Como si fuera el estadio, pero en el bar El Gaucho

La hinchada alentó con furor de tribuna, hasta el pitazo final

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Pilar Besada

Ver el partido en el bar El Gaucho, en 18 de Julio y Barrios Amorín, fue muy parecido a estar en la tribuna de un estadio. Bombos, vuvuzelas, cornetas, y casi todos los presentes -incluidos los mozos-, con pelucas, gorros, camisetas celestes y la cara pintada. El himno se cantó de pie y con emoción, y durante el resto de la transmisión hubo pocos minutos de silencio: los que siguieron a cada gol holandés. El resto del tiempo, los gritos, alientos, abucheos, aplausos y cantos fueron constantes.

Los más aplaudidos fueron Diego Forlán y Fernando Muslera. Luis Suárez recibió una gran ovación cuando apareció en el banco de suplentes. La que ligó más abucheos e insultos fue la princesa Máxima Zorreguieta y sus efusivos festejos tras cada gol holandés. "Se olvidó del Río de la Plata", comentaba Alejandro Figueredo en la televisión. Los hinchas del bar también rechazaron con vehemencia los comentarios de Alberto Kesman durante el primer tiempo, cuando habló de la "notoria superioridad de Holanda".

En el entretiempo, cuando Uruguay había igualado el partido, un joven colgó del techo a un gallo de plástico y una naranja, y los hinchas comenzaron a cantar "el gallo de Holanda". Antes del comienzo del partido, también entonaron "Maradona, ¿dónde estás?".

Todas las mesas del bar estaban reservadas desde tiempo antes, porque desde el primer partido de Uruguay, los clientes decidieron que era cábala ver todos los encuentros allí.

El bar El Gaucho se autodenominó "El bar del Mundial", porque desde antes que comenzara ya habían decorado el local con la bandera, pósters de la selección y un gran fixture. Además, los mozos usaron la camiseta en cada partido uruguayo. El alma mater del apoyo a la celeste fue el pizzero, que al terminar el partido, tenía los ojos llenos de lágrimas.

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