Amanece en la enjardinada planta Volkswagen, cubiertos por el rocío, esperan diez ejemplares del nuevo modelo Suran. El primero de la marca hecho totalmente en Argentina. Un hito en la historia del automovilismo. El enviado de El País y el peruano Miguel Unger, son los únicos periodistas extranjeros invitados para sumarse a los argentinos en una experiencia de manejo singular.
El desafío es cubrir el recorrido Buenos Aires - Iguazú - Buenos Aires, cumpliendo un duro "road-test". El uruguayo se desliza dentro del habitáculo, toma el volante y trata de interiorizarse de cómo funcionan los controles. No hay problema : la bien concebida ergonomía del vehículo invita a confiar. Luego de ajustar el asiento, pone en marcha el motor de 101 hp, que apenas delata su funcionamiento por un leve movimiento de la aguja del cuenta-vueltas.
LOS YERBATALES. Minutos más tarde, los diez Suran están en la ruta. El del dúo uruguayo-peruano ocupa el quinto lugar en la caravana. Rápidamente se advierte que el ritmo será veloz. No hay inconveniente. El auto es más amistoso hacia el conductor de todo lo que se podía prever.
Dejando atrás el tránsito urbano los Suran empiezan a lucirse en la ruta abierta. Ni siquiera crea problema alguno el llegar a 180 kilómetros por hora. Dentro del auto hay total silencio y ni curvas o frenaje alteran la compostura.
Unger coloca un CD y empieza a escucharse una sinfonía de Beethoven. Entretanto, el paisaje rural se empieza a desplegar ante la vista.
En Escobar, Santa Fe, la caravana es recibida por el concesionario Volkswagen, quien ofrece un almuerzo y colma de regalos a los visitantes. Pero hay que seguir. El piloto siente renuencia a dejar el lugar del conductor y cientos de kilómetros más fluyen hasta que los carteles empiezan a señalar que la caravana está llegando a la ciudad de Resistencia, en el Chaco. Es el cierre de la primera etapa. Diez horas de manejo y casi mil kilómetros sin un tropiezo.
A la mañana siguiente, tras una conferencia de prensa, la Travesía Suran retoma el camino al norte, rumbo a tierras de yerbatales. Esta vez será un trayecto más corto: 639 kilómetros. Pero no menos veloz, si bien un cielo de tonalidades moradas surcado por largas nubes color plomo advierte que podría lanzarse a llover.
La tormenta sobreviene al rato de haber reanudado la marcha. Con un leve movimiento de un dedo, los limpiaparabrisas son operados a régimen máximo, desplazando galones y galones del agua que impacta contra el parabrisas.
Como la visibilidad se reduce alarmantemente, hay que pedirle ayuda a los faros que penetran la cortina de agua y revelan las siluetas fantasmales de autos y camiones que van y vienen por este tramo trajinado.
CATARATAS. Para cuando los coches llegan a San Ignacio, ya no cae ni una gota y luce límpido el paisaje misionero de tierras rojizas y vegetación exuberante. Hasta es posible visitar las ruinas jesuíticas y avizorar la casa de Horacio Quiroga.
Tras un excelente almuerzo en ese entorno, giran las llaves en la decena multicolor, los motores despiertan y 240 kilómetros después, se registra la llegada al hotel Sheraton Iguazú. Desde su terraza se tiene la sobrecogedora visión de las cataratas cuya espuma va subiendo hacia el cielo como una nube constante.
Un día entero en ese entorno donde los tucanes se asoman a las ventanas, resulta inolvidable. Transitar por los senderos selváticos, avistar desde urracas hasta agutíes, quedar atónito ante la fuerza de los torrentes y, después, el "shock" de las realidades de la triple frontera.
Pero eso es otra historia. Ya se precipita el retorno rumbo a Buenos Aires, con un primer tramo de Puerto Iguazú hasta la apacible y vistosa Yapeyú, ciudad natal de San Martín y otro de 700 kilómetros. hasta Buenos Aires, donde los diez Suran vuelven a entrar a la planta Volkswagen en impecable fila, como si no hubieran salido más que para un breve paseo dominguero.
Ni se les abrió la tapa del motor durante el periplo de 3000 kilómetros y los pilotos llegan frescos como lechugas. ¿Automovilismo siglo XXI?