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Rodrigo Arim: "La Udelar tiene una estructura pensada para 1958"

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Rodrigo Arim, rector de la Universidad de la República. Foto: Estefanía Leal
Nota a Rodrigo Arim, Rector de la Universidad de la Republica, en su sede en Montevideo, ND 20210811, foto Estefania Leal - Archivo El Pais
Estefania Leal/Archivo El Pais

LA ENTREVISTA DEL DOMINGO

El rector de la Universidad de la República está pendiente de que el Parlamento le dé a su institución un incremento presupuestal de $ 20 millones “como mínimo” para asegurar la enseñanza este año.

La pandemia del COVID-19 trastocó la oficina del rector de la Universidad de la República. Literalmente. Porque esta institución, que suspendió las clases presenciales incluso antes de que el gobierno decretase la emergencia sanitaria, migró, casi de un día para el otro, a la virtualidad completa. Y el rector Rodrigo Arim, además de colaborar en el rediseño de la manera de enseñar, cambió la ubicación del mobiliario de su despacho para transformarlo en una suerte de aula virtual.

-¿Puede hablarse de un cambio de paradigma en la forma de enseñar?

-No se puede. Habrá cambios importantes en los años venideros, pero al menos en áreas como Agronomía, Veterinaria, así como en la que será la futura facultad de Artes (Bellas Artes y Música), las clases y prácticas presenciales no tienen sustitutos en la virtualidad. Es inimaginable un veterinario que se reciba sin tener contacto directo con sus profesores, sus colegas, y sin haber atendido animales en un contexto determinado. También es difícil imaginar un abogado que egresa y no tuvo práctica de litigio, o de elaboración de los procedimientos del Derecho.

-¿La virtualidad es una moda?

-No, de hecho, ya venía creciendo antes de la pandemia. Pero hay que tener cuidado: el mundo universitario no está migrando hacia la no presencialidad. De hecho, no va a migrar a la no presencialidad. Las universidades de escala internacional son universidades en las cuales la presencialidad es un componente medular en la formación.

-El año lectivo 2020 acabó, en varias universidades del mundo, con una caída notoria del nivel de aprobación de cursos. ¿Qué ocurrió en la Udelar?

-El nivel de aprobación de cursos durante 2020, a nivel macro y en base a datos preliminares, es muy similar al que encontramos en años anteriores. Esto es un logro porque en el mundo encontramos mayor abandono estudiantil y menores tasas de aprobación. Eso no quiere decir que en Uruguay no esté afectada la calidad de la enseñanza. Sí está afectada porque el aprendizaje, la práctica profesional y la generación de conocimientos son actividades colectivas y sociales. Y la interacción social en parte se cortó.

-¿Puede pensarse que el nivel de aprobación no cayó porque era, de por sí, bajo?

-No. Las tasas de aprobación de cursos son similares a las observadas en las mismas carreras en otros lados. Hay veces que pensamos que nuestros problemas son únicos, cuando en realidad son globales. El abandono universitario es un ejemplo: en Estados Unidos abandona un tercio de los que ingresan a las universidades.

-Usted era muy crítico del posicionamiento de la Udelar en el contexto internacional. ¿Hoy cuán lejos se está del mundo desarrollado?

-Estamos a unas décadas de lo que está sucediendo en el mundo desarrollado. No por la sola responsabilidad de la Universidad de la República, sino porque en los países de la OCDE un 50% de cada generación termina obteniendo un título terciario. En Uruguay estamos apenas rozando el 20%. Parte de esta historia tiene que ver con la necesidad, repetida, de aumentar los egresos en Secundaria. Porque estamos hablando de que en el mundo desarrollado se gradúa de la enseñanza terciaria la misma proporción que en Uruguay lo hace solo de Secundaria.

-La Udelar le echa la culpa a Secundaria, Secundaria se la echa a Primaria, y así...

