Coeficiente de líder; una suma de emoción, intelecto y adaptación al cambio
Los profesionales deberán contar con un adecuado equilibrio de los tres tipos para ser efectivo.

Imaginemos un profesional X. Su coeficiente intelectual lo ayudará a realizar el trabajo, organizarse, desarrollar soluciones inteligentes para el negocio. Su inteligencia emocional lo ayudará a conectar consigo mismo, regular sus emociones y sus reacciones ante un hecho determinado. Podrá relacionarse con clientes, colegas y su propio equipo empática y asertivamente, motivar y motivarse, entre otras cosas. Pero cuando los sistemas cambien, el trabajo se automatice o el negocio tome un nuevo rumbo, necesitará su capacidad de adaptación para discernir lo que conviene, desaprender lo viejo, aprender lo nuevo y acomodarse ante nuevas formas de hacer las cosas.
Un liderazgo requiere de un adecuado equilibrio de los tres coeficientes para ser efectivo. Es difícil pensar en un directivo que tenga niveles elevados de inteligencia emocional, presente gran adaptabilidad pero no tenga las habilidades técnicas necesarias, adquiridas en gran parte debido a su inteligencia. Lo mismo ocurriría si tuviera bajo cualquiera de los coeficientes.
Poder de Adaptación
Mientras que el IQ (coeficiente Intelectual) mide la inteligencia través de los pensamientos, capacidad matemática y memoria, la EQ (inteligencia emocional) término acuñado por Daniel Goleman, es el conjunto de habilidades esperables para un líder, vinculadas al autoconocimiento (quién soy, qué me define), autorregulación (qué decido hacer con lo que sé de mí), empatía (capacidad de ponerme en el lugar del otro) y habilidades de comunicación (cómo me relaciono con los demás).
A medida que el cambio ocurre ¿podría el coeficiente de adaptabilidad (AQ) ser más relevante para el éxito profesional que el propio coeficiente intelectual?
A medida que la tecnología va redefiniendo los puestos de trabajo, aparece la necesidad de desarrollar la adaptabilidad al cambio (AQ) agregándole a las habilidades de EQ otros condimentos que permiten avanzar en el juego: flexibilidad para adaptarse a las situaciones cambiantes, curiosidad y creatividad para aprender cosas nuevas y encontrar nuevos caminos, coraje para animarse a dejar atrás la «zona de confort» y habilidades para resolver problemas del día a día.
En relación al AQ, la estadounidense Natalie Fratto, inversora en capitales de riesgo, sugiere tres formas para identificarlo en una persona: que pueda imaginar posibles versiones del futuro; que logre desaprender información para desafiar las presunciones y que pueda disfrutar de la exploración y la búsqueda de nuevas experiencias. Fratto, llega a poner en primer lugar el AQ ante otros coeficientes.

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