Cubanos en busca de un destino mejor

Cubanos en Uruguay El oftalmólogo Vladimir Villamil se casó con una uruguaya y ahora reside en México; el canciller Gonzalo Fernández colaboró con su salida del país tras hablar con Sanguinetti

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PABLO MELGAR

En Uruguay viven unos mil cubanos. Algunos llegaron con el aval del gobierno de los Castro, otros como disidentes escapando de un régimen que entró en su segundo medio siglo. Pero todos salieron de la isla buscando un mejor horizonte.

Los hay deportistas, médicos, ingenieros, estudiantes o simples peluqueros que sentaron raíces en estas tierras.

El año pasado hubo por lo menos siete matrimonios de parejas conformadas por cubanos y uruguayos. La comunidad cubana es muy pequeña, no llega al millar según informaron a El País en la Embajada de Cuba.

Sin embargo, muchas de las historias que cada uno de estos migrantes portan revisten carácter novelesco, mezclan aventuras, componentes políticos, espionaje, gobiernos en pugna y algún romance con el telón de fondo del Caribe, del Río de la Plata o hasta del mar del Japón.

A principios de febrero tomó estado público la decisión del fondista Aguelmis Rojas y su entrenador Rafael Díaz de no regresar a Cuba junto a la delegación de atletas que los trajo a Uruguay.

El caso de estos atletas estuvo precedido de otro de gran revuelo político, el del oftalmólogo Vladimir Villamil Martínez, quien llegó a Montevideo integrando la misión cubana de la Operación Milagro y, según le contó a un amigo, se enamoró del país y después se supo que también de una uruguaya.

El oftalmólogo uruguayo Harrison Cossio que trabaja en el Saint Bois conoció a Villamil y en pocos días fue un protagonista involuntario de esta historia. "En el Saint Bois algunos colegas no me hablan, el otro día me encontré con uno de ellos en un shopping y me trató de traidor", narró Cossio a El País. Lo que le recriminan es haberle ofrecido alojamiento a su colega cubano.

Villamil es hijo de Nidia Diana Martínez Piti, una diputada del Partido Comunista Cubano y presidenta de la Comisión de Salud del Parlatino.

El médico fue subdirector del hospital de Oftalmología de La Habana y vicepresidente de la Cátedra de Cirugía Ocular de la Universidad de La Habana y un profesional de primer nivel en su país, además de ser un hombre "apto" en la jerga del régimen para salir de la isla en misiones oficiales.

Cossio, que fue un ciudadano clase C (políticamente proscripto) durante la dictadura uruguaya (1973-1985) y tiene un cuadro del Che Guevara en su biblioteca, le dio un lugar en su propia casa como un gesto solidario. Tuvo que soportar que en su trabajo le dijeran que se había "robado" a su colega cubano, quien estuvo "refugiado" por un período cercano a los seis meses hasta fines de diciembre de 2008.

Pero no fue fácil la situación para Cossio. Se sabía vigilado por los servicios de inteligencia cuyos agentes se paseaban por la puerta de su casa como esperando algo que nunca aparecía, o un automóvil que se instalaba por horas en la cuadra sin ninguna razón aparente.

Por aquellos días Villamil fue declarado desaparecido, hasta que El País le hizo una entrevista. Desde la casa de Cossio llamaron a los despachos de algunos dirigentes políticos, entre ellos José Mujica y Danilo Astori, con el propósito de facilitar la salida del país de Villamil y conseguir la rehabilitación del título del oftalmólogo.

Finalmente consiguieron que el senador y ex presidente Julio María Sanguinetti se interesara por el tema y mantuviera una conversación con el canciller Gonzalo Fernández, quien terminó gestionando una solución para que el cubano pudiera salir de Uruguay.

Sanguinetti confirmó a El País su participación en el asunto y recalcó que el procedimiento se hizo en silencio para "no politizar" la situación.

Cossio cuenta que el compañero de habitación de Villamil en el Saint Bois, llamado Enrique, tuvo que vivir momentos muy duros tras la "deserción" del médico.

También señala que dentro del personal que componía la brigada estaba una enfermera llamada Bienvenida, una importante autoridad dentro del Partido Comunista Cubano, y una cirujana que tenía alta graduación militar, ambas destinadas a vigilar a la delegación de profesionales de la isla. Los pasaportes del equipo no estaban en poder del personal, integrado por unas 30 personas entre médicos, enfermeros y hasta cocineras.

La aventura de Villamil siguió en Uruguay con su casamiento con una psicóloga uruguaya y desde el 23 de diciembre reside en México, aunque sus amigos uruguayos prefieren no decir su localización actual, "por seguridad", aclaran.

El oftalmólogo recuperó su título luego de que le fuera retirado tras abandonar el Hospital de Ojos. De hecho aporta a la Caja de Jubilaciones y Pensiones de Profesionales Universitarios como cualquier uruguayo. Cossio relató entre sonrisas que en el invierno pasado se vio "obligado" a recordar su vida como católico ya que su amigo cubano "es muy religioso". Varios domingos tuvo que ir a misa para lo que salía con un sombrero amplio "para disimular un poco" rumbo a la parroquia de la Blanqueda.