-La Universidad no ubica responsabilidades en la ANEP y en la formación que eligen los estudiantes. La Universidad tiene que construir a partir de las características de los estudiantes que ingresan. Esa es nuestra obligación.

-¿Cómo han notado a los últimos que ingresaron (esos que padecieron el final del bachillerato en pandemia)?

-Con muchas diferencias. Era algo que ya sucedía y que suponíamos que se intensificaría en la pandemia. Por eso trabajamos con ANEP en el corrimiento de los comienzos de cursos, para dejar otro período de examen, y en la construcción de cursos preparativos.

-¿Cómo les fue en esos cursos?

-Todavía no tenemos la evaluación final porque, para que tenga sentido, lo interesante es mirar cómo acaban todo el primer año. Sí tenemos cifras de participantes, que van desde 862 en Fundamentos de Biología, hasta 16.212 en Lectura y Escritura Académica. Entre todos los cursos hubo 45.216 matriculados.

-¿Una prueba de ingreso serviría para igualar a los nuevos estudiantes?

-Una prueba de ingreso lo único que hace es pronunciar las diferencias. Y eso generaría que a la Universidad solo ingresen los sectores de la sociedad que han tenido trayectorias educativas más robustas y algunos otros casos excepcionales. Uruguay necesita lo contrario: el acceso generalizado a la educación terciaria y superior.

-¿El estudiante que ingrese el año que viene puede tener claro cómo será su régimen de estudio?

-No. Hay diferentes idiosincrásicas entre los servicios universitarios y, además, hay diferencias de condiciones en las facultades. Parte de lo que le pedimos al Parlamento, esta vez, son recursos para hacer una transición progresiva que no deje a ningún estudiante atrás. Por ejemplo, dar licencias de Zoom, becas y laptops.

-En 2020, ¿cómo hizo la Udelar?

-La enseñanza, el funcionamiento institucional y, sobre todo, los proyectos por COVID-19 como los hisopados y los kits de diagnósticos se desarrollaron con los ahorros de la falta de presencialidad: menos gastos de luz, de mantenimiento, transporte. Fueron $ 250 millones. Ahora se volverán a llenar de personas los edificios universitarios y habrá que conseguir nuevos recursos.

-¿Cuánto dinero como mínimo?

-Por lo menos $ 20 millones para sostener la enseñanza elemental y no caer. Eso permitiría pagar las plataformas digitales, entregar alguna laptop. Es obvio que algunas carreras seguirán virtuales y hay que mantener ese híbrido, así como en otras y en especial en las evaluaciones cada vez habrá más presencialidad.

-En una entrevista con La Diaria usted decía que el Estado tiene una deuda con la Udelar que supera los US$ 1,2 millones. ¿Se está saldando?

-Sí. Esa deuda es por el pago de los exámenes de PCR que la Universidad hizo, en particular, en sus laboratorios del interior.

-En sentido simbólico: ¿la Udelar está en deuda con el Estado?

-La Universidad tiene siempre la obligación de pensar en transformar su estructura y transformar su política de cara a las necesidades del país. Somos el principal instrumento de democratización de conocimiento avanzado. E insisto: Uruguay sigue teniendo un problema en el acceso de la educación superior y en la permanencia.

Rodrigo Arim, rector de la Universidad de la República. Foto: Estefanía Leal
Rodrigo Arim, rector de la Universidad de la República. Foto: Estefanía Leal

-¿Hay algo en que la Udelar debería cambiar para hacer frente a este problema?

-Hoy la Udelar tiene una estructura que fue pensada para el año 1958 (fecha de la ley orgánica). Es una universidad diez veces más grande que en 1958, mucho más dispersa geográficamente y con un nivel de adscripción a la generación de conocimiento que no teníamos en el 58. Por entonces casi no había investigación en Uruguay, salvo casos puntuales. Pero la estructura es la misma.

-¿Esa estructura “obsoleta” quedará de manifiesto, otra vez, en las elecciones universitarias de setiembre?

