La economía política argentina: entre la gobernabilidad y el ajuste

El PIB per cápita de Argentina cerrará el año en niveles comparables a los del año 2006.

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Alberto Fernández, presidente de Argentina
Alberto Fernández, presidente de Argentina
AFP

Coreando “que se vayan todos”, Javier Milei festejó con sus seguidores el resultado electoral que lo acercó definitivamente a la Presidencia de la República Argentina. Si bien la elección primaria se dividió en tercios —entre los sectores con chances reales de ganar las elecciones—, el 30% obtenido por el candidato de La Libertad Avanza pareció sorprender a propios y ajenos. El “voto bronca” auguraba una buena elección de la oposición, pero finalmente fue Milei quien emergió como la figura opositora al statu quo y no Juntos por el Cambio, que venía de perder las elecciones en 2019 frente a Alberto Fernández.

A pesar de que podría pensarse de que el resultado de la elección refleja que el 30% de los votantes (unos 7,3 millones de personas) votó exclusivamente por “las ideas de Milei”, es evidente que, al menos en parte, su desempeño es un reflejo de la situación económica que atraviesa actualmente la mayoría de los argentinos. El PIB per cápita cerrará el año en niveles comparables a los de 2006, reflejo de que hace más de una década la economía argentina no crece. Si bien la tasa de desempleo se mantiene en torno al 7%, el poder de compra del salario acumula una caída de 25% entre diciembre 2016 y junio 2023 (y en dólares la caída ronda el 60%). A modo de referencia, en Uruguay el salario en dólares aumentó un 27% en dicho período. La situación de los ocupados informales (unos 8 millones) es incluso peor. Para el caso de los trabajadores que no cuentan con “paritarias” para cubrirse frente el aumento de precios, la caída real de sus salarios ronda el 45% (y en dólares, ¡el 70%!). Considerando que la inflación superará el 10% mensual en agosto y setiembre, el ingreso real continuará cayendo en lo que resta de la campaña electoral.

En este contexto, el escenario que parece configurarse con mayor probabilidad es que Milei será electo presidente en octubre o noviembre. Poco parece importar si las propuestas (cada vez más matizadas) son económica y políticamente viables o no. El eje de la campaña es que hace falta un cambio radical en la política para que las cosas mejoren, y el más exitoso apegándose a ese discurso es el candidato “libertario”.

Sin embargo, teniendo en cuenta el sistema electoral argentino (con elecciones legislativas cada dos años) un futuro gobierno de Milei no contaría ni siquiera con un tercio de las bancas en el parlamento. Ello vuelve improbable la aprobación de varias de las propuestas que están arriba de la mesa, independientemente de si económicamente son viables y/o convenientes (ej. dolarizar la economía o reducir el gasto público en 15 p.p. del PIB). Si bien es un indicio de que sería necesario un gobierno de coalición, con al menos parte de Juntos por el Cambio, el poco peso en el parlamento no permite evitar una potencial destitución por la vía legislativa. El escaso margen de gobernabilidad que enfrentaría la presidencia de Milei ha incrementado significativamente la incertidumbre económica y política en las últimas semanas.

A su vez, la trayectoria ascendente de la inflación, que superará el 10% en los meses de agosto y setiembre, agrega incertidumbre. El riesgo de ingresar en una dinámica hiperinflacionaria estará latente hasta tanto no se logre unificar el tipo de cambio, ajustar las tarifas para que éstas reflejen su verdadero costo de producción y desarmar la “bomba” de las Leliq (Letras de Regulación Monetaria en Uruguay). Con una tasa de interés superior al 200%, el stock actual de Letras, que ya es dos veces superior al circulante total de la economía, se duplica cada pocos meses y paga intereses por un monto que ronda el 7% del PIB (déficit parafiscal). Algunas de las posibles soluciones acentúan la incertidumbre: no renovarlas y emitir una montaña de pesos para cumplir con las amortizaciones o reprogramar de forma compulsiva las Leliq mediante un bono a mayor plazo (símil Plan Bonex en 1990).

Hay múltiples aspectos para corregir en Argentina para volver a crecer de forma sostenida, pero reducir el déficit fiscal primario (hoy en 3% del PIB) y delinear un plan económico consistente —y creíble— es condición necesaria para encauzar a la economía. Con un Banco Central con reservas netas negativas en USD 10.000 millones y una deuda comercial con los importadores que aumentó USD 15.000 millones en el último año, no hay margen (ni confianza) para soluciones mágicas ni gradualismos.

Incluso en un marco de gobernabilidad provista por parte de Juntos por el Cambio y los gobernadores peronistas (no kirchneristas), el ajuste fiscal, la necesaria corrección de precios relativos y la unificación del tipo de cambio tendrán un impacto inicial negativo en la economía. Si bien hay factores que jugarán a favor (no habrá sequía), el primer semestre de 2024 será muy complejo, económica y políticamente. El próximo gobierno deberá mantener un fino equilibrio entre los múltiples desafíos que deberá enfrentar, pero deberá encarar los problemas rápido para llegar con chances a las elecciones legislativas de octubre 2025 y evitar una catástrofe electoral.

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