En Melo funciona un criadero familiar de chinchillas que produce unas 1.000 pieles por año, que se exportan al exterior. El valor en el mercado uruguayo es de unos US$ 40 por piel.
Carlos González Barros y su esposa iniciaron esta actividad en el año 1997 con la compra de una familia de chinchillas compuesta por seis hembras y un macho. Según él, esa inversión es la más costosa de la cadena de producción de estas pieles, ya que cada familia cuesta alrededor de US$ 1.000 y hay que esperar un mínimo de dos años para obtener beneficios, pero la manutención diaria de los animales es sumamente barata.
Todo comenzó como un pequeño emprendimiento familiar, novedoso, y se constituyó luego en un negocio para la familia González. "Hasta en el garaje de mi casa tengo jaulas" dijo el productor melense.
La chinchilla es un roedor de tamaño mediano y piel suave, que se utiliza para la confección de tapados finos y otras prendas. El precio de venta de la piel puede llegar a triplicar el costo de crianza.
Carlos González comentó que "es muy económico criar este animal. No da trabajo ninguno". Contó que apenas consumen 28 gramos de alimento balanceado por día, además beben poca agua. "Solo comen una vez por semana y también, con esa misma periodicidad, se le cambia la cama de la jaula".
PRODUCCIÓN. La chinchilla no se reproduce como el conejo. Tiene un promedio de dos a tres crías al año. En promedio cada hembra tiene dos partos anuales con dos gazapos en cada oportunidad. "Viven 15 años más o menos y además no despiden olores", contó. "Lo único que las afecta es el calor, con 38 grados centígrados ya se mueren", señaló. "Lo ideal es un clima que se encuentre entre los 10 y 28 grados. Si pasa de los 30 pueden morir", explicó González.
La chinchilla es un roedor de la zona de la cordillera de los Andes, de Argentina, Bolivia, norte de Chile y sur de Perú. Se la cría en varios países del mundo porque sus pieles son de elevado valor comercial.
"Ahora por suerte, nos está comprando una firma italiana que llega a Montevideo dos veces al año y se llevan las pieles. Antes había que buscar mercado en Argentina o Brasil para colocar las pieles, y lo teníamos que hacer nosotros mismos; ahora es más fácil", sostuvo.
"Por la ternura que despierta la cara de estos roedores, y la suavidad de su piel, muchos niños piden a sus padres que se las regalen como mascotas, pero en este país existen solo con ese fin: el comercial, para extraerles la piel", subrayó González.