practicaban "autostop".