Julio Iribarne - FERRERE Abogados
No protestan mucho. ¿Los postergamos por eso? Quizás sea por los resabios de cultura antisistémica en una parte de la sociedad. O, tal vez, el debilitamiento del espíritu de cuerpo en la policía. Lo cierto es que vivimos con creciente inseguridad en la calle y con una policía desvalorizada, que aparece en la prensa solamente cuando muere. O cuando falla y delinque. La seguridad ciudadana es un tema mayúsculo y rompe los ojos. Una policía poco preparada, peor remunerada y mal conceptuada, es una policía inválida. Sin entrenamiento riguroso, limitada en sus posibilidades, no logra ni sus metas ni el reconocimiento que nace del respeto. Y en este terreno, el respeto lo es todo. Ni más ni menos. Sin respeto a la policía, pasamos a vivir en una jungla. Y, según lo vemos, lamentablemente, es eso lo que ocurre.
Excepción y norma
El gobierno saliente avanzó mucho en algunas áreas; por ejemplo en lo que tiene que ver con el combate al crimen organizado. Y los resultados son notorios. Una brigada que actúa con soporte tecnológico, coordinada con el resto del mundo, con protección, armamento y vehículos adecuados, ha logrado en cinco años más de lo que se había hecho desde el regreso a la democracia. Pero claro, a ellos no les tiran piedras cuando van a arrestar a alguien, ni tienen que tirotearse sin haber practicado en meses, ni se les traba el gatillo a la hora de matar o morir. Son la honrosa excepción.
En general, sus compañeros no cuentan con esas seguridades que deberían ser la norma. La mayoría anda "regalada", sin entrenamiento físico, ni preparación técnica adecuada. Faltan los recursos básicos para una tarea peligrosa, constante y multifacética: no es similar estar apostado en la puertas de un liceo protegiendo a los alumnos, que apresar a un criminal armado, que enfrentar perros o atender partos en un automóvil. Les negamos el apoyo –incluso el edilicio- y, si tienen la suerte de regresar a su casa a dormir, probablemente sus vecinos sean los mismos a quienes estuvieron persiguiendo todo el día.
Nuestros hijos, nuestros bienes y nuestro futuro
Ante el problema, podemos echarle la culpa a "los que estuvieron antes", enviar indignadas cartas a los medios, partidizar el tema para ganar o restar réditos, hablar de las causas sociales y políticas…o, llanamente, establecer un cronograma de medidas que dignifiquen al instituto. La situación provoca consensos bastante llamativos en un país que cultiva sus diferendos: ocurre que todos tememos por nuestros hijos y tampoco queremos perder el fruto de nuestro trabajo.
La delincuencia debe combatirse con mejor policía y solucionarse con mayor equidad social. Para mejorar la policía, se requiere una fuerte voluntad política, estrategia y tácticas de sólida lógica y gestión sujeta al logro de metas. Si se asignaron importantes recursos presupuestales para intentar revertir el deterioro educativo, en el próximo debe priorizarse el tema seguridad. Los resultados más ambiciosos no se verán a corto plazo, claro, pero habrá menos delitos y más calma. Esto no es pedir un parche presupuestal. Estamos planteando que se otorgue al Ministerio del Interior una asignación muy importante, un porcentaje del presupuesto que posibilite revertir la decadencia que padece la policía y demuestre la clara voluntad de defender la tranquilidad pública. El Presidente electo es la persona ideal y el momento es ahora. Antes de llegar a incertidumbres argentinas, ¿no es razonable convocar a los representantes políticos para convenir y respaldar la mejora de nuestra fuerza policial?
El ruidoso color azul
Nadie discutiría los fundamentos de un planteo presupuestal que, además de imprescindible, es esencialmente justo.
Y oportuno, porque el partido se juega en el presupuesto o no se juega. Cuando el parlamento lo empiece a discutir, veremos pasar por comisiones, pasillos y oficinas a todas las corporaciones imaginables.
Cada cual reclamando para sí, en público y en privado, un pedazo de la torta. Extraños al ejercicio del disturbio, no habrá allí policías presionando; no jugarán con el temor ciudadano para recuperar lo que merecen. No veremos en la televisión manifestaciones azules. Pero, si queremos vivir en un clima de seguridad aceptable, debemos, inexcusablemente, atender su estruendoso silencio.