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Un nuevo orden mundial con menos reglas y algunos acuerdos

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Héctor R. Torres - Ex director de FMI y consejero de OMC
Michael Spilotro

ENTREVISTA

Sería un drama para América Latina caer en la trampa de tener que tomar partido entre Estados Unidos y China, es indispensable evitarlo.

Un reciente informe de la Organización Mundial del Comercio acerca de las restricciones del comercio de mercancías entre octubre 2019 y mayo 2020 establece que los incrementos arancelarios, las prohibiciones de importación, procedimientos aduaneros más estrictos, derechos de exportación y otras medidas de esa índole introducidas durante el período objeto de examen afectaron al 2,8% del comercio de los países del G-20. Si bien algunas de esas medidas fueron temporales y están siendo levantadas, parecen formar parte de un nuevo modelo de comercio administrado que se aleja de las normas multilaterales. “Estamos saliendo de un orden mundial basado en reglas y entrando en un orden mundial basado en acuerdos”, explicó el argentino Héctor R. Torres, para quien las cuatro características sobresalientes del actual momento del comercio mundial son “la notoria incertidumbre, la nostalgia por la seguridad perdida, el impulso del nacionalismo y la oportunidad” de aprovechar los cambios marcados por las nuevas tendencias, como la digitalización. De todos modos, advierte que será complejo afrontar las tensiones que derivan del impulso tecnológico en el contexto de un mundo fraccionado. Torres fue Director Ejecutivo del FMI y consejero de la OMC y hoy forma parte del Centro para la Innovación de la Gobernanza Internacional (CIGI, su sigla en inglés), un think tank con sede en Canadá. A continuación, un resumen de la entrevista.

—La Organización Mundial del Comercio (OMC) dio cuenta recientemente de la abundancia de medidas restrictivas a las importaciones en el contexto de la pandemia, aunque también advierte sobre países que han adoptado medidas facilitadoras del comercio. ¿Cómo está observando la reacción de los países en medio de esta coyuntura?

—Los países de alto ingreso están dando apoyos masivos a sus empresas, vía créditos (algunos no reembolsables) y garantías de crédito. A esto se agrega el apoyo que ofrecen a través de sus bancos centrales. Son montos que superan el 30% del producto. En este contexto es normal que aumenten las restricciones al comercio.
Por un lado, a los países que no pueden proteger a sus empresas dándoles subsidios masivos, les queda solamente “proteger” aplicando restricciones al comercio que, en última instancia, afectan el ingreso real de sus consumidores.
Por el otro lado, cuando los gobiernos ofrecen apoyo fiscal a sus empresas, en general tratan de “represarlo”. Quieren que el dinero se gaste en casa. Un ejemplo es el “Buy American and hire American” que puso en marcha el gobierno de Trump tiempo atrás.

—En ese contexto, ¿cree que esas actitudes perforarán aún más el libre comercio?

—Uno de los elementos más peligrosos es el abuso de la válvula de escape de la ¨seguridad nacional¨. La OMC previó que los países podrían incumplir sus obligaciones comerciales, incluyendo trato nacional y nación más favorecida, si su seguridad nacional se viera amenazada. Este es un tema muy complicado para abordar en el proceso de solución de diferencias de la OMC. Es políticamente muy delicado para un Panel (grupo de expertos) fallar en contra de la determinación de un gobierno sobre un tema tan sensible como la seguridad nacional. El presidente Donald Trump ha usado el argumento de seguridad nacional en forma muy poco creíble. Creo que un fallo en esta materia contra los Estados Unidos podría ¨justificar¨ la salida de EE.UU. de la OMC. Claro está que el primero perjudicado sería Washington, pero las consecuencias sistemáticas podrían ser muy serias para todos. En el nuevo mundo del comercio administrado hacia el cual Trump nos está arrastrando, sus propios acuerdos negociados importan más que las reglas o normas multilaterales.

—¿Los movimientos del tipo de cambio, preocupaciones sobre la deuda y la escasez de divisas, pueden llegar a sumar más inconvenientes al comercio mundial?

—Eso depende de la situación de cada país. Estamos en un momento de gran liquidez y los países que tienen una economía ordenada aprovechan para financiarse a tasas muy bajas. Este es el caso de Uruguay que hace muy pocos días colocó un bono en dólares por un monto de 400 millones, con vencimiento 2031 y tuvo que ofrecer un rendimiento de apenas 2,48%.

—¿Debemos pensar en países que tomen de nuevo acciones similares a las de los procesos de sustitución de importaciones vividos hace cuatro décadas?

