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Empresas con sentido, la nueva normalidad

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Entorno sustentable (Foto: Shutterstock)

ANÁLISIS

Ética, desempeño social y ambiental están a la par del resultado económico

Entorno sustentable (Foto: Shutterstock)
Entorno sustentable (Foto: Shutterstock)

A lo largo de la historia, según establecen los autores Michael Porter y Mark Kramer, las organizaciones han pasado por distintas etapas. Inicialmente, obviaban los problemas de su entorno para luego reconocer que éste podría generar impacto sobre su negocio. Para subsanarlo, donaban recursos desde la filantropía. Posteriormente, algunas se hicieron cargo del impacto que generaban de manera reactiva y focalizada, dando lugar a las primeras iniciativas de responsabilidad social empresaria con alcance limitado. Avanzando aún más, otras se consideraron co-responsables de lo que sucedía a su alrededor y desarrollaron iniciativas proactivamente para generar valor conjunto.

Hoy en día vemos negocios que entienden que su existencia comercial tiene que estar apoyada en un propósito, en algo que va más allá de lo económico. Además de generadores de riqueza, se ven como instrumento para construir un mundo mejor. No son una ONG, son organizaciones que buscan ser rentables a través de sus actividades, pero que además buscan un objetivo social como parte de su modelo de negocios. Son empresas sociales.

En Argentina, Xinca produce championes con desechos de la industria textil, suelas de neumáticos y, además, parte de la producción se fabrica en el penal de Mendoza, donde trabajan más de 80 internos que recibieron capacitación y desarrollan hábito de trabajo.

En Uruguay, Matea, primera empresa social de tecnología en nuestro país, fundada por el Centro Providencia, desarrolla software dando formación e inserción laboral a jóvenes del Cerro y aledaños.

Mientras que en 1970 el economista Milton Friedman proclamaba que la única responsabilidad social de una organización era aumentar sus beneficios, y así marcaba la visión que dominaría la forma como se dirigieron los negocios durante casi medio siglo, hoy vemos un cambio de mentalidad al que nuestro país no es ajeno: el informe de Socialab de enero de 2020 da cuenta del impacto sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de 24 empresas sociales uruguayas de rubros disímiles; ACDE nuclea 100 compañías y 200 dirigentes que buscan la transformación de su entorno a través de una gestión basada en la dignidad de las personas y el bien común; Deres, red de organizaciones por el desarrollo sostenible, agrupa a más de 100 socios; el movimiento B tiene 12 sociedades certificadas; el Pacto Global, que se lanzó el pasado 19 de agosto en nuestro país con la UCU como universidad anfitriona, contó con más de 200 participantes. Por otra parte, en julio de 2021 el Poder Legislativo aprobó la ley que da origen al régimen de Sociedades y Fideicomisos de Beneficio e Interés Colectivo (ley BIC). Y en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU se impulsa el llamado «cuádruple impacto», un nuevo modelo de negocios que atiende intereses económicos, ambientales, sociales y éticos.

Las empresas y, por ende, empresarios con sentido, son la «nueva normalidad». Accionistas, empleados y consumidores exigen cada vez más que el desempeño social y ambiental se tenga en cuenta junto con el resultado económico y esto se haga de forma ética. Formar empresarios capaces de asumir estos desafíos y estar a la altura es nuestro deber. Nuestra sociedad requiere hombres y mujeres preparados para liderar este nuevo modelo de negocios.

(*) Directora de la Licenciatura en Dirección de Empresas de la Universidad Católica

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