-Exacto. Hay colectivos que no votan. Hay facultades enteras, las más nuevas, que tienen voz y no voto: pasa con Psicología, Enfermería, Bellas Artes, Ciencias, los centros del interior. En el interior tenemos al 15% del alumnado, sin embargo, las decisiones las votan servicios anclados en Montevideo y con una estructura de cuando no existía representación en el interior... es absurdo.

-¿Cómo debería ser la estructura?

-No voy a decir cuál debería ser, pero sí estoy convencido de que la Universidad tiene que encarar la reforma.

-¿Pero tiene alguna idea por dónde debería ir?

-La estructura que hay nace de las ideas federativas de principios del siglo XX, en un momento en que las facultades eran esencialmente profesionalistas y poco academicista (en sentido de generación de conocimiento). Hoy la lógica es otra.

-¿Eso podría implicar que se dé prioridad a unas carreras sobre otras en base a cómo se proyecta el país?

-Es una ecuación válida, pero no le compete a la Universidad de la República. La Universidad no tiene que priorizar cierta formación. El país tendría que dar señales claras al respecto.

-¿El gobierno debería decidir eso?

-No es un órgano o un gobierno, es la política en sentido amplio. Te pongo un ejemplo muy claro: hoy tenemos la muy buena noticia de que la facultad de Ciencias aumentó más del 40% la matrícula inicial en este año. Todo el mundo festeja, yo también, pero: ¿cuáles son las opciones que el país les dará a esos jóvenes cuando egresen? Uruguay no genera espacios de inserción. Terminan trabajando para la Universidad, para algún instituto como el Pasteur o el INIA, o se van. El quid de todo esto es que, si la Udelar tiene que optar por qué carreras priorizar y se basa en la realidad actual, en lugar de darles la bienvenida a tantos estudiantes les tendría que decir: “¡acá solo hay lugar para 300 que son los que luego podremos emplear!”.

-¿Se soluciona con puestos de trabajo y más dinero?

-No solo. Pero hay que ser claros: desde gobiernos anteriores en la Udelar no hemos logrado una reestructura global del Clínicas, la que el país necesita. Para el período actual hubo una reducción del 5% del presupuesto real. Y no fue mayor porque el Parlamento votó cambios importantes como el régimen de dedicación total o las becas para estudiantes del interior. Estos temas no hay que mirarlos solo desde la Universidad, sino en clave país: no podemos tener un comportamiento procícliclo en educación superior, ciencia e innovación. Uruguay no puede seguir aumentando la inversión solo cuando la economía marcha bien y contraerla cuando marcha mal. Las inversiones, como los resultados, son a largo plazo.

Un alumno, una cuenta de zoom
Universidad de la República (Udelar). Foto: Gerardo Pérez.

-¿La virtualidad explica el crecimiento inaudito de los nuevos ingresos?

-La Udelar venía creciendo su matrícula a un ritmo de entre 3% y 5%. Ahora asistimos a un cambio en la evolución, con más de 21.000 inscriptos nuevos. Pero no sería cauto a la hora de otorgarle la explicación del crecimiento solo a la virtualidad. Por ejemplo: encontramos un crecimiento en todo el país y no solo en aquellos lugares más lejanos a las sedes universitarias y que podían beneficiarse de quedarse en sus casas. Además, fue la primera vez que hubo una coordinación entre la ANEP y la Universidad para que los cierres de Secundaria y los comienzos universitarios coincidan. Todo eso incidió en el ingreso, aunque está claro que la virtualidad también. Por eso hubo una apuesta a la contratación de plataformas digitales. Hicimos un primer intento de software libre que no funcionó. Entonces se contrataron espacios en distintas plataformas y para este año 2021 se compraron más de 100.000 aulas virtuales en Zoom para que cada estudiante tenga una y más de 10.000 aulas para docentes. Repartimos laptops porque la virtualidad no es una panacea, también se generan brechas.

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