—Los procesos de sustitución de importaciones pueden servir para iniciar un proceso de industrialización, siempre que se combinen con procesos de sustitución de exportaciones. Es decir, el objetivo es generar una industria competitiva, que pueda exportar. En algunos países de América Latina esos procesos fracasaron porque se enfocaron en el mercado interno. Creo que la regla de oro es que cada vez que el Estado ofrezca asistencia a una empresa, esa asistencia tiene que cumplir tres requisitos: el costo para el contribuyente y para el consumidor tiene que ser transparente; el apoyo tiene que ser condicional, es decir la empresa debe comprometerse a cumplir metas que puedan ser monitoreadas y finalmente, la ayuda tiene que ser temporal. Cada subsidio o protección regulatoria o comercial debe incluir lo que se conoce como “cláusulas de ocaso” (sunset clauses). La experiencia indica que es mucho más fácil crear un subsidio que removerlo; si fuera necesario se renueva, pero tiene que tener una fecha final.

—Dado que las restricciones al comercio ya habían alcanzado niveles históricos en 2019, previo a la pandemia, ¿podemos esperar un levantamiento de esas medidas una vez superada esta coyuntura o el mundo se cerrará aún más?

—Es un momento muy complicado. Creo que estamos saliendo de un orden mundial basado en reglas y entrando en un orden mundial basado en acuerdos. Vamos hacia un mundo más fraccionado. Y no resulta una buena perspectiva para los países que quieren ejercer el derecho de elegir libremente a sus socios comerciales y de inversión, de acuerdo con sus propios intereses.

—La afectación en las cadenas de suministros que se vivió fuertemente desde el inicio de la pandemia en Asia, ¿incidirá en un replanteo de los sistemas de producción en complementariedad?, ¿Habrá una mayor diversificación o relocalización de los centros de producción?

—Hasta el momento el criterio rector de las cadenas de valor era la eficiencia económica, dependiendo del proveedor de menor costo; ahora, a partir de esta crisis, será diferente: las empresas buscarán también la seguridad de suministros y acercar la producción a los centros de consumo.

—¿Y cómo modificará el comercio esa nueva dinámica?

—Como dije antes. vamos hacia un mundo fragmentado en dos zonas de influencia. Esto reducirá las economías de escala, la velocidad de innovación y aumentará la dependencia de una de las dos superpotencias en cada caso.

—Es un escenario complejo para los países de la región…

—Para América Latina es un drama. China es para varios países el principal mercado. Para otros es EE.UU. Nos gusta hablar de integración latinoamericana, pero la fragmentación podría exigir tomar partido por uno u por el otro. Esto sería dramático, particularmente con un presidente ¨transaccional¨ como Trump. Es indispensable evitar caer en esa trampa.

—¿En ese caso, China será el perdedor?

—China está viviendo dos fenómenos. Por un lado, su industria se abastece crecientemente de insumos locales. Por el otro, hay empresas, incluso chinas, que están moviendo parte de su producción a países desde dónde les sea más fácil exportar hacia EE.UU.

—¿Qué consecuencias puede tener esto sobre China, entonces?

—China se presenta como el defensor del sistema multilateral de comercio. Pero esto no está para nada claro. Las reglas de la OMC fueron diseñadas para regular el comercio entre actores privados. China prosperó sobre un modelo económico en el que es difícil distinguir lo público de lo privado. El capitalismo centralmente planificado exige un andamiaje político que muy pocos países en el mundo tienen y menos aún desean tener. La gran ventaja de China es tener al Estados Unidos de Donald Trump como alternativa. Son alternativas igualmente desalentadoras. eso podría cambiar en noviembre, de acuerdo con el resultado de las elecciones norteamericanas. Esa pregunta será más fácil de responder después de ese evento.

—¿Menos globalización y más digitalización? ¿Ese es el futuro próximo?

—Nos proyectamos en un mundo en el cual habrá cada vez más comercio digital, no hay dudas. Los bytes pueden estar en varios lados a la vez, ser enviados desde varios orígenes a la vez y estar en manos de varios “dueños” al mismo tiempo. Los acuerdos de preferencia comercial a los que estamos acostumbrados fueron edificados sobre normas de origen que sirven para determinar el origen de bienes constituidos por átomos, que pueden estar en un solo lugar a la vez. Será difícil congeniar un mundo fraccionado como el actual, con la digitalización. Es un escenario que creará fuertes tensiones.
Si tuviera que definir en este contexto, cuatro características clave de esta época, diría que la gran incertidumbre, la nostalgia por la seguridad perdida a partir de las decisiones unilaterales tomadas por algunos países, el nacionalismo, que preocupa y, a pesar de todo, la oportunidad de aprovechar esta coyuntura en beneficio de mayor comercio.

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