De funebrero por no estar afiliado al Partido Comunista

El cubano Roberto López vive en Maldonado desde hace 9 años donde trabaja como fisioterapeuta. Por sus manos han pasado, entre otros famosos, Ricky Martin y otras figuras del espectáculo latino y personajes de la televisión. Pero su verdadera pasión es el windsurf, un deporte acuático que combina el surf con la vela. En Cuba alcanzó las más altas distinciones que lo llevaron a representar a su país en varias pruebas internacionales con un gran desempeño que lo llevarían a un destino del que sólo sabía que daban los papeles con facilidad. En Cuba estaba pasando una situación económica muy difícil ya que tras un buen tiempo trabajando en el sector turístico fue trasladado a exhumar cadáveres en un cementerio porque no era militante del Partido Comunista o de la UJC. "Me dijeron que no reunía los requisitos, ellos (el régimen) no te van a decir que es porque no eres militante del partido", cuenta. Luego consiguió una "carta invitación" que lo trajo a una competencia en Uruguay. Tras el episodio no sufrió persecuciones, pero la marginación "era brutal", explica. La salida de la isla guarda para López un dolor muy duro. Cuando hacía dos meses que estaba fuera del país su esposa se "lanzó a las aguas" y falleció. Tras la autopsia se supo que estaba embarazada. "Sucedió porque yo conseguí el permiso para que saliera al extranjero y en Cuba le dijeron que no", se lamenta. También tuvo que ver a su madre recorriendo prisiones preguntando por su padre, un balsero, y nadie le informaba de su condición porque lo consideran un contrarrevolucionario.

Tijeras de Cuba con permiso

Roberto Cartaya es peluquero y hace 15 años que está en Uruguay. En Cuba se hizo amigo de una uruguaya que estaba de paseo y ésta lo invitó a visitarla a Minas, donde vive actualmente. Aclara que no es exiliado, ni balsero. Tiene pasaporte, visa cubana y hasta que se casó con una minuana iba todos los meses a la Embajada Cubana a renovar el permiso de estadía. Hoy tiene residencia legal uruguaya. Hace unos años volvió a Coliseo, su pueblo natal en la provincia de Matanza, a visitar su familia. No tuvo problema para entrar ni para volver a salir de Cuba.

Unidos y separados por el arte

Víctor Manuel Rossi es barman de profesión, representó a Cuba en varios eventos internacionales y en uno de ellos, en Japón, conoció a una uruguaya que lo cautivó y lo trajo a vivir a Uruguay. Junto con un socio panameño abrieron un boliche denominado "A lo cubano" en Benito Lamas y Ellauri, en la zona de Pocitos, donde es muy común ver cubanos en su barra. Pero su público principal está compuesto por uruguayos que van a escuchar salsa y beber tragos típicos del Caribe. Un mural en su negocio tiene fotos de artistas que están de un lado y del otro del régimen, Gloria Estefan, Pablo Milanés, Celia Cruz y Silvio Rodríguez conviven en un mismo espacio como en pocos lugares. "Es que los cubanos somos una sola familia", aclara. Rossi confesó a El País que su familia antes de la revolución castrista tenía la representación de una importante firma norteamericana que fue expropiada por el gobierno, pero su madre de joven repartía volantes comunistas en el automóvil de su abuelo que había perdido el negocio. Explica que tiene familiares en Estados Unidos y en España pero no se siente entusiasmado por la política. Sobre la figura de Fidel Castro, sospecha que si se hacen elecciones libres las gana con más de la mitad de los votos por el tremendo culto que se hace a su imagen.

Wilfredo Acosta es un bailarín especializado en salsa que se enamoró de una uruguaya y que 14 años después vive en el barrio Colón. Vino a Montevideo con una compañía a presentar un espectáculo de danza. Dice provenir de una familia "muy pobre" a la que la revolución le dio muchas oportunidades al punto de que todos sus hermanos y primos son ingenieros, médicos, abogados, deportistas, diplomáticos o artistas como él. Acosta admite que siente un gran agradecimiento por el sistema que le permitió salir del "subdesarrollado en que estábamos". Está seguro que si se hubiera quedado en su país habría conseguido "diez veces más" de lo que tiene en Uruguay. Todos los años en el mes de agosto retorna a Cuba para ver a sus familiares junto a su familia uruguaya. Dice que hay toda una generación de exiliados uruguayos en Cuba que llegaron escapando de la dictadura (1973-1985). "En Cuba dejé todo pero con el arte me siento muy ligado a mi país", dice Acosta. Cuando se le sugiere algo sobre la represión del régimen de los Castro, responde que es una "dictadura del proletariado". Sin embargo, prefiere calificarse como "progresista" en lugar de "comunista" como el régimen.

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