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Guardia Pediátrica: Alergias alimentarias (parte 1)

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niño dolor de estómago

Por Alicia Fernández

El 90 % de las alergias alimentarias son causadas por: leche, huevo, soja, trigo, maní, nueces, pescados y mariscos. Conocé más en esta columna de Alicia Fernández

En las próximas columnas nos dedicaremos a un problema frecuente que afecta a gran parte de los niños en el mundo y a los nuestros en particular: las enfermedades alérgicas. Estas muestran un crecimiento mantenido en los últimos años.

Una reacción adversa a un alimento es una respuesta anormal luego de la ingesta, contacto o inhalación de un alimento, sus derivados o aditivos, que produce una manifestación clínica en ese niño.

Alergia alimentaria no es lo mismo y está referida a la respuesta específica del organismo que es provocada por la exposición frente a las proteínas de un alimento.

El 90 % de las alergias alimentarias son causadas por: leche, huevo, soja, trigo, maní, nueces, pescados y mariscos.

Hay diferentes factores ambientales que intervienen durante el embarazo y en las primeras etapas de la vida que provocan cambios epigenéticos que pueden actuar como protectores o desencadenantes de alergia, entre ellos inciden la alimentación materna, el humo del tabaco y algunos microorganismos.

Las manifestaciones son variadas: cutáneas, respiratorias, digestivas o generales de menor o mayor gravedad, que algunas veces motivan el planteo de diagnósticos diferenciales, lo que preocupa a los padres por no tener uno certero.

El tratamiento tiene dos pilares fundamentales: evitar el alergeno y educar al niño (si comprende) y a los responsables de su cuidado para evitar ingestas no intencionales y reconocer los síntomas de una probable reacción grave o anafilaxia.

Los cuidadores deben conocer el producto que le causa la alergia o intolerancia si obviamente fue identificado, los alimentos que los contienen y los nombres con los que figuran en las etiquetas.

Para las familias es un desafío porque este diagnóstico involucra aspectos sociales, emocionales, económicos y por supuesto nutricionales.

Deben evitarse alimentos con potencial reactividad cruzada: leche (vaca, cabra, oveja), distintos tipos de pescado o frutos secos (castañas de cajú y pistacho, nuez).

El médico debe aconsejar adecuadamente a la familia, en especial, en cuanto a lectura de etiquetas, preparación de los alimentos y situaciones en las que el niño comerá fuera de casa pero ante todo no generarle alarmas innecesarias.

Es muy importante el tema de la contaminación cruzada, la presencia de ingredientes de forma no intencional que hace posible que alergenos alimentarios contaminen donde no deberían estar presentes.

Hay algunas recomendaciones para una dieta de exclusión. Entre ellos diferentes autores recomiendan:
* leer los ingredientes de las etiquetas de los alimentos en forma rutinaria porque pueden cambiar sin que haya un aviso por parte del fabricante
* conocer los nombre técnicos y científicos de los alergenos que aparecen en las etiquetas para poder identificarlos
* si no comprenden o tienen dudas con la etiqueta consultar telefónicamente al fabricante
* evitar los productos que refieren “ pueden contener trazas"
* no adquirir alimentos que se encuentren en góndolas que no son específicas para los que no contienen tal o cual ingrediente, por ejemplo en el caso de los celiacos, los libres de gluten tienen que estar separados del resto.

En el hogar, no hay una única receta y como pediatras, si bien podemos recomendar, debemos respetar las estrategias adoptadas que pueden ir desde todos en casa haciendo la dieta exenta de ese alergeno o al contrario acostumbrar al niño a conocer él mismo buscando protegerlo en caso que salga de casa con alta posibilidad de entrar en contacto con él. Preparar los alimentos caseros con ingredientes conocidos es la mejor opción y es conveniente que los niños lleven una identificación de que son alérgicos.

El abordaje integral, holístico de estos niños es fundamental. Pediatra, alergista, gastroenterólogo, dermatólogo, incluso expertos en salud mental pueden ser necesarios de acuerdo a los síntomas y la gravedad de los mismos, pero sobre todo en como afecta la enfermedad al niño y a los que lo cuidan.

La relación pediatra-paciente-familia es fundamental y la interacción con el entorno de ese niño, la escuela o cualquier otro ámbito al que este concurra, esencial.

No pretendemos hablar de fármacos eso lo dejamos para los médicos tratantes, simplemente pretendimos orientar en algunas medidas no farmacológicas que creemos son imprescindibles para evitar que esta reacción se produzca.

No vemos en la próxima.

CONOCÉ A NUESTRA COLUMNISTA
alicia fernández, pediatra,
Alicia Fernández

Médica pediátra
Coordinadora Área Programática de la Niñez
Dirección General de Salud

Podés seguir a nuestra pediatra de cabecera en Twitter como @AliFernandezUY

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