POR MARIANA GODAY [mgoday@elpais.com.uy]
Exponer el objeto de deseo ante potenciales compradores y dejar que sean ellos mismos los que «pelen» por él. Si a este escenario se le suma un mediador que, con martillo en mano y una particular forma de dirigirse a su auditorio, está encargado de ordenar la pugna y hacerla rentable para el vendedor, la propuesta es redonda.
Es esta peculiar manera de funcionar la que explica, en última instancia, que los remates sean hasta el día de hoy una práctica comercial consolidada a pesar de los avances tecnológicos y las nuevas formas de venta e intercambio que se pueden realizar a través de Internet.
Para dar cuenta de la buena salud del sector basta con decir que la Asociación de Rematadores, Tasadores y Corredores Inmobilia- rios, fundada en 1935, cuenta con 750 socios, de los cuales 150 ingresaron en los últimos cuatro años.
También es un signo de vitalidad el aumento sostenido en la cantidad de inscriptos para realizar el curso de Rematador y Operador Inmobiliario que se dicta en la Escuela de Administración del Prado (UTU), donde ingresan unos 140 alumnos por año y unos 50 quedan en lista de espera.
Otras de las explicaciones para la subsistencia del sector radica en que «todo lo que es vendible pasa por el martillo» del rematador, explicó Horacio Castells, director de la casa de remates homónima. El rubro más fuerte y dinámico actualmente es el de los remates rurales, principalmente de bovinos, ya sea en el local de feria o por pantalla.
Los remates judiciales, que en época de crisis fueron una de las principales líneas de negocios del sector, disminuyeron a raíz de la bonanza económica. Entre enero y setiembre de 2012 se realizaron 161 remates de este tipo en la Asociación, sin contar los realizados en casas particulares. En igual período de 2011 fueron 181 mientras que en los mismos meses de 2010 habían sido 212.
Éstos tienen la particularidad de que está previsto por ley que la base para arrancar la subasta sean las dos terceras partes del valor asignado en la tasación, para dar cierto margen para recibir ofertas. Cuando el remate no es judicial, suele ser el cliente quien decide si el objeto parte de una base o queda libre.
También se destacan los remates de antigüedades y obras de arte, que tienen un «nicho importante» que está alimentado en gran medida por la participación de extranjeros. De todos modos, no son más de seis las casas que se dedican a este rubro y están todas centralizadas en la capital del país. «En el interior puede haber puntualmente un remate cuando hay una sucesión pero no hay salones de remate de antigüedades», sostuvo el presidente de la Asociación, Mario Stefanoli.
Los que sí tienen una fuerte presencia fuera de la capital son los remates de bienes muebles. «Tienen un desarrollo mucho más importante que en Montevideo y atraen a un público más numeroso. Generalmen- te se hacen sábados y domingos y concurre la familia como una actividad social», explicó Stefanoli. En la capital el público es más específico y se dedica en su mayoría a comprar para luego vender.
PARTE DE LA CULTURA
«En Uruguay todo el mundo ha comprado y vendido en remates. Conocen el remate como forma de comercialización de las cosas, es normal en todos los uruguayos», aseguró Castells. Agregó que el mercado de remates en el país «es seguro y firme», y cuenta con empresas de larga tradición. Los jugadores nuevos que aparecen en el rubro suelen desaparecer rápidamente; el liderazgo lo tienen las firmas históricas.
Además, según Castells, «el remate cumple una función social en donde alguien tiene que vender y alguien tiene que comprar», por lo cual no se puede pensar exclusivamente en la rentabilidad del negocio. De hacerlo, quizás habría que plantearlo de otra manera, sostuvo.
Stefanoli destacó, por su parte, que hay factores por fuera del mercado que juegan en algunos casos un papel primordial en el modo en que se desarrolla una subasta. «A veces uno se encuentra con que está haciendo el remate de una sucesión donde entran a tallar valores afectivos sobre los bienes entre dos herederos y pagan por una cosa lo que no vale», explicó. «Pasó por ejemplo con un cuchillo de mango de plata y oro que en aquel momento era esperable que se pagara en el entorno de los US$ 200 y se terminaron pagando US$ 100.000», relató el rematador que estuvo a cargo de la subasta de los aviones de Pluna.
También se dan casos en que llega un cliente con un objeto al que le atribuye poco valor y resulta ser una pieza única valorada por expertos.
140
Son los alumnos que ingresan por año a realizar el curso de Rematador y Operador Inmobiliario en la UTU, que se dicta desde hace 14 años; 50 quedan en lista de espera. El Instituto Aldey ofrece un curso privado desde hace cinco años.
EL ARTE DE LA TASACIÓN
Los rematadores están habilitados por ley a tasar todo tipo de bienes. Sin embargo, no todos se dedican a esta actividad. «Nadie sabe de todo; cuando nos encontramos con bienes atípicos hay que investigar», sostuvo Mario Stefanoli, presidente de la Asociación de Rematadores.