Por Alejandra Pintos
Javier Gómez empezó a trabajar con 19 años en el sector financiero y desarrolló allí su carrera por casi 30 años, dedicándose principalmente al trading y la inversión en bolsa, en empresas como ABN Amro y Pro Capital.
Gómez se define como una persona «inquieta» y en los últimos años empezó a encontrar que su trabajo se había «estandarizado». Finalmente, cerca de cumplir 50 años, tomó la decisión: dejó su carrera y decidió emprender en el rubro de real estate.
El cambio puede sonar radical, pero a pesar de las diferencias entre los dos sectores, Gómez encuentra varias similitudes -que incluso le han ayudado a que la transición fuera más sencilla-. Por ejemplo, el pensar en la compra de una propiedad como una inversión. En ambos casos «querés generar valor para tus clientes», afirmó.
«Es mucho más gratificante hacer algo tangible, que no es solo una casa, es el impacto en la zona, le podés cambiar la vida a muchas personas», explicó y añadió: «quizás lo más interesante es que en el mundo del desarrollo inmobiliario se interconectan muchos más actores».
Debut
Cuando todavía estaba pensando en hacer el cambio de carrera, el experto en finanzas se encontró con un amigo de la infancia, Rodrigo Zorrilla, de forma casi fortuita y juntos crearon Gómez-Zorrilla desarrollos inmobiliarios.
Tenían claro que no les interesaban «los productos masivos», sino que querían tener un perfil boutique, con énfasis en el diseño.
Su primer proyecto fue Almadía, en los lagos del Parque Miramar, «una zona que está en total expansión», según Gómez. En plena pandemia detectaron la necesidad de espacios verdes por parte de los potenciales clientes y decidieron que allí harían su desarrollo.
«Había que encontrar el lugar adecuado, que fuera lindo -que tuvimos la suerte de encontrarlo-, y también armar un producto que fuera rentable. No solo para nosotros como desarrolladores, sino también para los consumidores. Queremos que a la gente le vaya bien, porque en la medida de que les vaya bien tenemos más chances de que nos acompañen en nuestros próximos emprendimientos ya sea financiando o como consumidores finales», afirmó.
El proyecto de Almadía consta de 31 unidades de dos y tres dormitorios con énfasis en los espacios comunes y en la sostenibilidad: comparten piscina, fogón, huerta orgánica, estación de cómpost y dos estaciones de carga de vehículos eléctricos.
El financiamiento lo hicieron a través de preventas, capital propio y deuda privada, y se pusieron como objetivo no comenzar la obra hasta tener el 100% de la inversión necesaria. Lograron vender un 70% de las unidades antes de concluida la obra -van dos tercios, aún les quedan seis meses- lo cual supera el estándar en la industria.
Próximos pasos
Después del éxito de Almadía tomaron la posta de un proyecto inmobiliario que había quedado trunco y crearon Galo, un edificio en la inmediaciones del World Trade Center con 26 apartamentos al que le dieron su impronta de la mano de los arquitectos BM+M, con quienes trabajan en todos sus desarrollos. La inversión ronda los US$ 4 millones.
Próximamente, además, lanzarán un proyecto en la Barra de Maldonado valuado en US$ 7 millones.