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Tipo de cambio a la baja: la amenaza a la competitividad

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

Sería conveniente evitar que la competitividad siga cayendo, suspendiendo las subas anunciadas de la tasa de interés que alimentan la oferta de dólares en nuestro país.

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En las últimas semanas se ha intensificado la preocupación de exportadores en general y, en particular, de los que venden productos diferentes a los agrícolas y pecuarios. También, la preocupación de los productores que elaboran productos que sustituyen importaciones, ante la declinación que viene teniendo el tipo de cambio nominal y su vinculación con la inflación y con los precios de bienes y servicios no transables, como salarios nominales y tarifas públicas. Es que los costos aumentan en moneda local y se pierde competitividad pues los precios a los que venden y que son en dólares o altamente influidos por esa moneda, se deterioran en pesos uruguayos.

Si buscamos referencias cuantitativas que puedan corroborar lo que preocupa a los productores, es posible encontrarlas en la evolución del tipo de cambio nominal de los últimos doce meses y compararla con la de los salarios nominales en igual lapso o, como proxy no muy correcta, también compararla con lo ocurrido con la inflación en igual lapso —disculpa sea dada por no tener presente lo sucedido con igual dato del exterior hacia donde se exporta o desde dónde se importa—. Tanto en uno como otro caso, la caída del valor del dólar en nuestro país ha sido, en un año, del orden del 16-18%: los salarios y los precios domésticos en dólares han subido en esa magnitud.

Razones

Son varias las causas de la caída del valor en pesos del dólar provocada obviamente, por una oferta de dólares en el mercado cambiario mayor que la demanda, lo que lleva a valores en baja de la moneda norteamericana en nuestro país. Es lo natural y lo que siempre ocurre cuando hay excesos de cantidades ofrecidas sobre demandadas a cierto precio, como también explica lo contrario, cuando el valor del dólar sube.

Algunas de esas razones son insalvables con políticas locales que no provoquen situaciones peores. Pero en otras, puede ser posible mejorar la situación lo que no será lograble, de todos modos, en el corto plazo.
Varios motivos explican el aumento de la oferta de dólares. Uno es el significativo crecimiento de las exportaciones de bienes y de servicios en los últimos trimestres. Otro es la mayor inversión de empresas extranjeras y uruguayas que modifican sus posiciones en dólares en el exterior y en el país, para invertir en pesos en infraestructura productiva en sectores como el agro, la industria y la construcción. También es la necesidad de financiamiento del déficit fiscal, que parcialmente se logra con deuda externa en moneda extranjera, que luego se monetiza a pesos para pagar el desequilibrio señalado. Y muy importante es, asimismo, la conversión de posiciones particulares y empresariales en activos financieros en dólares a posiciones en activos financieros en pesos, ante la expectativa de mayores retornos de éstos sobre los primeros.

De todas estas causas que afectan a la baja al precio de la divisa en nuestro país, hay dos que se pueden atenuar con una combinación de la política monetaria y la fiscal. Lo que de plano se debe descartar es una política cambiaria de intervención de la autoridad monetaria comprando dólares para frenar su caída pues, como ocurriera durante muchos años hasta 2019, eso solo agravaría el problema.

La combinación

La política fiscal puede seguir reduciendo el déficit financiero y recortando el financiamiento parcial y, cada vez en menor medida, con deuda en dólares. Una política de achique del déficit no es contractiva del nivel de actividad cuando, como en los últimos dos años, su foco es en la reducción de las ineficiencias estatales y en la mayor participación del sector privado en la construcción y operación de la infraestructura pública. La reducción de impuestos sobre las importaciones es una alternativa, en este caso cuasi fiscal, también conveniente.

La Reserva Federal —autoridad monetaria de Estados Unidos— viene anunciando desde hace ya cuatro trimestres, que irá cambiando el foco de su política centrándose más en mejorar los resultados inflacionarios que en mejorar la actividad y el empleo. Para ello, ha aumentado la tasa de interés de referencia de su política en dos ocasiones, para llevarla a un nivel todavía muy bajo y ha anunciado nuevos aumentos en el resto del año.

El resumen es que la tasa ha pasado de su largo letargo, de varios años, a 1%, pero lo que importa es la “amenaza” de la Fed de seguir incrementando el costo del crédito interbancario.

Los principales países desarrollados, a pesar de enfrentar el mismo problema de una alta inflación, no han reaccionado como la Fed y en consecuencia se abrió una diferencia de tasas de interés y rendimientos a favor de la norteamericana que ha llevado a la apreciación del dólar ante el euro, el yen, el yuan y otras monedas.

En nuestro país el Banco Central ha aumentado su tasa de interés de referencia procurando atenuar la inflación —no reconociendo que en gran medida es importada por factores como la recuperación tras la pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania—, y ha anunciado nuevas subas lo que se refleja en el aumento de las tasas de interés de los títulos que emite —las letras de regulación monetaria—, y en la depreciación del dólar que se suma a la del euro y reduce la competitividad de la producción transable.

Sería conveniente evitar que la competitividad siga cayendo, suspendiendo las subas anunciadas de la tasa de interés que alimentan la oferta de dólares en nuestro país.

La combinación de ambas políticas podría abatir presiones inflacionarias por razones locales y evitaría pérdidas mayores de la competitividad de la producción transable, potencial amenaza del empleo.

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